Un día como hoy nacieron Antonio Maceo y Ernesto Che Guevara, dos hombres que protagonizaron, en épocas distintas, capítulos imperecederos de la historia patria.

El uno, mulato, santiaguero, corajudo, mambí; el otro, un rosarino colosal que amaba el fútbol, gustaba del buen mate y tiñó su paso por este mundo entre los ardores de La Pampa y la tierra antillana que le acogió como hijo, curando con creces cualquier desgarradura.

Es indispensable regresar siempre al ideario que nos legaron. A los rasgos de intransigencia, austeridad y valor ilimitado en el combate que les definían, más allá de las distancias en sus particulares tiempos de hacer. Especialmente son necesarios ante los cambios viscerales que transcurren en Cuba, ante la urgencia de regresar siempre a la esencia de este país en la pretensión mayúscula de construir el mañana; ante cada dilema cotidiano que algunos, los torpes, magnifican a su antojo.

Mientras el Gobierno de Trump se pavonea en la aplicación del Título III de la Ley Helms-Burton y en el escenario internacional anuncian alianzas que recrudecen la verdad de América Latina, ellos están ahí. La gallardía del Titán y la austeridad del Guerrillero confirman la rebeldía de los cubanos en este junio, genuino ejemplo de continuidad.

Por Esther De la Cruz Castillejo
Fuente: Periódico 26 de julio

Por REDH-Cuba

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