Fuente: Cubadebate
Se acercan guerras jamás vistas por la humanidad; no precisamente por ser militares, sino por ser culturales, lo cual las hace mucho peores.
El escritor estadounidense Norman Mailer hizo un diagnóstico muy interesante de su país en la obra Armies of the Night, al decir: “La enfermedad política más seria de los Estados Unidos es ser una nación que se cree superior”. Sin embargo, la clave del problema está en que a partir de esa valoración se trata de imponer cánones al resto de los países del mundo, pero uno se podría preguntar ¿qué imperio no lo ha hecho antes?
Con la llegada de los emigrantes británicos a la costa este de Norteamérica en el siglo XVII, arribó también el sentimiento de excepcionalidad de ese grupo humano. Súmesele a esto que se encontraron con un territorio vasto que no fue tan codiciado por las otras potencias de la época. Estas condiciones facilitaron que se desarrollara ese sentimiento. Los Padres Fundadores al constituir la nueva república, y posteriormente sus primeros presidentes, potenciaron esa idea como forma de garantizar la futura expansión y conformación del país. El investigador cubano Jorge Hernández lo ilustra de la siguiente forma [1]: “Los componentes que ensamblan como piedra angular del “americanismo” incluyen principios, valores, definiciones, que desde el proceso de formación de la nación se expresan en el pensamiento de los padres fundadores y en los documentos históricos que simbolizan la independencia y el surgimiento de los Estados Unidos: el rol mesiánico, la vocación expansionista, la convicción de ser un pueblo elegido, el fundamentalismo puritano, la ética protestante, el destino manifiesto, la consagración de la propiedad privada, la armonización entre los intereses individuales y el interés general, el mito sobre la igualdad de oportunidades, la certeza en el papel del mercado y la competencia como reguladores de todas las relaciones sociales, la complementación entre liberalismo y conservadurismo, el etnocentrismo y la convicción de que el Estado requería ciertos límites en su acción social”.
Una vez que los Estados Unidos llegaron a la adultez, y con ella debutaron como potencia imperial, la utilización del poder simbólico no los abandonó más y han logrado un nivel de sofisticación tal en su uso que en ocasiones ha hecho innecesario el uso del poder militar para lograr sus fines. Ese afán de superioridad necesitó un andamiaje teórico que lo justificara. El historiador estadounidense Howard Zinn lo ejemplifica de la siguiente forma [2]: “En el verano de 1845, John O´Sullivan, director de Democratic Review, usó una frase que se hizo famosa, diciendo que era ‘nuestro destino manifiesto llenar el continente otorgado por la Providencia para el libre desarrollo de nuestra cada vez más numerosa gente’”.
Un ejemplo bien conocido de la proyección del poder simbólico de los Estados Unidos se dio en 1898 cuando se produjo el hundimiento, todavía no completamente esclarecido, del acorazado Maine en la bahía de La Habana. En ese momento el magnate de la prensa neoyorkino William Randolph Hearst – ¡qué casualidad que tiene la misma nacionalidad chica que el Magnate Presidente de ese país en la actualidad!- expresó al historietista Frederic Remington, quien se encontraba laborado en La Habana para los periódicos de Hearst: “Remington. La Habana, Ruégole se quede. Proporcione ilustraciones, yo proporcionaré la guerra”. Si se quiere observar la vigencia de tal práctica, hágase el ejercicio de cambiar el nombre de la capital cubana por las de Vietnam, República Dominicana, Granada, Afganistán, Irak, Libia, Siria, Ucrania, Venezuela, entre otras, y se percatará de su completa vigencia.
