El 60 aniversario de la Revolución Cubana marca un hito singular y de gran connotación en la historia de nuestra América y en la universal. La capacidad de un pueblo y sus líderes para levantar victoriosamente ante las fauces imperialistas las banderas de la libertad, la independencia, la democracia, el socialismo, el altruismo y el internacionalismo. Incluso, después del derrumbe de la URSS y, como afirmó el primero de enero en memorable discurso Raúl Castro, quedarnos solos en medio de Occidente y a 90 millas de Estados Unidos, cuando nadie en el mundo habría apostado un centavo por la supervivencia de la revolución. El que fuera joven combatiente del Moncada y comandante del Segundo Frente Frank País, hasta llegar al liderazgo de la revolución, lo expresó en una emotiva ceremonia en honor al 60 aniversario en el cementerio de Santa Ifigenia, Santiago de Cuba, cuyo venerable suelo guarda los restos de Martí, Fidel, el Padre y la Madre de la Patria y los de cientos de combatientes de Santiago de Cuba caídos en la guerra de liberación y en misiones internacionalistas.

Lo más trascendental tal vez de la Revolución Cubana es su ejemplo de dignidad y apego irreductible a los principios éticos y políticos emanados de la historia de las luchas cubanas y latinocaribeñas contra el colonialismo, la esclavitud, el neocolonialismo y el imperialismo, en síntesis creadora con el legado teórico y político de Marx, Engels y Lenin, y la práctica de la construcción socialista en Cuba.  Ello fue ejemplo para las contiendas nuestroamericanas que vinieron después, pero, decisivamente, para combatir la globalización neoliberal del río Bravo a la Patagonia, cuando todo parecía perdido.

Cuba ofrece otra enseñanza primordial para nuestros pueblos que, como afirmó Raúl, es lo único que permite comprender la hazaña de resistir, sin el apoyo de la Unión Soviética y con el bloqueo redoblado, los crudos años de la década de los 90. Se trata de la firme unidad del pueblo en torno a Fidel y al Partido Comunista.  Han sido y siguen siendo tiempos muy difíciles, como vaticinó el comandante en jefe una semana después de la victoria de 1959. Raúl los definió elocuentemente: Nadie puede negar que la revolución que nacía aquel primero de enero no ha tenido, a lo largo de 60 años, un minuto de sosiego, ya vamos por 12 administraciones estadunidenses que no han cejado en el empeño de forzar un cambio de régimen en Cuba utilizando una u otra vía, con mayor o menor agresividad.

La decisión de los revolucionarios cubanos es, como lo enfatizó el presidente Díaz-Canel en la Asamblea Nacional del Poder Popular, hacer de la batalla por la economía lo fundamental: es imperativo impulsar la inversión extranjera, exportar más, defender los ingresos, cumplir con lo señalado por el general del ejército de no gastar más de lo que ingresemos… aprovechar eficientemente la fuerza de trabajo calificada y científica, defender la producción nacional, utilizar todas las potencialidades, aprovechar las experiencias de otras naciones socialistas como China, Viet Nam  y Laos.

No aprecio en el liderazgo cubano, la menor intención de usar el bloqueo económico, comercial y financiero como pretexto para justificar errores; lo demuestran las intervenciones a lo largo de años de Raúl, y de Díaz-Canel desde que era vicepresidente. Él y otros dirigentes de la revolución recorren todos los rincones del país y hablan con el pueblo, como ha hecho el presidente una vez más en el día final del año por municipios, centros de trabajo y barrios de la capital. Piden, de la misma manera que en este discurso de Santiago de Cuba lo ha hecho el actual líder histórico de la revolución, elevar el ahorro y sacar de las reservas de productividad del país. Pero el bloqueo es un dato puro y duro que afecta ostensiblemente la realidad cotidiana de los cubanos y tiende a recrudecerse aún más en la senda actual de confrontación y asfixia que busca Estados Unidos, no sólo con Cuba, sino con Venezuela y Nicaragua. Pese al ocaso del vecino del norte, aún Wall Street y el Tesoro imperial tienen una injerencia enorme en las finanzas internacionales, que puede asestar golpes muy duros a países bloqueados y paralizar emprendimientos económicos y sociales.

En este discurso Raúl argumenta los fundamentos históricos de la revolución cubana y cómo se enlazan con la política expansionista y agresiva de Estados Unidos hasta sus intentos en la actualidad por revitalizar la Doctrina Monroe en una América Latina y un mundo que no son los mismos.  Aunque reiteró por enésima vez la voluntad política de Cuba por buscar una relación civilizada con Washington, puntualizó que hay que prepararse para los peores escenarios, mantener la capacidad defensiva basada en la guerra de todo el pueblo y frente a las amenazas imperiales solidarizarse vigorosamente con Venezuela, Nicaragua y las luchas de nuestra América.

Fuente: La Jornada

Por REDH-Cuba

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