Lo cierto es que gracias a Fidel todavía podemos decir que existe uno de los componentes para que la sociedad cubana esté en cualquier momento entre las más avanzadas y ricas de este mundo. Tenemos un modesto pero aún importante sector de la sociedad que se dedica a la ciencia y a la tecnología desde las universidades, los hospitales y los centros de investigación que aún existen y producen saber. También persiste la cultura política que hace que estos principios puedan prevalecer.
Fuente: Cubadebate
La ciencia es la forma de crear saber para que homo sapiens sea y viva cada vez mejor. También representa la única posibilidad de supervivencia de nuestra especie. Como buenos integrantes del sistema vivo en nuestro planeta, desde que apareció nuestra especie como entidad genética identificable estamos depredando nuestro entorno, muchas veces sin haber sabido que lo hacíamos. Hemos buscado siempre lo que cualquier otra: supervivir como individuos y como especie. La capacidad extraordinaria que se nos seleccionó de poder asimilar e intercambiar información nos hizo también perseguir la forma de hacerlo lo mejor y más placenteramente posible. Y cada vez lo logramos más eficientemente. Gracias a la ciencia ya hemos aprendido también hasta donde podemos llegar en estos propósitos y hasta dónde podemos seguir usando los recursos naturales sin agotarlos ni convertir nuestro entorno en inhabitable. La ciencia nos permitió, por ejemplo, darnos cuenta de que los llamados gases de efecto invernadero, que hoy liberamos en la atmósfera a velocidades nunca antes vistas en la naturaleza, cambian su capacidad calórica y con ella el clima. Y también la ciencia nos dice cómo podemos resolver el problema con afectaciones solubles a nuestros propósitos de bienestar, supervivencia y reproducción.
La política, la forma en que se gobierna una comunidad humana, nos permite que la ciencia cumpla su cometido. Si todo el conocimiento y tecnología acumuladas no encuentran un ambiente político y económico que les permita realizarse, de nada vale crear y tener mucho conocimiento. Es como si se tuvieran todas las partituras de música posibles y no se dispusiera de instrumento alguno para ejecutarlas. Los creadores de conocimiento, los científicos, los tecnólogos, sus alumnos, están a merced de las facilidades que da la política y las reglas económicas para que pueda convertirse ese saber en bienestar. El éxito no depende ni de los científicos, ni de los tecnólogos, ni de los innovadores, ni de los empresarios, ni de los economistas, ni de los políticos; de ninguno por separado. Depende de la sistémica más o menos exitosa que todos construyan conjuntamente y de un entorno favorable para ello. Ese entorno tiene un componente cultural importantísimo para que logre esa compleja sinergia de tantas profesiones y actividades.
Fidel y el Che eran ante todo políticos. La ciencia, como profesión y dedicación principal no era su centro de atención. Sin embargo, desarrollaron la política desde una forma de pensar principalmente científica y su cultura les permitió apreciar lo importante que es el saber para que podamos sobrevivir y hacerlo mejor cada día. La obra fundadora de la Revolución Cubana en este campo será antológica para el futuro. Sería interesante desentrañar sobre todo el origen de la clarividencia de Fidel en este campo. El Che venía de una educación rioplatense donde mucho de la mejor cultura científica creadora europea había tenido un nicho de desarrollo. No era el caso de Fidel, que había surgido de un entorno esperablemente conservador, desde una burguesía agraria solvente y cuya herencia cultural estaba más cercana a Torquemada y Millán Astray que a Diderot y Newton. Solo una persona tan extraordinaria pudo dar un salto tan dramático en su proyección política. Sería de estudiar la influencia positiva que tuvo para eso su educación en las escuelas De La Salle y de la Compañía de Jesús, en Santiago y en La Habana. Eran instituciones religiosas europeas con tradiciones científicas en estas tierras americanas. Alain y León, de la Congregación de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, De La Salle, elaboraron una de las versiones de la Flora de Cuba más importantes de la historia en el propio siglo XX. Los estudios de los ciclones tropicales tienen en el padre jesuita Benito Viñes un referente inevitable desde sus estudios pioneros en el siglo XIX. Eran escuelas de educación media y superior donde se apreciaba el conocimiento y se hacía ciencia.
La creación de las escuelas vocacionales por Fidel, tratando de fomentar ambientes especiales para potenciar talentos especiales, fue una política audaz. La sociedad cubana recoge sus frutos todos los días en el trabajo de los que se educaron en ellas y pudieron realizar de la forma más eficiente sus inclinaciones y talentos personales. Pudieran ser muchos más si hubiéramos podido retener muchos de esos talentos que no ya no trabajan directamente para la Patria que los formó. Un tributo efectivo a la memoria de Fidel sería que estas escuelas se fortalezcan al máximo para que nuestras futuras generaciones puedan hacer un uso privilegiado del talento nacional de forma todavía más efectiva y que nuestra organización económica favorezca que tales talentos se entreguen a Cuba. Igualmente, la creación de la universidad científica cubana, obra directa de la reforma de 1962 y de la acción diaria de Fidel, fue otra política audaz cuyos resultados son palpables en toda obra social actual donde interviene el carácter creador y sabiamente emprendedor de nuestros más de un millón de graduados. El cultivo de talentos y la universidad científica son monumentos vivos a la obra política de Fidel que es preciso preservar y engrandecer hacia el futuro, como un homenaje que él agradecería más que cualquier rendición de culto o acto de fe.
Lo cierto es que gracias a Fidel todavía podemos decir que existe uno de los componentes para que la sociedad cubana esté en cualquier momento entre las más avanzadas y ricas de este mundo. Tenemos un modesto pero aún importante sector de la sociedad que se dedica a la ciencia y a la tecnología desde las universidades, los hospitales y los centros de investigación que aún existen y producen saber. También persiste la cultura política que hace que estos principios puedan prevalecer.
Para que la ciencia avance y se haga efectiva en bien de la sociedad la política debe ser audaz y la economía capaz. La política científica guiada por políticos audaces que no tienen que ser científicos, pero si cultivadores irrestrictos del saber, acompañada de la ciencia, la tecnología y la innovación son claves de riqueza. Le corresponde a una organización económica adecuada la realización de esas condiciones. La nuestra actual, en espera de la implementación de los acuerdos del PCC y del gobierno, no favorece aún la potenciación debida de la política y de la ciencia. Tampoco favorece que podamos aprovechar al máximo la audacia y creatividad legadas por Fidel. En tiempos de recordación del líder es muy bueno hacerlo con acciones, cambiando lo que debe ser cambiado.