Para lograr sus fines, la cúpula dirigente de los Estados Unidos ha acudido a cualquier ardid, por poco ético que este sea, para lograr sus fines. El investigador cubano Alejandro Castro Espín aporta un elemento interesante al respecto [3]: “George Kennan, a finales de los años 40, al frente de la sección de Planificación Política del Departamento de Estado, introduciría el concepto de “mentira necesaria” como recurso “legítimo” y componente esencial de la nueva diplomacia estadounidense en su virulento enfrentamiento contra sus adversarios”. Siguiendo una práctica muy hollywoodense de “facts, no words”, veamos algunos hechos contados por Howard Zinn [4]: “El presidente McKinley dijo que la contienda con los rebeldes filipinos empezó cuando los insurgentes atacaron a tropas americanas. Pero, más tarde, soldados (norte)americanos testificaron que Estados Unidos fue quien abrió fuego primero. Después de la guerra, un oficial del ejército que habló en el Funeuil Hall de Boston, dijo que su coronel le había ordenado provocar un conflicto con los insurgentes”. El presidente estadounidense Lyndon B. Johnson justificó ante el Congreso de su país la escalada en la guerra de Vietnam con el argumento de que la fragata de la Armada estadounidense USS Maddox había sido atacada por lanchas patrulleras vietnamitas en el Golfo de Tonkin. Muchos años después documentos desclasificados demostraron que el hecho fue una operación de bandera falsa de la inteligencia norteamericana, pero ya habían muerto cuatro millones de vietnamitas y 55 mil estadounidenses. El mismo presidente Johnson dijo en 1965, para justificar la intervención militar en República Dominicana, que en las calles de la capital dominicana había miles de cuerpos decapitados y que las cabezas eran paseadas en puntas de lanzas, pero nadie pudo presentar siquiera la fotografía de una cabeza cortada; sin embargo, las tropas del Tío Sam desembarcaron en Santo Domingo. El actor presidente Ronald Reagan machacó incesantemente ante los medios de prensa que, en Granada, Cuba construía un aeropuerto militar para uso soviético, y en octubre de 1983 la 82 División Aerotransportada de los Estados Unidos invadía el país, en esa operación militar se derramó sangre cubana. En 1998 el presidente William Clinton bombardea una fábrica de medicamentos en Sudán con el argumento de que allí se fabricaban componentes para armas químicas. El presidente George Walker Bush invade a Irak en el 2003 debido a la presencia y posible utilización por parte del presidente iraquí Saddan Husein de armas de exterminio en masa, las que, por cierto, nunca fueron encontradas. La OTAN bombardea despiadadamente a Libia en el 2011, facilitando finalmente el asesinato del presidente del país, con la justificación de que aviones de combate libios habían bombardeado a la población civil, cosa que nunca ocurrió. Me detengo para no aburrir, pero es evidente que el poder simbólico estadounidense cumple el papel de preparación artillera previa a las invasiones imperiales, se aprecia que los medios, los medios de comunicación, justifican los fines, como diría Eduardo Galeano.
Howard Zinn alertaba sobre esa situación [5]: “Quiero hacer hincapié en que todavía nos acompaña la costumbre de aceptar las atrocidades como el precio deplorable pero necesario que hay que pagar por el progreso (Hiroshima y Vietnam por la salvación occidental; Kronstad y Hungría por la del socialismo; la proliferación nuclear para salvarnos a todos). Una de las razones que explican por qué nos merodean todavía estas atrocidades es que hemos aprendido a enterrarlas en una masa de datos paralelos, de la misma manera que entierran los residuos nucleares en contenedores de tierra”.
Es interesante como los grandes medios de comunicación presentan a la OTAN y, en especial, al ejército estadounidense como una organización libertadora. Pero lo que no dicen esos medios es que esa organización en su objetivo por silenciar otras voces toma como objetivo militar a los medios de comunicación de los países que invade o que tienen un discurso discordante con el de los Estados Unidos, los misiles dirigidos hacia estaciones de televisión son frecuentes cuando empieza una agresión, quedando la “Verdad Otaniana” como absoluta.
El intelectual y presidente dominicano en el año 1963, Juan Bosch fue meridiano en una valoración [6]: “Poner al presidente de los Estados Unidos a decir mentiras es degradar al país ante el mundo, y eso ha hecho el pentagonismo; poner a los más altos funcionarios de la nación a decir hoy lo contrario de lo que dijeron ayer es colocar al gobierno en una posición ridícula y de mal gusto, y eso lo hace constantemente el pentagonismo”.
