La Revolución bolivariana ha logrado dominar las poderosas herramientas de la derecha en el terreno digital.

Fuente: Red58

Todas las tácticas de la guerra de cuarta generación se han empleado contra Venezuela. Particularmente desde abril, el país ha vivido bajo ataque en diversas formas y en todas las dimensiones: la guerra económica, la guerra cultural, de la inteligencia y de las ideas y, más recientemente, la amenaza explícita de la guerra militar.

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Una madre con su hijo disfrazado de “guarimbero” en una marcha convocada por la oposición. Foto: Facebook

Se ha combinado, como advertía la investigadora mexicana Ana Esther Ceceña, “la estrategia de espectro completo (abarcar todas las dimensiones de la organización social y de la geografía), con la idea de aplicar todos los mecanismos simultáneamente y sin reposo”. Sin embargo, hay elementos de esta guerra, tanto en el ámbito ofensivo como defensivo, que constituyen una novedad absoluta en la llamadas guerras de cuarta generación.

En el plano ofensivo, aquí se ha producido la intervención de laboratorios de guerra psicológica con metodologías muy sofisticadas de inducción de emociones mediante el uso de plataformas sociales, en un momento de madurez y de enorme popularidad de las redes tecnológicas. Lo nuevo no es solo el uso de las más modernas formas de organización, ocultamiento de la realidad y bestialización que existen hoy para modelar la mente y alterar los escenarios políticos, sino que un movimiento revolucionario ha logrado dominar las poderosas herramientas del adversario en el terreno digital y salir victorioso en un conflicto que movilizó millones de dólares, tecnologías de última generación y una élite de expertos en lucha electrónica, realidad virtual y publicidad de la “democracia”.

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Niño jugando a trancar una calle. Foto: Twitter

No es poca cosa. Las más variadas empresas e instituciones financieras, bancarias, políticas, diplomáticas, militares y mediáticas internacionales, participaron activamente en el proyecto de “La Salida” del Presidente Nicolás Maduro. Todas se activaron como nodos de un entramado global cuyo sistema nervioso fueron las redes sociales, capaces de dotar al poder de la capacidad de moverse a la velocidad de una señal electrónica.

Facebook, Twitter, WhatsApp, Youtube, Instagram y otras plataformas, articuladas con las cámaras de eco de los pulpos mediáticos tradicionales y organizaciones internacionales como la OEA, han facilitado el doble manejo tecno-científico del poder en la sombra y del poder en la luz. El “complejo militar-industrial-mediático de entretenimiento”, como lo llama James Der Derian, y sus múltiples agencias, intentaron dominar tanto “la realidad” como “el teatro”, tanto la verdad como la ilusión en sus rasgos clásicos y contemporáneos.

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Niños durante una manifestación violenta de la oposición en Altamira, disfrados de “guarimberos”.

Si se compara “La Salida” venezolana del 2017 -de abril al 30 de julio, día de la elección Constituyente- con lo que se conoce de las protestas en la Primavera Árabe (2010–2013), los disturbios en Londres, el Movimiento 15M y Occupy Wall Street (todos del 2011), entre otras insurgencias de esa naturaleza, se encontrará como rasgo común la enorme mediatización de estos procesos con el uso activo de los sistemas de telecomunicaciones, que tuvieron un papel relevante en la expresión y visibilidad de los movimientos. Pero aquellos tuvieron un carácter emergente, “brotaron” anárquica y sorpresivamente y terminaron por no instituir nada. A partir de esas experiencias, el poder transnacional apretó las clavijas, desarticuló los principales liderazgos, absorbió las organizaciones más visibles, llevó a las pasarelas la moda hipster y reforzó el control de las redes, y no hemos visto otros procesos emergentes similares en casi un lustro.

Lo que se ha expresado desde entonces son intervenciones y modelizaciones exitosas de procesos políticos, con la ayuda del big data, la inteligencia artificial y los sistemas publicitarios de las plataformas sociales. La sorpresiva victoria del Brexit en Gran Bretaña y el Proyecto Álamo -la campaña de marketing en el escenario digital que le permitió a Donald Trump desmovilizar a una parte del núcleo duro de los votantes de Hillary Clinton-, son solo dos de los ejemplos más conocidos.

