En mi generación mucha gente de izquierda andaba entre la frustración por la derrota de la guerrilla del 65, el segundo revés, y la caída de Che en Bolivia, y tratando de reanudar esa lucha. Y en eso llegó el golpe de Velasco, rechazado en forma unánime por la izquierda.
Yo estaba a punto de abandonar el periodismo tras un año de ejercer, desilusionado por lo poco que se podía hacer en ese terreno; cuando llegó Velasco y ví llorar de emoción a mi viejo tío Antonio en la sala de mi casa, al difundirse por la televisión la toma militar de Talara y la nacionalización de la IPC. Fue la primera señal de que había llegado algo distinto.
Después vendría la amnistía a los guerrilleros que, al entregar generosamente sus vidas, remecieron las conciencias de un sector de oficiales que se convencieron de que esa causa tenía sentido y que el país necesitaba justicia e igualdad, según lo reconocerían una vez en el gobierno.
La reforma agraria acabó con el latifundismo -que ha vuelto- y formas primitivas de explotación al campesinado y estableció un sistema de propiedad asociativo para las grandes unidades de producción. Aunque podría alegarse no hubo políticas crediticias y asesoría técnica que haga sostenible al agro post-reforma, el país vivió un cambio profundo.
La política exterior dio un vuelco, pues el Perú trataba de igual a igual con las potencias. De ser una república bananera sometida a Washington, pasó al no alineamiento, a tratar de tú a tú con Estados Unidos, Rusia y China. Restableció relaciones con Cuba y fue la locomotora de una integración regional económica, prescindiendo de las diferencias políticas -al revés del fundamentalismo actual- Su voz resonó con trascendencia en los foros internacionales.
Más allá de que sea mito o no aquello de que Velasco quería hacerle la guerra a Chile -mas bien Pinochet quería hacer el papel de Israel para liquidar a la revolución peruana- lo concreto es que Velasco, bloqueado por Estados Unidos, que le negaba equipamiento militar, adquirió tanques, aviones y otros medios soviéticos modernos para la defensa.
Satanizada como una medida antidemocrática, la expropiación de los diarios no los convirtió en boletines militares, sino significó su modernización y apertura a nuevas ideas y visiones. Mariátegui salió de su clandestinidad y la temática social, así como la investigación ocuparon espacios antes cubiertos por frívolas páginas de sociales y tediosos textos conservadores, con excepciones, claro.
Esas y otras reformas llenaron de orgullo a los peruanos, salvo a los afectados, obviamente, y todavía hoy el gobierno de Velasco es recordado por el pueblo como el mejor de la historia, pese a que a Velasco lo honran con sus furiosos insultos y su odio pequeños personajes, minorías como las que en aquella época decían que el Perú era una desgracia porque no había queso parmesano ni Johnny Walker y se consumía mayoritariamente productos nacionales.
Medio siglo después, lamentablemente, no se ha procesado la experiencia ni analizado con seriedad lo que faltó y cada cual tiene sus criterios al respecto. A mí me parece que no fue a más por falta de organización popular que empujara el proceso y lo defendiera de los afanes de la derecha, que pudo lograr la restauración de la mano con el conservadurismo militar.
Pero fue un gran intento, del que deben aprender las nuevas generaciones.

Por REDH-Cuba

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