Dicen que la estadunidense es el ejemplo planetario de la democracia. Pero si esto fuera democracia, sería todo lo contrario de lo que es ahora. De hecho, tal vez el mensaje implícito en casi todas los sondeos y análisis de la llamada opinión pública se podría resumir con acento argentino: ¡qué se vayan todos!
Tal vez lo más notable en este país –es que el pueblo– tan manipulado con las muy sofisticadas ciencias políticas del manejo exquisito del temor (entre los países avanzados, no hay duda que el superpoder es el más miedoso), la retórica simplista pero efectiva de la libertad
y el bien
, y el discurso materialista vestido de religión –a fin de cuentas no se la cree. De hecho, cada vez menos. Esto es, a la vez, alarmante y esperanzador.
Por un lado, la creciente enajenación entre el pueblo y las llamadas instituciones democráticas
–incluyendo a los medios– permite que surjan personajes protofascistas, como Trump. Por otro, registra que el pueblo sí tiene un sentido común que no se traga la historia oficial de la democracia y que percibe a la cúpula como opuesta a sus intereses. Estas son afirmaciones muy generales y, por supuesto, es mucho más complicado, pero el hecho es que una y otra vez en las encuestas se registra no sólo la desaprobación a los supuestos representantes del pueblo, sino a casi todas sus propuestas políticas.
Tres cuartas partes de estadunidenses opina que tienen muy poca influencia sobre Washington, y mayorías no tienen confianza en casi todas las instituciones nacionales, según una nueva encuesta de Associated Press/NORC. El consenso es que los trabajadores, los pobres y los pequeños comerciantes tienen poco poder en Washington, mientras los grandes empresarios, los cabilderos y los ricos tienen demasiada influencia.
Y, según ese mismo sondeo, la confianza en las instituciones que supuestamente representan a las mayorías es casi nula. Sólo 6 por ciento expresa tener amplia confianza en el Congreso. Catorce por ciento dice tener gran confianza en la rama ejecutiva (la Casa Blanca y todas las secretarías), y 24 por ciento opina lo mismo sobre la Suprema Corte.
Sólo uno de cada 10 confía mucho en las principales empresas, bancos y sindicatos.
Más aún: sólo alrededor de 11 por ciento dice tener gran confianza en los medios noticiosos.
El presidente sigue con niveles de aprobación históricamente bajos. Sólo 36 por ciento avala (y 58 desaprueba) la gestión de Trump, el nivel más bajo del primer semestre de cualquier presidente en por lo menos 70 años, según la encuesta más reciente del Washington Post/ ABC News, difundida este fin de semana. Dos tercios no confía en su capacidad de negociar con otros líderes en nombre de Estados Unidos. En torno a sus políticas, por dos contra uno los ciudadanos prefieren la reforma de salud de Obama contra el plan republicano impulsado por el presidente; y contra casi toda la cúpula republicana, 63 por ciento contra 27 opina que es más importante ofrecer seguro de salud para la gente de bajos ingresos que recortar impuestos. Todo lo contrario a la agenda de los que están en el poder.
Pero esto no necesariamente beneficia a la llamada oposición
demócrata. En repetidas encuestas, desde que llegó Trump, los demócratas en colectivo no gozan de mayor aprobación que el presidente. En la encuesta de ABC News, la más reciente, sólo 37 por ciento señala que el Partido Demócrata representa alguna oposición, mientras 52 por ciento dice que se define sólo contra Trump pero no en favor de algo.
De hecho, esto explica en parte la ausencia de una oposición política más masiva contra Trump a escala nacional –es mucho más presente a nivel estatal y local–, ya que el Partido Demócrata no ha logrado presentarse como la alternativa creíble. Pero vale repetir que en algunos sondeos nacionales el senador autoidentificado como socialista democrático
Bernie Sanders continúa siendo el político más popular en este país. Sanders y sus aliados siguen tratando de crear justo esa corriente alternativa dentro del Partido Demócrata, disputando su futuro a escala nacional.
