Antes de que se fuera a desalambrar con Pedro y María, con Juan y José y con todos nosotros, Daniel Viglietti, el entrañable juglar de nuestra América, ya era una leyenda incandescente. Sus versos humanos, para decirlo con lenguaje vallejiano, nos convocan para continuar en nuestras batallas cotidianas.
Viglietti fue un paradigma en el campo artístico de nuestro continente. Se entregó, de manera generosa, a la causa de los pobres del mundo, motivo por el cual sufrió persecución, prisión y exilio y por otro lado fue de aquellos que se impusieron con inmensa creatividad y apasionado fervor la tarea de componer canciones que hoy son bellísimos testimonios de amor y de combate.
En más de una oportunidad tuvimos oportunidad de compartir poemas, canciones y tareas de solidaridad, pues, formamos parte de la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad. Como pocos artistas contemporáneos, Viglietti, supo enlazar ética y estética. Además de crear canciones de bellísimas resonancias poéticas, supo encontrar el tono y la melodía apropiada para musicalizar poemas de Vallejo, Lorca, Alberti, Guillén y otros poetas notables latinoamericanos.
En la previa a una entrevista que nos hiciera en La Habana sobre las canciones cantadas por José María Arguedas, Viglietti nos confió un sentir profundo: «A Vallejo lo llevo en el alma». Dolidos como estamos ante sus ausencia física, como un bordón inconsolable podemos cantar «A Viglietti lo llevo en el corazón».