En esta obra cinematográfica que ha cosechado un unánime reconocimiento internacional, el cineasta colombiano Ciro Guerra expone de forma sobrecogedora lo que el fenómeno de la colonización y el proceso de dominación tuvieron siempre el empeño de silenciar. Explica el encuentro entre los indígenas y los exploradores europeos, invirtiendo el llamado “Descubrimiento del Nuevo Mundo”, ahora visto bajo el punto de vista indígena.


Fuente: Investigaction

Estrenada en 2015, la obra está basada en documentos fotográficos y en los diarios que relatan la expedición en la selva colombiana de dos científicos, el alemán Theodor Koch-Grünberg en 1909 y el estadounidense Richard Evans Schultes en 1940. Reproduce elementos históricos y testimoniales de gran valor documental y etnográfico, sobretodo en el primer período evocado, marcado por el Boom de la explotación del caucho.

En la obra alternan dos épocas diferentes en las que, durante su edad adulta y su vejez, el protagonista principal, Karamakate, decide acompañar a dos científicos -uno europeo, el otro estadounidense- que buscan la planta sagrada de su pueblo. Según Ciro Guerra, la opción de presentar a dos personajes distintos se justifica porque en la cosmovisión indígena la complementariedad de los seres vivos a través de las generaciones cobra un sentido especial.

 

Colonialismo y destrucción

Personaje solitario, desde su niñez Karamakate siempre vivió en la profundidad de la selva, desde que logró huir a la masacre de su pueblo -los cohiuanos- por los colombianos. Desde entonces es un guerrero-chamán que busca el sentido de su vida a partir de un sueño: transmitir su saber ancestral (“la canción”) a su pueblo. Ese objetivo parece coincidir en parte con el del viejo explorador Theodor, quien busca la planta Yakruna (en realidad, la planta sagrada del pueblo de Karamakate).

La llegada de Karamakate y Theodor al pueblo de los cohiuanos está desprovista de cualquier lirismo o sentimentalismo. Karamakate está vestido de forma tradicional, con una cinta de plumas en la cabeza. Ese signo vestimental simboliza al guerrero que retorna al hogar tras la larga soledad de su misión. Cuando la canoa llega a su destinación y escuchamos la voz de Theodor: “los cohiuanos vivían aqui”, la descripción de la secuencia se hace mediante la asociación de unas imágenes que siguen una lógica rigurosa. Primero, las imágenes muestran un lugar marcado por la desforestación. En el instante en que Karamakate pone el pie en la orilla, está redescubriendo el lugar de su infancia. A proximidad, descubre las ruinas prácticamente intactas de los peldaños que pertenecen a la arquitectura de una civilización autóctona, la suya. Esos peldaños simbolizan así la importancia de la civilización que existía antes de la llegada de los europeos. Esa significación es central para la película, puesto que en ella se ha optado por privilegiar el punto de vista indígena.

Recordemos que, mediante una clasificación científica marcada por prejuicios racistas, los europeos habían establecido que esas culturas se situaban por debajo de la civilización europea. Habian creado así una oposición artificial entre barbarie y civilización, optando por la destrucción de la diversidad cultural autóctona mediante la “evangelizacion de los bárbaros”. Así, para los europeos las culturas de los indigenas amazónicos eran designadas con el peyorativo de “chunchos”, y consideraban que no habían alcanzado un grado de civilización similar al de las “altas culturas indígenas”, asiáticas o americanas. De ese modo volvian imposible la oportunidad del diálogo intercultural entre dos interlocutores situados en un plano de igualdad.

Las siguientes imágenes de la secuencia presentan al menos tres problemáticas: el problema del alcohol mediante la imagen de un indígena en el suelo con una botella y su relación con la muerte; el de la guerra incluyendo la noción de frontera militar y de identidad nacional, al presentar un fuerte militar con soldados atrincherados en su interior que gritan una sola pregunta insistente : “¿Colombiano?” ; y por último, el de la pérdida definitiva de la cultura de sus ancestros y de su saber, mediante las burlas de los indígenas de su propia etnia: “llegó el Sirgu” y “festejamos el fin del mundo con Yakruna”.

