Como la vida nos demuestra, la mayoría de los personajes que integran el equipo que hoy desgobierna los Estados Unidos desde la Casa Blanca, parecen salidos del libreto de una de las películas de terror que muestra la televisión los fines de semana.
En opinión de muchos analistas, uno de estos tenebrosos engendros es el vicepresidente Mike Pence.
De las siniestras intenciones hacia Cuba y Venezuela ya tuvimos un adelanto durante la Cumbre de las Américas, celebrada en Lima, Perú, donde recibió una contundente respuesta del Ministro de Relaciones Exteriores, Bruno Rodríguez Parrilla.
Como al parecer todavía el señor vicepresidente del Imperio yanqui no ha aprendido la lección de que ¡con Cuba no se metan!, acaba de arremeter de nuevo contra nuestro país, Venezuela y Nicaragua, nada menos que en la sede de la despretigiada OEA en Washington.
Cuba descalificó de inmediato las acusaciones emitidas por el vicepresidente estadounidense, quien acusó a las tres naciones latinoamericanas de vivir bajo una “oscura nube de tiranía”.
Comentando lo expuesto, Carlos Fernández de Cossío, director general para EE.UU. del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba expresó que: “EEUU pretende encontrar una justificación para aplicar viejas recetas con las cuales, durante décadas, limitó el desarrollo de nuestro continente y puso impedimentos para la independencia de las naciones de la región, y se opone a los países y gobiernos que aplican políticas públicas en beneficio de la población y no satisfacen los intereses y ambiciones del imperialismo”.
Lo que ha hecho Estados Unidos, en la práctica, es recordar a los latinoamericanos “que la Doctrina Monroe está tan vigente hoy, como lo estuvo siempre”.
“El vicepresidente de Estados Unidos, además de atacar a Cuba, Venezuela y Nicaragua, ha dicho la gran mentira de que Estados Unidos ha tenido un compromiso de larga data con la democracia y la libertad en nuestro continente”, indicó Cossio.
El diplomático cubano destacó que Pence pronunció su discurso en la OEA, “una institución conocida por su complicidad con los crímenes más horrendos en este hemisferio, por su apoyo a los golpes de Estado, por su respaldo a las dictaduras más brutales, a acciones como asesinatos, torturas, desapariciones”.
Mike Pence el paladín derechista que debe controlar a Trump
La elección de Donald Trump envió ondas de choque negativas a las atribuladas mentes de personas en todo el mundo. Poco a poco, millones de personas experimentan hoy el horror de que un candidato que promovió su figura a través de una plataforma abiertamente intolerante, amenazó a inmigrantes y musulmanes y ostentó una misoginia flagrante, es presidente de la potencia imperial.
Pero el ascenso de Pence a la segunda posición más poderosa en el gobierno de Estados Unidos es un logro tremendo para la ultraderecha radical. Pence y sus compañeros de lucha de la supremacía fascista norteamericana no habrían sido capaces de ganar la Casa Blanca por sí mismos. Para ellos, Donald Trump fue un regalo del cielo. ›Trump es un caballo de Troya para una cábala de fanáticos crueles que ha anhelado durante mucho tiempo una teocracia extremista, y Pence es uno de sus guerreros más preciados. Pence dio a Trump una credibilidad muy necesaria entre los votantes evangélicos y el establishment del gobierno.
Él es el hombre que trabaja codo con codo con Trump para hacer realidad su programa. Él es la persona que no solo gobernará en la sombra, sino que si a Trump le pasara algo como algunos desean, accederá al cargo del presidente de forma directa. Por eso debemos conocerlo mejor.
Después de dos derrotas en su intento por convertirse en congresista, estuvo trabajando durante una década como presentador de radio, donde se creó una buena fama entre los oyentes de derechas. Pence consiguió finalmente su puesto en el Congreso en 2001. Siempre tuvo carisma entre el público y determinación para ascender en el organigrama del partido, pero desde dentro le criticaban y animaban a corregir su falta de mayor compromiso con las ideas conservadoras.