En los ños 60 Juan Bosch planteaba [7]: “una vez consolidado el dominio de la televisión como vendedora de cualquier producto, se dio el toque final a la sociedad de masas como mercado comprador. En pocos años el pueblo norteamericano fue convertido en una humanidad adquiriente, en un ente múltiple – en términos de millones y millones de seres- pasivo, expectante, que depende del aparato televisor para qué tipo de ropa va a comprar, qué lugar debe escoger para su fin de semana, qué país visitará si hace turismo, qué cerveza le conviene beber, qué tiempo habrá al día siguiente. La televisión libró al norteamericano medio del trabajo de escoger; le acostumbró a obedecer, en el sentido de motivaciones profundas, y por tanto le acostumbró a no plantearse dilemas”, qué decir hoy cuando Internet y sus aplicaciones son omnipresentes y multicanales.
Según Blanche Wiesen Cook en The Declassified Eisenhower, el Comandante Supremo de las tropas aliadas en el frente occidental y 34to Presidente de los Estados Unidos (1953 – 1961) Dwight David Eisenhower planteó que “Nuestro objetivo en la Guerra Fría no es conquistar o someter por la fuerza un territorio. Nuestro objetivo es más sutil, más penetrante, más completo. Estamos intentando, por medios pacíficos que el mundo crea la verdad. La verdad es que los americanos queremos un mundo en paz, un mundo en el que todas las personas tengan la oportunidad del máximo desarrollo individual. A los medios que vamos a emplear para extender esta verdad se le suele llamar “Guerra Psicológica“. No se asusten del término porque sea una palabra de cinco silabas. La “Guerra Psicológica” es la lucha por ganar las mentes y las voluntades de los hombres”, vuelve a establecerse la prioridad del poder simbólico.
Otra arista de la utilización de los medios de comunicación por parte de los Estados Unidos es la de desviar la atención nacional e, incluso, mundial de los acontecimientos importantes en un momento dado, a otros intrascendentes. Así lo señalaba Howard Zinn, [8]: “Un perspicaz comentarista estadounidense se refería así a las elecciones de 1884: ‘aquí estamos sumergidos en una política divertidísima. Están en juego cuestiones muy importantes, pero lo gracioso es que nadie habla sobre esos temas relevantes. De común acuerdo, se dejan de lado. En vez de tratarlos la prensa se ocupa de una controversia de lo más divertida en torno a si el Sr. Cleveland tuvo un hijo ilegítimo y si vivía o no con una amante”.
El dominicano Juan Bosch daba otra vista del mismo asunto [9]: “…la parte de la verdad que sirve para ocultar la verdad fundamental es a su vez un instrumento de propaganda para proseguir la carrera del pentagonismo. Los jóvenes incorporados al ejército se convencen fácilmente de que su país no es imperialista, de que no está guerreando para conquistar un territorio colonial, es más, se les hace creer que están yendo a la muerte para beneficiar al país atacado, con el fin de salvarlo de un mal. Y esto es muy importante, porque para llevar a los hombres a morir y a matar hay que ofrecerles siempre una bandera moral que endurezca sus conciencias y los justifique ante sí mismos”.
En la debacle del socialismo del Este europeo jugó un importante papel desde los años 50 del siglo XX la proyección del poder simbólico de los Estados Unidos. El intelectual cubano Elíades Acosta lo señala de la siguiente forma [10]: “El líder sindical polaco y posteriormente presidente del país, Lech Walesa, planteó sobre las estaciones de radio, Radio Europa Libre y Radio Libertad “el papel de estas emisoras fue similar al que juega el Sol con relación a la Tierra”.
Uno de los líderes intelectuales del movimiento neoconservador estadounidense Irving Kristoll, ha dicho: “Nuestros misioneros están en Hollywood”; Elíades Acosta lo ilustra muy bien [11]: “El impacto de la serie televisiva estadounidense “Dallas” nos recuerda que la cultura popular, que muchos califican de vulgar, constituye un importante impulso para fomentar cambios en la realidad. De la misma manera que la música de una banda de rock formada por junkies, como Velvet Underground, inspiró a los disidentes anticomunistas de Praga, o la película “Titanic” provocó una moda de cortes de cabello nada ortodoxos en el Afganistán de los talibanes, es imposible predecir o controlar sus efectos culturales a largo plazo”.
