Se cumplieron 15 años de la histórica visita del Comandante en Jefe Fidel Castro a Argentina, invitado por el entonces presidente Néstor Kirchner para participar en su toma de posesión (2003), y de su inolvidable discurso en la escalinata de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires (UBA).

Aquella era su tercera visita a este país. Había estado por primera vez en mayo de 1959, solo cuatro meses después del triunfo de la Revolución cubana, ocasión en que fue recibido por el entonces mandatario Arturo Frondizi. Pasarían 36 años para su regreso. En octubre de 1995 volvió a pisar tierra argentina para participar en la V Cumbre Iberoamericana en Bariloche.

En el 2003, cumplió un intenso programa que incluyó la asistencia a los actos de asunción de Néstor y sendos homenajes al Libertador San Martín, en la Plaza que lleva su nombre en esta capital, y a nuestro José Martí en el parque El Rosedal.

Sin embargo, las mayores emociones fueron reservadas para el final de su visita. La noche antes del regreso a Cuba, Fidel –fiel a su estilo-  conversó -por espacio de dos horas- con los más de 30 mil argentinos que se concentraron en la escalinata de la Facultad de Derecho de la UBA. No los defraudó. Tampoco ellos, que permanecieron atentos a cada palabra, cada gesto, cada mirada, sin importarles el intenso frío de aquella noche.

Desde bien temprano comenzó a regarse como pólvora la noticia de que el Comandante en Jefe les hablaría a los argentinos en la UBA. También algunas horas antes del inicio del acto, los organizadores se percataron que el Aula Magna, sitio previsto inicialmente para la charla y con capacidad para cerca de mil personas, no cubriría el enorme interés que despertarían las palabras de Fidel.

En tiempo récord, sobre la marcha y con los peligros que significa montar un escenario en el último momento y al aire libre, se preparó uno alternativo en la escalinata de la Facultad de Derecho. El acto estaba previsto para las 7 de la noche, pero por los avatares de última hora, comenzó sobre las 9, aunque desde más temprano ya se había colmado el Aula Magna y los pasillos aledaños y se escuchaban a miles de argentinos, apostados en la propia escalinata y en los parques cercanos, corear su inseparable Olé, olé, olé Fidel, Fidel”.

Después del himno nacional de Argentina y de recibir una placa en su honor por parte de los trabajadores de la Universidad, Fidel toma el micrófono y seduce -con su carisma y su voz- a los miles de presentes al abordar –en ocasiones en un diálogo cómplice- los más diversos temas: el recuerdo del Che, la idiosincrasia de los argentinos, la política exterior de EEUU, el bloqueo contra nuestro país, la educación, la deuda externa, el libre comercio, las elecciones en Cuba, los derechos humanos y el medio ambiente, entre otros.

Sobre el Guerrillero Heroico dijo aquella noche: “Como médico, atendió a los compañeros y a los adversarios que estaban heridos. No se imaginan ustedes la sensibilidad de aquel argentino (…). Esa política, sinceramente, nos ayudó mucho al éxito en la guerra, porque usted en cualquier lucha debe ganarse el respeto del adversario. En aquella ocasión tuvimos que dejar un número de compañeros heridos que no podían evacuarse, entre ellos algunos muy graves. Pero lo que me impactó fue cuando me contó, con dolor, recordando aquel momento en que sabía que no tenía salvación posible y él se había inclinado y le había dado un beso en la frente a aquel compañero, que, herido allí, sabía que inexorablemente moriría. Son algunas de las cosas que les menciono del Che como hombre, como ser humano extraordinario”.

Aquella azarosa y gélida noche, Fidel se despidió de los miles de argentinos que lo aclamaban con la célebre y legendaria frase “Hasta la victoria siempre”, respondida con una ovación interminable que se escucha todavía al pasar por frente a ese sitio emblemático de los universitarios argentinos.

 

Por REDH-Cuba

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