Para cambiar esta idea presidió el grupo del ala dura de la derecha del Comité de Estudios Republicanos. También criticó la política garantista de Bush hijo de cubrir el gasto medicinal a través de Medicare. Fue un azote de los conservadores contra las políticas sociales de Obama, y se vio favorecido por la ascensión del Tea Party. Para este tiempo, las ideas de Pence estaban consolidadas y son las mismas que defiende hoy.
Así, Pence nunca ha vacilado en su compromiso con el militarismo estadounidense, la penalización del aborto y el odio absoluto por los homosexuales, a menos que vayan a la terapia de conversión “para cambiar su comportamiento sexual”, por la que ha sugerido, debería pagar el gobierno.
Pence dio inmunidad retroactiva a las empresas de telecomunicaciones implicadas en el espionaje sin orden judicial. A él no le gusta la supervisión del Congreso a los interrogatorios de la CIA, en los que, dicho sea de paso, Trump cree que debería incluirse el submarino y otras torturas que sean “un infierno peor que el submarino”.
Pence se ha pronunciado por la ilegalidad de la tortura, pero dijo que los “interrogatorios mejorados” han salvado vidas. Él ha definido las estrategias de interrogatorio no coercitivas basadas en la construcción de relaciones como “métodos Oprah Winfrey”. Además, está en contra de la protección de informantes que prohibirían las represalias por la denuncia de delitos o faltas.
En 2002, la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU por sus siglas en inglés) le dio una calificación de 7% en derechos civiles.
Él quiere que EE.UU. reanude la práctica de recibir nuevos presos en la cárcel de Guantánamo o, como Trump lo expresó, “llenarla”. Pence también comulga con la idea del uso ampliado del sistema de tribunales militares.
Pence ha afirmado que quiere “aislar económicamente” a Irán en lugar de participar en un ataque militar. Pero si Israel decidiera llevar a cabo ataques preventivos contra las instalaciones nucleares de Irán, dijo en 2010, “si el mundo debe saber algo, debe saber esto: que Estados Unidos continuará apoyando a Israel”. Él ha apoyado un fallido esfuerzo legislativo para que la política de Estados Unidos “use todos los medios necesarios para hacer frente y eliminar las amenazas nucleares planteadas por la República Islámica de Irán, incluyendo el uso de la fuerza militar”.
Tanto en la retórica como en la política, Pence ha comparado al “Islam radical” con el “imperio del mal de la Unión Soviética”, y dijo que él y Trump “nombrarán al enemigo” y “organizarán los recursos de nuestra nación y de nuestros aliados para darles caza y destruirlos antes de que nos amenacen”.
Como The Intercept ha informado ampliamente, durante el tiempo que fue gobernador de Indiana, Pence firmó una ley para quemar o enterrar el tejido fetal de los abortos, por lo que su estado es uno de los más medievales si de enfoques de derechos reproductivos se trata. Esta ley afirmó “garantiza un tratamiento final digno para los no nacidos”, y fue finalmente suspendida por un juez federal, quien dijo que probablemente resultaba inconstitucional.
Pence ha estado en la vanguardia del movimiento para recortar los fondos de Planned Parenthood [Planificación de la Familia]. “Veremos a Roe v. Wade (un caso que llegó a la Suprema Corte y el que avaló el aborto a nivel federal) consignado al basurero de la historia, donde pertenece”, dijo.
En el Congreso, Pence votó para sancionar penalmente a los médicos que realicen abortos tardíos, excepto en los casos en que la vida de la mujer estuviera en peligro. Un médico que “mata a un feto humano” se enfrenta a dos años de prisión, de acuerdo a la ley.