Sin embargo, debe señalarse que los símbolos que hacen peligrar la hegemonía mediática norteamericana no son admitidos por “El Gran Hermano”. Un ejemplo ilustrativo de eso es que el presidente George Walker Busch llegó a prohibir que aparecieran en los medios de prensa estadounidenses, imágenes de los ataúdes en que venían los soldados norteamericanos caídos en combate en Afganistán e Irak, evidentemente con esto se resentía la inmortalidad de Rambo.
En el caso de Cuba, es harto conocida la utilización de las armas simbólicas, además de las reales, contra la Revolución: Radio Swan en el año 61, la emisión de miles de horas de radio semanales con mensajes contrarrevolucionarios durante decenas de años con el objetivo de mellar la resistencia del pueblo cubano. En los años 80 del pasado siglo la administración Reagan intensificó la guerra mediática contra la Isla con el establecimiento de los proyectos, fracasados por cierto, de Radio y Televisión Martí, ésta última con el triste record de ser la única estación de televisión que transmite una programación que no se ve. Esta agresión ha sido condenada en varios foros internacionales y por la máxima autoridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en esa área, la Unión Internacional de Telecomunicaciones, (UIT) los servicios especiales norteamericanos y sus aliados de la OTAN no han limitado su creatividad en la tarea de atacar a la Revolución Cubana con las armas más sutiles y a veces aparentemente inocentes de su panoplia. Hoy día todo ese potencial se vuelca a Internet y sus plataformas, omnipresentes en la sociedad contemporánea. El periódico Granma señalaba al responsable de uno de los proyectos contra Cuba más sonados de los últimos años, que fue oportunamente denunciado por el país [12]: “La USAID estableció Zunzuneo, una plataforma de mensajería similar a Twitter que pretendía enviar mensajes aparentemente inocentes a los celulares, crear una plataforma política entre los jóvenes cubanos”.
Como botón de muestra de los proyectos creados para dañar a la Revolución Cubana, Granma señala [13]: “20 millones es el presupuesto promedio que aprueba anualmente el Congreso de los Estados Unidos para actividades subversivas en Cuba. Entre el 2009 y el 2016 el gobierno estadounidense destinó 139.3 millones de dólares a ese objetivo.”“Se ha utilizado a contratistas para establecer sistemas de comunicaciones ilegales y encubiertos con tecnología no comercial” “Se aprobaron becas para cursos de verano, World Learning, otorgadas de manera subrepticia y al margen de las autoridades cubanas, que tenían como objetivo la formación de líderes que socavaran el orden interno del país” “30 millones de dólares son los gastos anuales promedio de la Oficina de Transmisiones para Cuba, OCB, que tiene bajo su mando a Radio y Televisión Martí. Entre el 2009 y el 2016, un total de 193.9 millones de dólares se han destinado a ese fin” “En la página digital del Departamento de Estado se dio a conocer en octubre del 2016 una convocatoria del Buró para la Democracia, los Derechos Humanos y Laborales (DRL) para promover supuestos “cambios democráticos” en materia de derechos civiles, políticos y laborales en Cuba. El presupuesto asignado es de 5.6 millones de dólares”.
Pero estos planes, como se mencionó anteriormente, se realizan contra todo país, movimiento social o partido que diverja de la línea establecida por el Gran Poder [14]: “La Fundación Nacional para la Democracia (NED) participa activamente también en los programas injerencistas. Durante los primeros diez años de su existencia distribuyó unos 200 millones de dólares a través de 1500 proyectos para sostener “a los amigos de América”, en la década del 90, el monto del dinero entregado por la NED a escala global ascendió a la cifra de 267 millones de dólares”.
Es de señalar que el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre los dos países no ha detenido el flujo de dinero y recursos contra Cuba. Mientras los Estados Unidos mantengan su carácter imperial, es de esperar que esa situación no cambie, por lo que la situación que se le presenta al país es de vida o muerte, y no queda más remedio que enfrentarlos en su propio campo, aquí muy bien se pudiera recordar al Che Guevara cuando decía [15]: “…analizar exactamente cuál es el valor de un tanque en una lucha de este tipo, cuál el de un avión, analizar cuáles son las armas del enemigo… Si hay posibilidad de elección, debe preferir el mismo tipo que el usado por éste, pues el más grande enemigo de la guerrilla es la falta de parque, que debe proveer el contrincante”. No hay otra alternativa posible que enfrentar a la muy eficiente maquinaria simbólica estadounidense, y en esa tarea vuelve José Martí a servir como Estrella Polar: “Una verdad desde el fondo de una cueva vale más que un ejército”.