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Un grupo de adolescentes lanzan cócteles molotov y piedras contra un bus en Caracas. Foto: Twitter

¿Cómo se ejecutó la guerra en las redes venezolanas? ¿Cuáles son las claves de la victoria del gobierno de Nicolás Maduro en este terreno?

Intentaremos esbozar algunas consideraciones preliminares:

El brazo comunicacional fue el factor fundamental para crear los pretextos utilizados durante el cerco diplomático y político contra el gobierno de Nicolás Maduro, y a la par, instaurar la violencia simbólica que amplificó y reprodujo la violencia real en las calles venezolanas. Esta operación mediática alimentó los estereotipos contra el país e invisibilizó al poder transnacional que tuvo a su cargo la ejecución de una descomunal guerra simbólica y tecnológica. El país sudamericano se defendió en este escenario casi exclusivamente con fuerzas locales del chavismo militante en las redes, bajo el liderazgo del Presidente Maduro y su equipo de gobierno. Cabe aquí la observación de Zygmunt Bauman, teórico de la modernidad líquida: el poder ahora siempre es global y las políticas para enfrentar sus arremetidas son locales. Y al respecto advierte: “Solo una política global, que aún no existe, puede tener efectos duraderos contra ese poder descomunal.”

La naturalización de la violencia convirtió a la víctima –el gobierno de Venezuela- en el criminal. En las redes sociales venezolanas, al alcance de la abrumadora mayoría de la población, la violencia extrema compartió los rasgos de flexibilidad, exhibicionismo y diversión propios del entrentamiento y del consumo. Eso explica en parte por qué atacar bases militares, quemar seres humanos vivos, lanzar cócteles molotov contra la policía o contra ómnibus llenos de gente, marcar las casas de los chavistas, llamar públicamente a la intervención extranjera y al uso de armas nucleares, entre otros hechos invariablemente filmados o transmitidos en directo, no se consideraron ilegítimos y mucho menos delictivos.
La lógica de que el fin justifica los medios derribó la resistencia moral contra la comisión de estos actos inmorales. Bajo esta premisa los medios internacionales se liberaron de toda valoración ética. Llegaron al punto de considerar, por ejemplo, que la bomba que estalló en Altamira el 30 de julio era poco menos que un acto espontáneo por el paso de un grupo de motorizados de la Guardia Nacional -7 de ellos sufrieron quemaduras de segundo y tercer grado-, frente a fotógrafos que esperaron pacientemente la emboscada para tomar la fotografía que empapeló las portadas la mayoría de los periódicos del mundo e invisibilizó la elección de la Constituyente.
Esto explica por qué la narrativa fascista inundó Facebook y Twitter, sin que las plataformas que censuran el desnudo femenino en una pintura del siglo XIX o cierran por cualquier tontería las páginas de los usuarios, se tomaran el trabajo de controlar su reproducción y penalizar a los dueños de esas cuentas.
Esta guerra es el primer referente internacional de la inducción a gran escala de tácticas de guerrilla urbana, utilizando para ello los chats de plataformas telefónicas, las redes sociales y los servicios para recaudar fondos por Internet.
Cientos de páginas y grupos públicos y privados en Facebook, y millones de mensajes en Twitter, Instagram y WhatsApp divulgaron propaganda negra y llamados a la desobediencia civil, además de manuales para fabricar cócteles molotov, napalm y morteros, o explicaron cómo construir escudos y chalecos blindados y adquirir máscaras antigás. Miles de peticiones de “micromecenazgos” o “crowdfunding” tramitaron fondos para sostener las manifestaciones violentas y proveer de armas a los manifestantes alentados por la oposición, como puede apreciarse aquí.
A diferencia de otros procesos en que la vida se extiende a la cibervida, en Venezuela la cibervida terminó invandiendo la realidad. Los personajes de los videojuegos tomaron las calles para hacerse cargo de los daños colaterales de la guerra de cuarta generación. La desconexión entre las víctimas de la violencia y el poder global que desde la distancia movía los hilos de la crisis venezolana, hizo posible que niños y adolescentes ocuparan las primeras líneas de fuego de las protestas opositoras y asumieran el papel de verdugos, sin distinguir entre la práctica de un deporte extremo y el linchamiento de cualquier pobre, indio, negro, mestizo, discapacitado o sospechoso de afinidad con el gobierno.