Hay síntomas curiosos que tienen que ver con el momento. Qué hace uno con esto: en una nueva encuesta del Pew Research Center, una amplia mayoría (58 por ciento) de republicanos y simpatizantes cree que las universidades dañan al país. Setenta y dos por ciento de demócratas expresa que son positivas para el país. Supuestamente, uno debe consolarse con que una mayoría opina que las universidades ayudan al país, pero son apenas más de la mitad –55 por ciento. ¿Habrá otro país donde se desprecia tanto la educación superior?
Ah, y 85 por ciento de republicanos opina que los medios dañan al país.
Hasta los príncipes de la cúpula económica del país se han alarmado con que la disfuncion
del gobierno sea tan grave que amenaza todo. Jamie Dimon, ejecutivo en jefe de uno de los bancos más poderosos del mundo, JP Morgan, comentó recientemente: Es casi una vergüenza ser estadunidense viajando alrededor del mundo y escuchar la mierda estúpida con que los estadunidenses tienen que lidiar en este país
.
John Oliver, el gran comentarista cómico, dijo que cuando supo del último escándalo de Trump –lo de la reunión de su hijo con rusos para recibir información contra Clinton–, su primera reacción fue: ¡Guau! Esto es algo, siempre y cuando sigamos viviendo en un mundo donde algo aún tiene significado, y ya no estoy tan seguro de que sea así
.
Todo esto indica que el discurso oficial y los mitos democráticos que han sostenido este país no están funcionando por ahora. ¿Qué implicaciones tiene esto? Algunas ya se están viviendo (el fenómeno de Trump), pero otras están por asomarse. Lo único que se puede concluir es que este país tal vez ya no puede definirse como democracia, pero tampoco es dictadura. Es todo lo contrario.
Tal vez toda esta desilusión explica la crisis en Nevada, donde el gobernador republicano del estado endosó medidas de emergencia para abordar la falta severa de…. mariguana. Es que se agotó ante una enorme ola de demanda, después de entrar en vigor la ley que legaliza la cannabis, el primero de julio.
Dicen que la estadunidense es el ejemplo planetario de la democracia. Pero si esto fuera democracia, sería todo lo contrario de lo que es ahora. De hecho, tal vez el mensaje implícito en casi todas los sondeos y análisis de la llamada opinión pública se podría resumir con acento argentino: ¡qué se vayan todos!
Tal vez lo más notable en este país –es que el pueblo– tan manipulado con las muy sofisticadas ciencias políticas del manejo exquisito del temor (entre los países avanzados, no hay duda que el superpoder es el más miedoso), la retórica simplista pero efectiva de la libertad
y el bien
, y el discurso materialista vestido de religión –a fin de cuentas no se la cree. De hecho, cada vez menos. Esto es, a la vez, alarmante y esperanzador.
Por un lado, la creciente enajenación entre el pueblo y las llamadas instituciones democráticas
–incluyendo a los medios– permite que surjan personajes protofascistas, como Trump. Por otro, registra que el pueblo sí tiene un sentido común que no se traga la historia oficial de la democracia y que percibe a la cúpula como opuesta a sus intereses. Estas son afirmaciones muy generales y, por supuesto, es mucho más complicado, pero el hecho es que una y otra vez en las encuestas se registra no sólo la desaprobación a los supuestos representantes del pueblo, sino a casi todas sus propuestas políticas.
Tres cuartas partes de estadunidenses opina que tienen muy poca influencia sobre Washington, y mayorías no tienen confianza en casi todas las instituciones nacionales, según una nueva encuesta de Associated Press/NORC. El consenso es que los trabajadores, los pobres y los pequeños comerciantes tienen poco poder en Washington, mientras los grandes empresarios, los cabilderos y los ricos tienen demasiada influencia.
Y, según ese mismo sondeo, la confianza en las instituciones que supuestamente representan a las mayorías es casi nula. Sólo 6 por ciento expresa tener amplia confianza en el Congreso. Catorce por ciento dice tener gran confianza en la rama ejecutiva (la Casa Blanca y todas las secretarías), y 24 por ciento opina lo mismo sobre la Suprema Corte.
