Fuente: Cubadebate

Si bien la cifra del total de gastos militares de un país nos ofrece una idea bastante precisa de su capacidad bélica, durante los últimos 15 años aproximadamente el contenido de esas erogaciones ha ido variando en la misma medida en que se han modificado las condiciones en las que la tecnología de avanzada permite hoy librar exitosamente una guerra.

Al examinar los recursos bélicos en la actualidad, pueden apreciarse los siguientes rasgos que los diferencian de épocas anteriores y que –al mismo tiempo- explican la reducción coyuntural de los mismos:

–Existe una mayor intensidad tecnológica en la producción de armamentos, lo que permite una reducción del personal vinculado a las fuerzas armadas que deben combatir en el terreno, las que pasan a operar con tecnologías más sofisticadas, aunque no necesariamente más baratas en cuanto a la inversión inicial, pero sí con un menor gasto en cuanto a su costo operacional.

En este sentido destaca la reducción que se ha producido en el tamaño de los ejércitos a partir de las reformas militares emprendidas en los últimos años en los casos de Estados Unidos, China y Rusia. Según datos recientes, se estima que las fuerzas armadas de EEUU disponen de 1 520 000 efectivos; las de China 2 285 000 y las de Rusia 766 033. A esto se une el empleo de fuerzas mercenarias paramilitares en sustitución de los ejércitos regulares, como ocurrió en Irak, donde al retirarse las fuerzas de ocupación de EEUU, se emplearon unos 125 000 mercenarios para sustituirlas, a los que se denomina eufemísticamente como contratistas de la firma Blackwater.

Por otra parte, uno de los ejemplos más significativos de lo que representa la introducción de tecnologías de avanzada, lo constituye el uso de los drones –aviones sin piloto- capaces de cumplir misiones de alta precisión sin riesgos de pérdidas humanas en la operación por parte del agresor.

–La extensión de la crisis que estalló en 2008/2009 ha forzado la reducción del gasto militar por el déficit de recursos financieros que ha provocado, especialmente en un grupo de los países capitalistas más desarrollados.

–En una valoración de costos y beneficios, se ha extendido la utilización de nuevos métodos para el ejercicio del poder por vías no convencionales, elemento central de lo que se conoce como soft power.

En efecto, se ha ido transitando de la guerra fría a la llamada guerra gris como una forma de enfrentamiento bélico no convencional, que tiene como características desestabilizar a un régimen político; utilizar a los elementos locales para ese fin; no se maneja la presencia de tropas del agresor en el país objetivo como una primera opción; se trata de operaciones de larga duración que demandan una preparación extensiva; se requiere una intensa cooperación de diferentes agencias del país agresor, así como de alianzas con otros países, preferiblemente bajo la bandera de agencias internacionales multilaterales como Naciones Unidas; y se desarrolla ampliamente una campaña mediática a través de las vías tradicionales, pero sobre todo a través de las redes sociales, con el fin de movilizar, neutralizar o integrar individuos en las tareas de desestabilización.

Un ejemplo actual de esa forma de agresión se desarrolla en el caso de Venezuela, donde se combinan medidas de desestabilización interna, con políticas de aislamiento político internacional a través de la OEA, todo ello unido con una campaña mediática muy intensa en contra del gobierno venezolano.

El análisis de las tendencias geopolíticas de mayor peso en el momento actual, que se apoyan en los elementos militares para asegurar el ejercicio del poder en el mundo, se aprecia al examinar la política de las tres mayores potencias militares del mundo actual: Estados Unidos, China y Rusia.

La estrategia militar de Estados Unidos se basa en la presunción de la excepcionalidad de Norteamérica como el estado más poderoso del mundo en su supuesto papel de garante de la paz y la seguridad del planeta, destacándose sobre todo por el peso que se otorga actualmente a la guerra no convencional, especialmente en el manejo de los llamados conflictos híbridos, el uso de fuerzas de los países aliados en las operaciones militares globales y por el re-balanceamiento del teatro de operaciones militares Asia-Pacífico –enfilado particularmente contra China y en menor medida contra la RPD de Corea-, unido al compromiso con la OTAN en Europa –especialmente para la contención militar de Rusia- y en el apoyo a Israel –y también a Arabia Saudita- en el Medio Oriente, de manera especial para la confrontación con Irán.