Hoy en las ciudades cubanas se ven banderas estadounidenses y, ya menos, pero aún aparece la “Union Jack” de la pérfida Albión estampadas en pullovers, pañuelos, shorts y cuanta prenda de vestir se pueda usar; la manzana con un mordisco, símbolo de Apple, pulula en las ventanillas delanteras de autos, incluso de muchos que pertenecen a entidades estatales cubanas; la cándida y “tierna” conejita de Playboy hace de las suyas en ropa y pegatinas y así muchísimos otros símbolos que traen implícito el American Way of Dream. Claro está que cada cual se viste o utiliza los símbolos que considere pertinentes, pero no se debe olvidar a Allen Welsh Dulles, quien fuera el primer director civil de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de los Estados Unidos cuando expresó: “Debemos lograr que los agredidos nos reciban con los brazos abiertos, pero estamos hablando de ciencia, de una ciencia para ganar en un nuevo escenario, a la mente de los hombres. Antes de los portaviones y los misiles llegarán los símbolos, los que venderemos como universales, glamorosos, modernos, heraldos de la eterna juventud y la felicidad ilimitada”. Y con esto termino por hoy.
Referencias.
[1] J. Hernández Martínez, “Americanismo: identidad nacional y legitimidad interna” Estados Unidos hegemonía, seguridad nacional y cultura política, Editorial de Ciencias Sociales: La Habana, 2010, p. 86.
[2] H. Zinn, “No tomamos nada por conquista, gracias a Dios” en La otra historia de los Estados Unidos, Editorial de Ciencias Sociales: La Habana, 2004, p. 107.
[3] A. Castro Espín, “La Doctrina de seguridad nacional” en Imperio del terror, Editorial capitán San Luis: La Habana, 2009, p. 47.
[4] H. Zinn, “El imperio y la gente” en La otra historia de los Estados Unidos, Editorial de Ciencias Sociales: La Habana, 2004, p. 225.
[5] H. Zinn, “Colón, los indígenas y el progreso humano” en La otra historia de los Estados Unidos, Editorial de Ciencias Sociales: La Habana, 2004, p. 9.
[6] J. Bosch, “Doctrina moral y pentagonismo” en El Pentagonismo sustituto del imperialismo, Editorial de Ciencias Sociales: La Habana, 2007, p. 98.
[7] J. Bosch, “La sociedad pentagonizada” en El Pentagonismo sustituto del imperialismo, Editorial de Ciencias Sociales: La Habana, 2007, p. 70.
[8] H. Zinn, “Los barones ladrones y los rebeldes” en La otra historia de los Estados Unidos, Editorial de Ciencias Sociales: La Habana, 2004, p. 186.
[9] J. Bosch, “Qué es el pentagonismo” en El Pentagonismo sustituto del imperialismo, Editorial de Ciencias Sociales: La Habana, 2007, p. 43.
[10] E. Acosta Matos, “Guerras con glamour imperial” en Imperialismo del siglo XXI: las guerras culturales, Casa editora Abril: La Habana, 2009, p. 290.
[11] E. Acosta Matos, “Guerras con glamour imperial” en Imperialismo del siglo XXI: las guerras culturales, Casa editora Abril: La Habana, 2009, p. 300.
[12] “Las contradicciones de la embajadora Power”, 2016, noviembre 3, Periódico Granma [papel], p. 7.
[13] “Diez preguntas claves”, 2016, octubre 20, Periódico Granma [papel], p. 6.
[14] “Impedir el triunfo de la Revolución Socialista” en El gigante de las siete leguas, Editorial capitán San Luis: La Habana, 2010, p. 183.
[15] E. Che Guevara, “La Guerra de Guerrillas”. Revisado 19 enero de 2017, [En línea].