Sólo uno de cada 10 confía mucho en las principales empresas, bancos y sindicatos.
Más aún: sólo alrededor de 11 por ciento dice tener gran confianza en los medios noticiosos.
El presidente sigue con niveles de aprobación históricamente bajos. Sólo 36 por ciento avala (y 58 desaprueba) la gestión de Trump, el nivel más bajo del primer semestre de cualquier presidente en por lo menos 70 años, según la encuesta más reciente del Washington Post/ ABC News, difundida este fin de semana. Dos tercios no confía en su capacidad de negociar con otros líderes en nombre de Estados Unidos. En torno a sus políticas, por dos contra uno los ciudadanos prefieren la reforma de salud de Obama contra el plan republicano impulsado por el presidente; y contra casi toda la cúpula republicana, 63 por ciento contra 27 opina que es más importante ofrecer seguro de salud para la gente de bajos ingresos que recortar impuestos. Todo lo contrario a la agenda de los que están en el poder.
Pero esto no necesariamente beneficia a la llamada oposición
demócrata. En repetidas encuestas, desde que llegó Trump, los demócratas en colectivo no gozan de mayor aprobación que el presidente. En la encuesta de ABC News, la más reciente, sólo 37 por ciento señala que el Partido Demócrata representa alguna oposición, mientras 52 por ciento dice que se define sólo contra Trump pero no en favor de algo.
De hecho, esto explica en parte la ausencia de una oposición política más masiva contra Trump a escala nacional –es mucho más presente a nivel estatal y local–, ya que el Partido Demócrata no ha logrado presentarse como la alternativa creíble. Pero vale repetir que en algunos sondeos nacionales el senador autoidentificado como socialista democrático
Bernie Sanders continúa siendo el político más popular en este país. Sanders y sus aliados siguen tratando de crear justo esa corriente alternativa dentro del Partido Demócrata, disputando su futuro a escala nacional.
Hay síntomas curiosos que tienen que ver con el momento. Qué hace uno con esto: en una nueva encuesta del Pew Research Center, una amplia mayoría (58 por ciento) de republicanos y simpatizantes cree que las universidades dañan al país. Setenta y dos por ciento de demócratas expresa que son positivas para el país. Supuestamente, uno debe consolarse con que una mayoría opina que las universidades ayudan al país, pero son apenas más de la mitad –55 por ciento. ¿Habrá otro país donde se desprecia tanto la educación superior?
Ah, y 85 por ciento de republicanos opina que los medios dañan al país.
Hasta los príncipes de la cúpula económica del país se han alarmado con que la disfuncion
del gobierno sea tan grave que amenaza todo. Jamie Dimon, ejecutivo en jefe de uno de los bancos más poderosos del mundo, JP Morgan, comentó recientemente: Es casi una vergüenza ser estadunidense viajando alrededor del mundo y escuchar la mierda estúpida con que los estadunidenses tienen que lidiar en este país
.
John Oliver, el gran comentarista cómico, dijo que cuando supo del último escándalo de Trump –lo de la reunión de su hijo con rusos para recibir información contra Clinton–, su primera reacción fue: ¡Guau! Esto es algo, siempre y cuando sigamos viviendo en un mundo donde algo aún tiene significado, y ya no estoy tan seguro de que sea así
.
Todo esto indica que el discurso oficial y los mitos democráticos que han sostenido este país no están funcionando por ahora. ¿Qué implicaciones tiene esto? Algunas ya se están viviendo (el fenómeno de Trump), pero otras están por asomarse. Lo único que se puede concluir es que este país tal vez ya no puede definirse como democracia, pero tampoco es dictadura. Es todo lo contrario.
Tal vez toda esta desilusión explica la crisis en Nevada, donde el gobernador republicano del estado endosó medidas de emergencia para abordar la falta severa de…. mariguana. Es que se agotó ante una enorme ola de demanda, después de entrar en vigor la ley que legaliza la cannabis, el primero de julio.