Un refrán popular reza que “perro que ladra no muerde”,  aunque ello no quiera decir  que se subestime a determinados canes y no haya que vacunarlos contra la rabia.


Al actual presidente de Estados Unidos, el septuagenario Donald Trump, le quedan muy  pocos países, instituciones norteamericanas,  organismos  internacionales, medios de prensa y ciudadanos de este mundo, incluidos sus más cercanos colaboradores, a los que todavía no haya amenazado.

En menos de siete meses en el trono de Washington, Trump  ya tiene records de renuncias, destituciones y encontronazos en dondequiera,  porque su agresividad, o más preciso, su bravuconería,  lo enfrenta cotidianamente con los “suyos”,  además de con los gobiernos y dignatarios de la mayoría de las naciones, excepto casos bien conocidos  por su ilimitada sumisión al imperio del Norte, o por puros intereses económicos.

Dialogo y paz son palabras totalmente inexistentes en el escaso léxico del “emperador”, quien por el contrario reitera con enfermiza  frecuencia  ofensas,  injerencias o amenazas de uso de la fuerza contra casi todos.

El multimillonario mandatario  la ha emprendido  con potencias como  Rusia, China e Irán, ha vapuleado hasta a sus “fieles” aliados europeos,  y mantiene fuertes tensiones con Corea del Norte, así como con otras naciones del  Medio Oriente.

Anunció asimismo que hará retroceder  la política de Estados Unidos con respecto a Cuba y le mantendrá el bloqueo a la Isla, y por si fuera poco en las últimas horas enseñó nuevamente sus pesuñas a Venezuela.

El fanfarrón de Washington dijo el pasado viernes que no descartaba la opción militar contra la Revolución Bolivariana, después del claro triunfo del Chavismo en las elecciones democráticas  venezolanas por la Asamblea Nacional Constituyente.

Tal afirmación de Trump  hizo saltar las alarmas y generó el rechazo  en la mayoría de los países de la Patria Grande,  declarada Zona de Paz por la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC)  en su II Cumbre celebrada en La Habana, Cuba, en 2014.

Similares  reacciones de preocupación y repudio se han extendido al mismo tiempo por la comunidad  internacional ante los rugidos de guerra del ahora inquilino de la Casa Blanca que retumban hoy en todos los rincones del planeta tierra.

Es real que la irritación permanente del “sietemesinos emperador” representa un grave peligro para la humanidad, pero igual es cierto que su imperio puede desmoronarse definitivamente  si  su ofuscación  lo conduce a la locura de terminar en una conflagración de grandes proporciones.

Los “tanques pensantes” norteamericanos, y también su propio presidente,  saben muy bien  que  el mundo actual  es diferente, que el dominio unipolar  es  ya cosa del pasado, y que una “aventura loca” puede llevar a Washington a la ruina.

Con problemas mentales o no, ello por supuesto corresponde diagnosticarlo a un psiquiatra,  Trump tiene muchas posibilidades de ser destronado por los “suyos”, porque lo que si no duda nadie es que mantiene a Estados Unidos en total incertidumbre.

Un refrán popular reza que “perro que ladra no muerde”,  aunque ello no quiera decir  que se subestime a determinados canes y no haya que vacunarlos contra la rabia.

Trump es cada vez más su principal adversario.

Por REDH-Cuba

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