Quizás porque las noticias son siempre la misma noticia, Somalia, se diluye en los grandes medios periodísticos. Epitome del Estado Fallido, pobre, negro y musulmán, ese territorio al borde de perder el status de país, y mucho, más de nación, solo alcanza a ser noticia cuando un atentado, supera en víctimas al anterior. El del 14 de octubre de año pasado se ha convertido en el más letal de la historia asesinando a 587 personas hiriendo a 228, mientras que otras 56 han sido declaradas desaparecidas y todo con una única bomba, que estaba disimulada en un camión que transitaba por una de las principales calles comercial de Mogadiscio, conocida como kilómetro 5. Sin duda a la hora de optimizar recursos, al-Shabaab, la organización integrista afiliada a al-Qaeda, en Somalia podría dar catedra a muchos ministros de economía de mundo.

Desde que los fundamentalistas fueron expulsados de Mogadiscio en agosto de 2011 tras una ofensiva conjunta del Gobierno Federal de Somalia (SFG) y la Misión de la Unión Africana en Somalia (AMISOM), una fuerza militar que hasta hoy se mantiene con cerca de 23 mil hombres, principalmente aportados por los ejércitos de Etiopía, Uganda, Burundi, Yibuti y Kenia, obligaron a al-Shabab a retirarse a los márgenes de la capital, haciéndose particularmente fuerte en el sur del país, desde donde emerge con frecuencia para atacar tanto objetivos militares como civiles.

Incluso sus acciones ha llegado a Kenia en varias oportunidades, alcanzado a atacar en pleno centro de la capital, Nairobi, con la recordada toma del Centro Comercio Westgate, en septiembre de 2014 que dejó 70 muertos, y el asalto a la universidad de la ciudad de Garissa, próxima a la frontera somalí, en abril de 2015, con un saldo de 147 estudiantes muertos y 79 heridos.

El grupo también ha llegado a incursionar en Addis Abeba la capital de Etiopia. En octubre de 2013, un incidente que dejó dos muertos en la calle Ruanda, en Bole, el barrio diplomático de la ciudad, impidió que se lleve a cabo un atentado que podría haber alcanzado proporciones significativas, ya que el objetivo era el estadio de futbol donde se disputaba el partido para la clasificación del mundial 2014 entre los seleccionados de Etiopía y Nigeria. En la casa que se produjo el incidente, la policía encontró un gran número de chalecos bombas preparados para ser detonados por combatientes suicidas durante el encuentro.

Tras la embestida de la AMISOM, al-Shabaab, ha cedido el control de los grandes centros urbanos que le proveían importantes recursos financieros, vía “impuestos”, como las ciudades y puertos de Baidoa, Kismaayo y Baraawe, para pasar al control de grandes áreas rurales donde se mueve a sus anchas y además le sirve para reclutar nuevos miembros, particularmente jóvenes que no tienen más salida económica que migrar o enrolarse.

El abandono de los núcleos urbanos por parte de al-Shabaab, tuvo una intención fundamentalmente estratégica, para no exponerse a bombardeos puntuales y administrar a sus hombres, cerca de unos 10 mil en todo el país, con más agilidad golpeando y huyendo al tiempo que incautan armamentos, vehículos e insumos básicos como medicinas y uniformes, lo que hasta ahora le ha reportado más beneficios que derrotas.

Nada ha cambiado respecto a la violencia de al-Shabaab con la asunción del presidente Abdullahi Mohamed en febrero de 2017, tras un confuso, alambicado y absurdo proceso electoral, con todo el apoyo de la Secretaria de Estado norteamericana. De hecho “Farmajo” como se lo conoce, no solo estudió en los Estados Unidos, sino que fue embajador de su país en Washington y cuenta con nacionalidad americana.

La política errática que Donald Trump mantiene respecto a la nación del Cuerno de África, sigue manteniendo a la nación de casi 15 millones de almas en permanente estado de alerta. Trump ha amenazado en diferentes oportunidades con de destacar tropas en el país, sin cumplirlo, aunque se conoce que si ha incrementado la plantilla de comandos de la CIA. Estados Unidos a pesar de haber realizado, en lo que va del año más de veinte ataques aéreos, contra posiciones integristas, no han podido perforar la estructura de la organización, que ha devuelto golpe por golpe, con pequeños incursiones en poblados y bases militares, que a pesar de provocar escasos daños, muestran su capacidad de reacción.

