Ya han pasado 50 años desde que Fidel Castro anunció que la noticia de la muerte del guerrillero era cierta. Para una militancia política que había nacido bajo su cercana presencia, sus palabras y su ejemplo, fue difícil de asimilar.
Cómo seguir luchando sin saber si, en algún lugar del mundo, él está luchando también. Sin contar con su ánimo, con su voluntad, con su enérgica presencia, con sus inquebrantables ganas de transformar el mundo revolucionariamente. Sin embargo, Fidel nos ayudaba a sacar fuerza de aquella pérdida.
Sus últimas imágenes nos dolían en lo más hondo. Sentíamos que lo habíamos abandonado, que había estado solo, encerrado, sin posibilidad de romper el cerco levantado por fuerzas monstruosas. Pero había que seguir adelante. No fue fácil. La primera reacción fue seguir el camino empezado por el Che, Fidel y sus compañeros. Fue una grave pérdida pero todo apuntaba a que la lucha no había cambiado por ello.
Sin embargo, no solo fue una pérdida personalmente durísima, fue también la derrota de un proyecto para potenciar y coordinar desde Bolivia los núcleos guerrilleros ya existentes y los que empezaban a desarrollarse. Tanto fue así, que, en una reunión del Comité General, el Partido Comunista de Cuba mostraba las consecuencias de la derrota de la ruptura del aislamiento de la Revolución, buscando alianzas de otro orden que permitieran consolidar la victoria de 1959. Poco después, Cuba estableció lazos estratégicos con la URSS y el campo socialista que apuntaron a la ruptura de aquel aislamiento y apostaron por la revolución latinoamericana.
A su vez, surgía en Chile la sorprendente experiencia socialista pero por vías muy distintas. Salvador Allende tenía un libro que le había regalado el Che con una dedicatoria que decía que los dos peleaban “por el mismo objetivo, por caminos distintos”.
El golpe en Chile hizo que el “nuevo topo latinoamericano” – como llamé a ese fenómeno en un de mis libros – retomara el camino anterior. Con la victoria de la guerrilla en Nicaragua y el surgimiento de núcleos similares en El Salvador y Guatemala, parecía que la vía guerrillera tomaba nuevo impulso.
Pero un cambio mayor a escala mundial, hizo que los caminos de la izquierda latinoamericana tuvieran que cerrar un capítulo. El fin de la URSS cerró un período histórico y planteó la hegemonía imperial norteamericana como un fenómeno mundial, aparentemente sin fronteras. Los movimientos guerrilleros salvadoreño y guatemalteco asumieron las consecuencias y trataron de reciclarse hacia la vida institucional. Finalmente, las guerrillas colombianas hicieron algo similar.
La izquierda latinoamericana volvería a aparecer como fuerza determinante en nuestra historia con la resistencia al neoliberalismo y la construcción de alternativas al nuevo modelo hegemónico del capitalismo. Sus nuevos líderes se reconocen en los líderes del período anterior, entre ellos sobretodo en Fidel y el Che, pero saben que las condiciones de lucha han cambiado, se han vuelto más difíciles, con caminos más complejos de trillar.
La izquierda del siglo XXI es antineoliberal, lucha por la democratización del Estado, la idea misma de revolución adquiere otro sentido, como argumenta Álvaro García Linera. si alguna fuerza latinoamericana apelara al enfrentamiento armado, seguramente sería aplastada. La profundización revolucionaria de la democracia, transformando su mismo carácter, es la vía que trilla la izquierda latinoamericana del siglo XXI.
El Che vivió la lucha guerrillera, el camino de la ruptura revolucionaria, y la Revolución Cubana como la mejor expresión victoriosa. Y su imagen sigue muy vigente para la izquierda del siglo XXI.
Primero, el ejemplo de militante dedicado a la lucha por la transformación revolucionaria de nuestras sociedades. Indisolublemente vinculado a esto, el carácter profundamente ético de la vida de un militante y del proyecto de transformación de la sociedad. En tercer lugar, la conciencia de que el objetivo de esas transformaciones era la ruptura con el capitalismo y la construcción del socialismo. Y todo ello en el marco del internacionalismo, de la solidaridad con la lucha de todos los pueblos del mundo.
No olvidemos la imagen del Che, esa foto impresionante mirando los destrozos de la acción terrorista que hizo volar un barco de origen belga en el puerto de Habana, barco que llevaba armas para que Cuba pudiera defenderse de las agresiones norteamericanas. Esa es la foto más vista en el mundo. Es su mirada, el vigor de su forma de ver las cosas, esa imagen que acompañó y sigue acompañando a todos los que luchan y son solidarios con todos los que quieren un mundo mejor, mas humano, mas a la medida de los valores que el Che inculca con su ejemplo, con sus palabras, con su vida, aun 50 años después de aquella dolorosa noticia de su muerte.