Cuba ha estampado un Sí con manos y pies, con el puño de firmar y el paso de afirmar.

No es el primer 24 de febrero en que el país, como a galope a través de la manigua, apoya en el estribo el pie desnudo, sacude firme las riendas y en la derecha el machete de trabajo y de combate corta el viento. Cubanos en mayoría la refrendaron, otra vez, fecha mambisa, rebelde y de victoria.

Marcar en la boleta ha sido como girar el picaporte desde adentro, dar un golpe de llave, abrir una puerta más. La ley en pro del orden pone límites, pero ofrece antes que todo, camino y oportunidad.

Por ese sendero largo que continúa con la puerta abierta, marchará ahora la nación a construirse ágilmente su futuro.

No es un kilómetro cero en que empiezan los relojes nuevamente –claro que no– ni un formatear, ni un reinicio, ni una refundación. Lo que se abre es la ocasión de adecuarse a la exigencia de los tiempos, de expresar ese sexto sentido de las revoluciones, que es el «sentido del momento histórico».

La Isla votó para abrir una puerta que ha cruzado con la carga completa a sus espaldas. Sonriente, porque lleva en la mochila el cofre inalienable de sus principios, de las conquistas más sagradas e intocables. Optimista, porque arrastra, para tenerla bien cerca, la inconformidad, que es cualidad natural del revolucionario verdadero, y que lo anima a poner siempre delante lo incompleto, a fin de corregir, transformar, perfeccionar.

El camino en lo adelante es eso: consolidar y perfeccionar; porque la letra magna que firmamos amplía los derechos, afianza los deberes, suma nuevas garantías, legitima a las figuras que surgieron al calor de las urgencias, empodera desde el empuje obrero, campesino, de la ciencia, ampara y blinda a sectores vulnerables, diversifica los modos de robustecer y hacer la economía que nos urge y nos permita enfilar sin distracciones en la ruta del desarrollo sostenible.

Esta puerta que se abrió es una lección tremenda, de dignidad ante todo, de plena soberanía, de la resolución popular de una masa en mayoría que conoce, porque le duelen a veces al costado, las cicatrices grandes de cien guerras, del desafío de un David por seis décadas en pie, ante las narices del Goliat.

Cuba votó porque sabe cuánto vale ser libre, soberana, independiente, justo en los tiempos grises en que suenan otra vez los tambores imperiales.

Manos cubanas abrieron esta puerta, y cubanas serán todas las huellas que labrarán el camino en el andar.

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Fuente: Granma

Por REDH-Cuba

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