Es evidente que Estados Unidos atraviesa por una compleja situación social, provocada en primera instancia por la crisis estructural del sistema capitalista y por el agotamiento de su modelo socioeconómico neoliberal. De ahí que nuevamente el establishment intenta hacer reajustes al sistema, conscientes de que todos los estadounidenses no «son creados iguales», ni gozan de ciertos «derechos inalienables».
Fuente: Granma
Desde el proceso de colonización inglesa de América del Norte hace casi cuatro siglos, se fue conformando el credo político estadounidense. En 1630, durante un discurso pronunciado a bordo del buque Arabella, en la Bahía de Massachusetts, John Winthrop antes de desembarcar dijo que los colonos fundarían una «ciudad en la colina» que todo el mundo vería como un ejemplo a seguir.
Esos argumentos han sido utilizados y manipulados en toda la historia de Estados Unidos, desde el desplazamiento de la población autóctona, la independencia de las Trece Colonias de Norteamérica, hasta la actualidad. El documento conocido como la «Declaración de Independencia», promulgado el 4 de julio de 1776, estableció algunos de los principios fundamentales que supuestamente tendría el país: «todos los hombres son creados iguales; son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad».
Sin embargo, la joven nación no pudo lograr la igualdad proclamada entre sus ciudadanos y tuvo que esperar casi un siglo para declarar la abolición de la esclavitud. Siempre gobernó una élite rica concentrada en el 1% de la población que aparentaba mantener satisfechos a las clases media y la trabajadora, mientras crecía la población pobre.
El 2018 comenzó con malas noticias para el pueblo estadounidense con la entrada en vigor de la reforma fiscal, considerada la más profunda del país en las últimas tres décadas y la primera victoria política del presidente Donald Trump a casi un año de asumir la Casa Blanca. El recorte de impuestos asciende a cerca de 1,5 billones de dólares en los próximos diez años, que proporcionará recortes impositivos generosos a las corporaciones y a los más ricos.
Para poder pagar las grandes rebajas en el impuesto a los más beneficiados, el gobierno argumentó que la medida va dirigida a generar más empleos y repatriar el capital estadounidense en el exterior. Sin embargo, al hacer supuestos ahorros eliminará varios programas sociales que pudieran ayudar a los más necesitados, como dejar a unos 13 millones de estadounidenses sin seguro médico. El paquete fiscal aumentará la desigualdad social e incrementará la brecha de ingresos entre ricos y pobres.
El estadounidense Paul Krugman, Premio Nobel de Economía, al analizar el impacto que tendría para Estados Unidos las nuevas medidas, y parafraseando el famoso discurso del presidente Abraham Lincoln «el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo», develó la esencia de la reforma fiscal firmada por Trump: «hablamos del gobierno del pueblo, no por el pueblo y para el pueblo, sino por los donantes ricos y para los donantes ricos».
Esa es la realidad que tendrá que afrontar la mayoría de la población estadounidense, y las personas que migran atraídos por el mito de «la tierra de las oportunidades» y del «sueño americano», que se ha convertido en la práctica en una verdadera pesadilla. Según la Oficina del Censo de Estados Unidos, más de 40 millones de personas (más de 1 de cada 8 estadounidenses) viven en la pobreza, y de ellos, 18,5 millones viven en la extrema pobreza.
También ha crecido el número de estadounidenses que duermen en las calles. Según el último censo del Departamento de Vivienda de Estados Unidos, publicado en diciembre de 2017, en el país hay 553 742 personas sin hogar. Uno de cada cinco vive en Nueva York o en Los Ángeles.
Es evidente que Estados Unidos atraviesa por una compleja situación social, provocada en primera instancia por la crisis estructural del sistema capitalista y por el agotamiento de su modelo socioeconómico neoliberal. De ahí que nuevamente el establishment intenta hacer reajustes al sistema, conscientes de que todos los estadounidenses no «son creados iguales», ni gozan de ciertos «derechos inalienables». Continúan preocupados porque cada día son menos en el mundo que ven a la «ciudad en la colina» como un ejemplo a seguir en el 2018 y mucho menos en los años venideros.