También apoya el muro que Trump quiere construir en la frontera con México. Cree en la auto-deportación y ha mostrado una de las posiciones más virulentas en contra de que EE.UU. acoja a refugiados procedentes de Siria. Durante su defensa de una propuesta de prohibición para que los refugiados sirios entraran en Indiana, Pence dijo que era necesaria para “garantizar la seguridad de todos los residentes de Indiana”.
Él ha abogado por una mayor militarización de la llamada guerra contra las drogas, incluidas las patrullas militares. Pence ha denunciado a activistas y otras personas que han protestado por los homicidios de la policía de afroamericanos desarmados, acusándolos de “apoderarse de la tragedia como consecuencia de disparos de acción de la policía”. Él dice que le resulta ofensivo “utilizar una brocha gorda para acusar a las fuerzas del orden de sesgo implícito o de racismo institucional y que eso realmente tiene que parar”. Ha dicho que “los agentes de policía son los mejores de nosotros”.
Además, es un firme defensor de los programas Stop-and-Frisk (detención y registro), que en Nueva York fueron usados de forma abrumadora en contra de la gente de color. “Tienen una base constitucional sólida”, sostuvo, y añadió que quería extender la práctica a todo el país.
Pence se opuso a la ayuda del gobierno de Estados Unidos a los trabajadores que perdieron su empleo debido a los acuerdos de libre comercio y ha apoyado todos los programas neoliberales de comercio desde su primer cargo público. Fue un defensor vocal del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP) hasta que se unió a Trump en esa boleta, y ahora afirma estar valorando la “sabiduría” del acuerdo.
Ha votado en contra del salario igualitario
Entre algunas de las medidas progresistas llevadas a cabo por la administración Obama encontramos la Lilly Ledbetter Fair Pay Act, ley aprobada en 2009 con el nombre una mujer que luchó durante años para recibir el mismo salario que sus compañeros de trabajo y consiguió que el gobierno garantizara que todo aquel que realice las mismas tareas reciban el mismo salario independientemente de su sexo, raza, religión u orientación sexual. Aunque parece una ley lógica, para Mike Pence no lo es, tanto que durante el proceso de aprobación, votó varias veces en contra y, de paso, también de subir el salario mínimo
El vicepresidente apuesta por las políticas tradicionales de su partido. Recortes de impuestos, aumento del gasto militar, apoyo a las intervenciones militares y escepticismo ante el cambio climático. Es conocido por ejemplo un texto suyo de 2001 en el que rechazaba la idea de que el tabaco tuviese las tasas de mortandad que dicen los científicos. Según Pence, no se podía hacer una correlación lo suficientemente grave entre cigarrillos y muertes por cáncer de pulmón u otras enfermedades. Y más importante aún, no se ha retractado de sus comentarios, con lo que, para la vida pública estadounidense, es una forma de comunicar que sigue de acuerdo con esa idea.
Tales son a grandes rasgos las “cualidades y los méritos” que le facilitaron a Mike Pence ser electo vicepresidente del Imperio.
En virtud de lo expuesto, resulta conveniente recordarle al reaccionario segundo al mando de la Casa Blanca, que Cuba dejó de ser una neocolonia yanqui el 1 de enero de 1959, y que en Playa Girón quedaron enterrados para siempre los sueños norteamericanos de devolvernos a ese triste pasado.
Como subrayara el canciller cubano, Bruno Rodríguez Parrilla, en su discurso durante la VIII Cumbre de las Américas:
“Ahora, el objetivo es restablecer la dominación imperialista, destruir las soberanías nacionales con intervenciones no convencionales, derribar a los gobiernos populares, revertir las conquistas sociales y reinstaurar, a escala continental, el neoliberalismo salvaje.
Cuba no aceptará amenazas ni chantaje del gobierno de los Estados Unidos. No desea la confrontación, pero no negociará nada de sus asuntos internos, ni cederá un milímetro en sus principios. En defensa de la independencia, la Revolución y el Socialismo, el pueblo cubano ha derramado su sangre, asumido extraordinarios sacrificios y los mayores riesgos”.