Por su parte en Addis Abeba la capital de Etiopia, la fuerza aérea de ese país informó que durante una operación, del sábado 15, para impedir un ataque de al-Shabab contra un contingente etíope bombardeo una columna insurgente eliminando a unos 70 muyahidines además de haber destruido dos trasportes “cargados con armas”. La información surgida en Addis Abeba, no ha sido confirmada por las autoridades de Mogadiscio, y mucho menos por la organización wahabita.

El pasado martes 11, la AMISOM y el UNMAS y (Servicio de las Naciones Unidas de Actividades relativas a las Minas) se comprometieron a colaborar en la búsqueda de explosivos improvisados transportados por vehículos (VBIED), a los que se han convertido en los favoritos de la organización terrorista, para implementar ataques de gran intensidad en la capital y otras zonas del país. La responsabilidad para la identificación de estos explosivos, se esperaba que pasase de la AMISOM a manos del gobierno somalí entre 2018 y 2021, aunque la inoperancia de Mogadiscio, hace difícil que se concrete en esos plazos.

El UNMAS, forma parte del Departamento de Operaciones de Mantenimiento de la Paz, formada en 1997, por las Naciones Unidas, para luchar contra el flagelo de las minas terrestres y las municiones sin estallar, que suelen quedar activas más allá de la finalización de los conflictos y que se has convertido en un flagelo, para país como Afganistán, Colombia, Myanmar, Pakistán, Siria, Camboya y Mali a la cabeza de las naciones con más muertes producidas por estas clases de explosivos.

Una tormenta política.

Si bien la situación del país, es extremadamente crítica, prácticamente sin economía, con millones de personas en condiciones de subsistencia mínima y al borde de la hecatombe sanitaria y alimenticia, acaba de estallar una crisis política que podría finalmente disolver al país.

El último día ocho, los líderes de los estados federales de Galmudug, Hirshabelle, Jubaland, Puntland y del Suroeste suspendieron las relaciones con el gobierno central, en protesta por el retardado accionar de la lucha contra la insurgencia salafista. Tras una reunión de cuatro días en la ciudad costera meridional de Kismayo, los mandatarios regionales reclamaron a las autoridades de Mogadiscio el cumplimiento de sus responsabilidades respecto a la seguridad en el interior del país y el proceso de reforma constitucional.

El desequilibrio entre Mogadiscio y los estados federales, estriba en la exigencia de estos últimos, al gobierno del presidente Farmajo Mohamed, de más autonomía y mejor distribución de la ayuda internacional.

El gobierno central, se niega a estos reclamos provinciales, por temor a que otorgando mayor poder pueda precipitar rupturas como las que se han producido en Puntland y Somalilandia, que a pesar de no estar reconocidas como naciones soberanas por las Naciones Unidas, insisten en su independencia.

La crisis podría tener derivaciones realmente insospechadas, en un país que desde hace más de veinte años vive en constante estado de guerra civil, y cuya conformación clánica, más de veinte, le da escasa consistencia de nación.

La continuidad de esta crisis podría facilitar el incremento de las acciones de al-Shabaab,  que desde hace casi tres años debe competir con la presencia del Daesh, que logró permear a algunos capitanes de al-Shabab, particularmente del norte del país, por la que se ha generado una disputa para la incorporación de jóvenes militantes, atraídos por la “fama” internacional del Daesh.

Este último jueves, el ministro de Información de Somalia, Dahir Mohamud Guelleh, declaró que gobierno estaría dispuesto a “resolver cualquier problema con los Estados de conformidad con la constitución nacional”, lo que no se debe entender en cómo ganar tiempo, para consensuar con Washington los procedimientos frente a la nueva crisis que amenaza Somalia, un país al borde de todo menos de la paz.

*Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.

Por REDH-Cuba

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