Los gastos militares de EEUU –a precios constantes del 2015 según el SIPRI- alcanzaron su máximo nivel en el 2010 con 758 890 millones de dólares, representando un 4,7% del PIB. En el 2016 estos gastos bajaron a 606 233 millones, una reducción del 20,1%, representando un 3,3% del PIB.

En este punto vale la pena señalar que durante la administración de Barack Obama se acordó una rebaja de 487 mil millones de dólares durante 10 años, en medio de la necesidad urgente de reducir el déficit del presupuesto público norteamericano de entonces. Sin embargo, en el proyecto de presupuesto para el año fiscal 2017-2018 elaborado por Donald Trump, se está planteando un incremento de unos 54 000 millones, pero esta decisión enfrenta serias dificultades para poderse ejecutar, ya que supone una reducción drástica de otros gastos –incluyendo los gastos sociales- lo que presumiblemente enfrentará una seria oposición en el Congreso para su aprobación.

En una información muy reciente, el Departamento de Defensa de EEUU presentó el incremento de los gastos militares para el presupuesto de 2018 que rebasa en 52 000 millones los límites establecidos por el Budget and Control Act del 2011 para estos gastos, calificando esa ley como “…que ha dañado nuestra capacidad combativa más que los enemigos en el terreno.”

Entre los gastos de mayor significación se encuentran:
–Ciencia y tecnología militar 13 200 millones de dólares.
–70 aviones F-35 10 300 millones (Cada avión costará 147.1 millones)
–2 submarinos de la clase Virginia 5 500 millones.
–1 portaaviones clase CVN-78 4 600 millones.

De este modo, EEUU se aboca a una nueva carrera armamentista que se complementa con un incremento de la venta de armamentos en el mundo con un dominio de más del 31% del mercado. Al respecto, recientemente trascendió la firma del mayor acuerdo sobre armas en la historia de Estados Unidos, en este caso suscrito con Arabia Saudita por 109 700 millones de dólares, con la perspectiva de cerrar negocios por 350 000 millones en los próximos 10 años.

La actual política exterior estadounidense da continuidad y brinda un mayor impulso al poderío militar como instrumento de dominación en todo el mundo, aunque también no es descartable –como ha planteado el politólogo James Petras- que “Aparentemente el incremento del gasto militar de Trump responde a que quiere convertirlo en una “baza de negociación” de su plan para expandir las oportunidades económicas estadounidenses, llegando a acuerdos con Rusia y renegociando el comercio con China, Asia Oriental (Singapur, Taiwán y Corea del Sur) y Alemania, países acreedores de la mayor parte del déficit comercial anual de Estados Unidos, cifrado en cientos de miles de millones de dólares.”

La presión ejercida por Trump en la OTAN se puso de manifiesto en la reciente cumbre de la organización, donde afirmó que, “…ante los “crónicos pagos insuficientes y las crecientes amenazas”, el 2 % del producto interior bruto en gasto en defensa que él exige a los aliados es “lo mínimo” para afrontar la modernización y el aumento de fuerzas que requiere la coyuntura actual. El presidente de EEUU, con esta crítica, logró que la Alianza se mostrara conforme en reforzar su compromiso para alcanzar esa cifra.”