Se han documentado campañas publicitarias en Facebook y Google destinada a niños y adolescentes residentes en las zonas de mayor intensidad de las protestas opositoras, seleccionados según su interés por determinados videojuegos, series, modas y otros valores de la cultura del espectáculo. Aún cuando eran pequeños grupos los que participaban en los tranques de calle y las acciones contra la policía, la producción y reproducción de la violencia a través de los medios sociales convirtió en personaje popular al guarimbero, cuyas máscaras e indumentarias aterrizaron también en las pasarelas de la élite de la moda internacional. Los niños comenzaron a jugar a la guarimba y a simular la construcción de barricadas y bombas incendiarias, el cierre de calles y la caza de policías, como aparece en las imágenes que acompañan esta nota.
La guerra de cuarta generación en Venezuela sacó a flote los peores demonios de los sectores ultraderechistas que, como sus pares en Estados Unidos y Europa, aprovechan cualquier forma de exaltación de la violencia como medio de poder, de ocio y de forma de vida.
Un análisis del uso de las redes para la manipulación de los llamados millennials (los más jóvenes usuarios de la Internet, donde lo digital es el componente central de su cultura), reveló las características del grupo terrorista “Rumbo Libertad”, que integran venezolanos de edades comprendidas entre 15 y 25 años. Ellos toman prestado casi todos los elementos del nacionalismo extremo: el racismo, la xenofobia, el desprecio a la opinión diferente, la represión y el terror.
Aunque el grupo manifiesta sin disimulo una mentalidad antisocial y una autopercepción de supremacía respecto al resto de la sociedad, incluidos los opositores que apuestan por el diálogo, varios ex presidentes latinoamericanos no tuvieron ningún reparo para reunirse en Caracas con estos terroristas y legitimarlos con selfies y mensajes de aliento en Twitter, igual que ha hecho Donald Trump recientemente con los supremacistas blancos de Charlottesvill. Los agentes del poder global validaban así que el terrorismo es también la forma más extrema de la guerra psicológica.
Dueños de medios privados financiaron las principales campañas en Internet y las empresas tecnológicas que las hicieron posible, en alianza con multimillonarios emigrados y fundaciones en Estados Unidos. Un estudio de dos millones de tweets emitidos en julio, el mes más violento en Venezuela, develó los fuertes lazos entre estos sectores y, en particular, el activismo de un grupo de conocidos empresarios de los medios. Ellos cartelizaron la campaña interna contra el gobierno bolivariano y ayudaron a programar la opinión pública mundial en contra del chavismo en su conjunto como fuerza política.
Se contrataron “data brokers” o compañías asociadas a plataformas de redes sociales como Facebook, que se dedican a la comercialización de potentes bases de datos para campañas de marketing político o puramente comerciales, con un extraordinario nivel de efectividad. Al menos dos grandes empresas internacionales de este tipo -Provea (estadounidense) y Criteo (francesa)-, se involucraron en las campañas de la oposición en la web.
Varias investigaciones demostraron el uso de robots para generar campañas virales y generar estados emocionales adversos al gobierno de Nicolás Maduro. Un caso evidente fue @DolarToday, la cuenta en Twitter de la página web del mismo nombre que se dedica a definir de manera especulativa el cambio del dólar en el mercado paralelo, proa de la guerra económica contra Venezuela. Esa cuenta genera unos mil mensajes por día y es una de las columnas fundamentales de la guerra de cuarta generación, que conecta la guerra económica con la simbólica, y financia parte de la campaña de propaganda contra Venezuela.

