Dos siglos después, las ideas de dos de los principales próceres independentistas de Nuestra América, el cubano José Martí y el venezolano Simón Bolívar, tienen una marcada vigencia en la realidad que viven actualmente las naciones y los pueblos al sur del Río Bravo y hasta la Patagonia, amenazados desde entonces por el más cruel y poderoso imperio de la historia: Estados Unidos.

En unas de las más conocidas misivas de Martí, la inconclusa que escribió a su amigo Manuel Mercado, el 18 de mayo de 1895, un día antes de caer en combate, el Héroe Nacional de Cuba alertó sobre los peligros que para la Patria Grande representaba EE.UU, al que denominó el norte brutal y revuelto.

En su carta a Mercado, el apóstol de la nación caribeña subrayó: “… ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país y por mi deber … de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América…”

Hoy preservar la soberanía de Venezuela y su Revolución frente a las continuas agresiones de Washington es la única opción posible de evitar que el “gigante de las siete leguas” arremeta una vez más con todo su poderío sobre nuestra región, a la que siempre ha pretendido subyuga en nombre de la democracia oligárquica.

Bolívar en una epístola que envió desde Guayaquil, Ecuador, en 1829, al Coronel Patricio Campbell, señaló que “los Estados Unidos parecen destinados por la providencia a plagar la América de miserias en nombre de la libertad”.

Eso es exactamente lo que han hecho desde entonces las sucesivas administraciones norteamericanas, y lo que procura hacer la que ahora mal encabeza el mandatario Donald Trump, quien ha revivido la retrograda “Doctrina Monroe” para la reconquista de la Patria Grande.

Al menos, ello fue lo que declaró el jefe de la diplomacia de la Casa, Rex Tillerson, antes de iniciar su recién concluida gira por la región que incluyó varios países, entre ellos Perú, Colombia, Argentina y México, en busca de apoyo para cercar aún más a Venezuela y preparar una eventual agresión castrense contra esa nación sudamericana.

La citada doctrina, establecida en 1823 por el otrora presidente de EE.UU, James Monroe, se sintetiza en la frase América para los americanos, pero claro en el entendido que todo el continente es de, y solo para los estadounidenses.

Ello implica tomarse atribuciones neocolonialistas y por supuesto el derecho a inmiscuirse en los asuntos internos de los países soberanos de Latinoamérica y el Caribe, e incluso intervenirlos militarmente como lo han hecho a lo largo de la historia.

Ante esa agresividad de Washington, la respuesta no puede ser otra que la escrita por Martí, aunque en este siglo XXI diríamos que hay que impedir con la independencia de Venezuela que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más sobre nuestras tierras de América.

De lo contrario, el imperio del norte continuará plagando de miserias a todos los pueblos de la región, como lo avizoró Bolívar hace ya dos centurias.

Por REDH-Cuba

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