Al descubrir cómo los cohiuanos utilizan con fines no sagrados la planta de sus ancestros, y siendo el testigo de la pérdida de identidad de los cohiuanos y su complicidad hacia los colonos, Karamakate le agarra del cuello y le pregunta: “¿por qué lo has hecho?”. Pero su actitud no está marcada por la venganza. No personaliza el problema en los cohiuanos supervivientes ni les considera culpables absolutos. El origen de las desgracias es el colonialismo, por eso no les condena totalmente.

Al descubrir que su pueblo está en decadencia, el sueño de Karamate se confronta a la dura realidad : los europeos han destruido a su pueblo y van a seguir destruyendo a los demás pueblos indígenas. Por eso toma la decisión de destruir también la planta Yakruna, diciéndole a Theodor : “es el Saber más grande de mi pueblo…pero tú no te lo vas a llevar contigo”. Esta idea revela una cosmovisión de tipo biocéntrica, en la que existe unidad entre la naturaleza y el indígena; por lo tanto se opone a la visión antropocéntrica del mundo de los blancos.

Esta escena presenta la primera resolución del conflicto que opone al joven Karamakate con el europeo, que puede resumirse como el problema de la ciencia que sirve a fines de muerte y destrucción. Efectivamente, Karamakate considera que el descubrimiento de la planta Yakruna por los blancos puede significar el mismo drama que la explotación del caucho. Esa problemática es por lo tanto central en el argumento de la obra. La primera solución que el Karamakate joven encuentra, es la eliminación del riesgo mediante la destrucción del árbol, al pegarle fuego. Pero esa decisión conlleva igualmente su pérdida de identidad… El final de la secuencia está marcada por la llegada de los soldados colombianos mediante el ruido de los disparos, la imagen de huída del pueblo, y la idea de un nuevo éxodo por la guerra.

 

El otro es uno mismo

 

El encuentro con el viejo europeo despierta en Karamakate su identidad de guerrero chamán. Por eso su sueño tiene un carácter sagrado, ya que le ofrece nuevamente la oportunidad de cumplir el rito. Tras haber confirmado la destrucción de su pueblo, ¿cómo realizará su misión, es decir transmitir el saber ancestral?

Karamakate expone su creencia en la figura del chullachaqui, que corresponde por una parte a la imagen errante y vacía de uno mismo que existe en otro lugar; y por otra parte, a la posibilidad y al riesgo para cualquiera de transformarse en esa sombra de uno mismo.

Así, unas décadas más tarde, el Karamakate viejo nuevamente acompaña a un explorador estadounidense, que sigue los pasos del viejo profesor Theodor gracias a su diario. Cuando juntos escalan la montaña del “Taller de los Dioses”, allí descubren la última flor existente de la planta Yakruna. El Karamakate viejo desarrolla una identificación plena entre el destino de la planta y la del último representante de su pueblo (que es el depositario de su saber).

Desde el inicio de la historia, la relación de Karamakate con los extranjeros está marcada por la progresiva revelación de sus intereses opuestos e irreconciliables. No puede surgir el diálogo verdadero de un contexto marcado por la opresión. Ahora bien, Karamakate sabe que la intención del hombre blanco no es verdaderamente científica, sino que le mueven razones económicas : pretende reemplazar la explotación del caucho por la de otra planta. Por sus características, esa planta podría ser la Yakruna.

El destino de su pueblo ya está sellado, como también el de las diferentes etnias sometidas a la esclavitud por los colonos en las plantaciones de caucho. Cuando la destrucción completa se cierne contra los suyos, su sueño de chamán parece haberse frustrado.  A pesar de todo, Karamate le da una segunda oportunidad al hombre blanco, en quien reconoce la humanidad.

El contexto histórico en el que se inscribe la obra es significativo. A partir de los anos 1950, los estadounidenses reforzarán su presencia en la Amazonía, e intentarán influenciar a través de sus ONG’s en la agenda política nacional de varios países de la región mediante programas de ayuda y cooperación en el marco de la Guerra Fría. A la luz de la historia reciente contemporánea, podemos preguntarnos qué papel tienen todavía los científicos en la región amazónica, y cómo han evolucionado esas relaciones en los países que actualmente reconocen el desarrollo de la cultura y la identidad de los pueblos indígenas en la búsqueda de su emancipación colectiva.

 

Por REDH-Cuba

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