A pesar del uso de todos estos recursos combinados, el nivel técnico de la campaña y la toxicidad de la estrategia de desgaste, la ofensiva imperial fracasó estrepitosamente. La ética, el capital político acumulado por el chavismo y la capacidad de maniobra de su sistema comunicacional, blindaron al gobierno bolivariano frente a una maquinaria que empleó a fondo sus laboratorios de guerra no convencional y enormes reservas financieras para “La Salida” de Nicolás Maduro, la aniquilación de las conquistas sociales y el fin del experimento socialista en Venezuela.

¿Cómo fue esto posible? Hay seguramente otras variables en juego, pero vale la pena mencionar algunas fortalezas del sistema comunicacional del gobierno bolivariano que ayudan a entender los por qué:

1.-La dirección del país tiene una clara definición de la estrategia comunicacional, que es conocida y utilizada por todos los actores políticos e incluyó en esta campaña, como escenario fundamental, las redes sociales. Los principales dirigentes del país tienen cuentas en una o en varias plataformas, las usan con naturalidad e intensidad, y tienen capacidad de convocatoria tanto en el escenario on line como off line.

2.-Todo el aparato de gobierno es completamente visible. Sus líderes son conocidos y mantienen una vocería activa sobre los temas de la agenda política más relevante, de acuerdo con la coyuntura. Hay una permanente interlocución de la ciudadanía con los dirigentes bolivarianos por diversos canales. Algunos, incluso, sostienen programas muy populares de la televisión pública: Diosdado Cabello presenta “Con el Mazo Dando” y Jorge Rodríguez, “La política en el diván”. Generalmente el gobierno es la primera fuente en expresarse, cuando se produce algún ataque o se generan noticias falsas.

3.-Hay un juego permanente de la política, con flexibilidad para trazar el curso de la comunicación en la coyuntura. Frente a la propaganda negra y a la violencia simbólica, el chavismo generó mensajes de paz y de llamados al diálogo, a la construcción de un futuro de país, a la tolerancia, con narrativas pensadas para cada sector y clase social.

4.-El chavismo extiende su actuación militante a las redes. Conoce y se apropia del discurso de sus líderes, acompaña sus propuestas y desagrega los conceptos para generar contenido propio de forma activa. Entiende cada red social y su estilo, y traslada sus mensajes de manera creíble y personalizada. En los trending topics de Twitter jamás se posicionó una etiqueta opositora sin que estuviera acompaña de otra del chavismo.

5.-Es indudable la capacidad de negociación de Nicolás Maduro y su apuesta por el diálogo, frente a la violencia extrema de la oposición, que terminó entrampada por los demonios que ella misma desató. A pesar de que la campaña de odio se enfocaba sobre todo en su figura, brilló en estos días la inteligencia emocional del Presidente, su incansable capacidad de trabajo, su comprensión de la comunicación política, y del escenario digital, en particular.

6.-El tema de la paz y del diálogo le permitió al chavismo pasar a la ofensiva con mensajes que transversalizaron a toda la sociedad, mientras el liderazgo opositor estuvo a la defensiva frente a la Constituyente. A pesar del apoyo internacional, en lo interno, donde definitivamente se define el juego político, la oposición terminó dividida y fue desenmascarada la esencia terrorista de la convocatoria de sus principales dirigentes.

7.-El chavismo presentó una propuesta más racional y moralmente consistente, que le permitió halar a segmentos críticos de sus propias fuerzas, a la mayoría de los indecisos e incluso a sectores moderados de la oposición hartos de la violencia. La fortaleza de su mensaje se expresó en la elección del 30J con más de 8 millones de votantes.

Son hechos tangibles, pero no hay que confiarse, porque la Revolución bolivariana ha ganado una batalla, pero no la guerra. El poder global, ciego de ira, ha reaccionado torpemente con la amenaza de una intervención militar y seguramente aprenderá de la derrota. Aplacará la rabia con nuevos planes para destruir al chavismo. Activará nuevamente a sus laboratorios y a sus comisarios de la derecha internacional, y atacará con más fuerza. A las fuerzas progresistas de Venezuela y del mundo les tocará generar alianzas globales contra el poder transnacional, y acatar con inteligencia aquella máxima de El Cayapo: “Héroe no será en esta guerra quien más disparos realice, sino quien mas desactive situaciones de guerra.”

Por REDH-Cuba

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