Por su parte, la estrategia militar china tiene como objetivo contrarrestar a largo plazo el poderío militar de Estados Unidos en un contexto donde se reconocen riesgos externos –producto de reenfoque estratégico norteamericano hacia el escenario Asia-Pacífico y de conflictos regionales- y riesgos internos, visibles en los procesos de penetración cultural y desestabilización promovidos por Occidente, así como el incremento de las tensiones sociales internas. En ese contexto China avanza rápidamente para fortalecer sus fuerzas armadas mediante su acelerada modernización, que contempla una reducción del personal y un acelerado incremento de los medios técnicos, especialmente lo relacionado con el uso del laser y las armas termonucleares, satélites de alta tecnología, vehículos aéreos supersónicos y también medios navales ofensivos como los portaviones.
Para sustentar este desarrollo, China muestra el mayor crecimiento del gasto militar de los últimos años en el mundo. Según estimados de SIPRI, estos gastos aumentaron más de tres veces desde el 2004, alcanzando 225 713 millones de dólares en el 2016, lo que representa el 1,9% de su PIB. En la perspectivas se espera que para el 2020 China erogue 260 000 millones de dólares por concepto de gasto militar, lo que la ubicaría en el segundo mayor presupuesto bélico del mundo y con el mayor ejército, que actualmente cuenta con 2 millones 285 mil efectivos, como ya se apuntó. Simultáneamente, China con sus ventas, cubre ya el 5% del mercado mundial de armamentos.

En el caso de Rusia, se ha logrado a partir del año 2000 la reconstitución del poderío militar ruso para enfrentar los intentos de contener su desarrollo mediante una cadena de agresiones que han transitado por el despliegue de un sistema de misiles antimisiles en Europa y el acercamiento de las bases militares de la OTAN a las fronteras del país. Este proceso se aceleró con el golpe que acabó con el gobierno electo de Ucrania a principios del 2014 y la amenaza que supuso la presencia de ataques a la población de origen ruso en esa república, así como por los paquetes de sanciones económicas contra Rusia que se han venido aprobando por Occidente desde marzo del 2014.

Con vistas a enfrentar esta presión, el gobierno ruso ha desarrollado también contramedidas estratégicas, especialmente con China, así como diversas decisiones neutralizadoras con los gobiernos de la India y Turquía, entre otras acciones. No es un dato menor, las más de 5 240 misiones de combate de la aviación rusa, llevadas a cabo a partir de septiembre del 2015, para enfrentar el Estado Islámico (EI) en Siria, a solicitud del gobierno de ese país, cuestión que demostró la alta capacidad combativa de esas fuerzas a la vista de todo el mundo y redujo significativamente la beligerancia de la organización terrorista.

Las prioridades de la estrategia defensiva rusa plantean el uso de la fuerza solo cuando otras medidas hayan sido ineficaces; apoyar el status de Rusia como potencia líder; desarrollar la cooperación estratégica con China y la India, así como con América Latina y Africa; fortalecer la cooperación mutuamente ventajosa con la Unión Europea y EEUU y retomar las discusiones para la reducción del arsenal nuclear.

Para alcanzar esos objetivos, el país se propuso modernizar el 70% de las fuerzas armadas para el 2020, al tiempo que supone una reconversión tecnológica de todo el armamento en 10 años. Los gastos militares de Rusia –según SIPRI- alcanzaron 70 345 millones de dólares en el 2016, los que representan el 5,3% de su PIB, y significan un crecimiento del 58,7% desde el 2010. Adicionalmente, cabe apuntar que el país exporta el 27% del armamento que se vende en el mundo, ocupando el segundo lugar en ese mercado.

La evolución del mundo en los últimos años ha mostrado la exacerbación de las contradicciones del capitalismo, que trata de enfrentarlas con la aplicación de medidas de política económica cada vez más brutales, como vienen demostrando las políticas neoliberales en Ëuropa y sobre todo la actual administración de Donald Trump en EEUU. Por otra parte, el gobierno norteamericano, para asegurar su preponderancia, se propone elevar los gastos militares apoyando a toda costa el ejercicio de la fuerza si las circunstancias lo reclaman, pero poniendo cada vez más en peligro la existencia misma de la humanidad, que hoy enfrenta conflictos bélicos muy peligrosos en Siria e Irak con el Estado Islámico, y una guerra irregular en Ucrania, así como zonas de alta tensión militar en torno a la RPD de Corea y el Mar del Sur de China, todo ello en medio de un incremento de las actividades terroristas con expresiones constantes en diversas partes del mundo, pero sobre todo en Europa.

Por REDH-Cuba

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