Sobre la mirada profunda que caracterizaba al líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro, en sus análisis sobre los Estados Unidos, expresaría el premio nobel de literatura, Gabriel García Márquez: “El país del cual sabe más después de Cuba, es Estados Unidos. Conoce a fondo la índole de su gente, sus estructuras de poder, las segundas intenciones de sus gobiernos, y esto le ha ayudado a sortear la tormenta incesante del bloqueo”.[i] Esta es una de las razones que responde a la frecuente pregunta que se hacen millones de personas de cómo fue posible que Fidel lograra sortear y vencer la política agresiva de más de 10 administraciones estadounidenses.
En este trabajo intentamos sintetizar algunas claves que caracterizaron su táctica y estrategia para lidiar con el coloso vecino del norte.
1. Evitar el pretexto para la intervención
Sobre la base de una comprensión y asunción hondísima de las enseñanzas de la historia de Cuba y de la Universal, así como del pensamiento de José Martí, una de las grandes obsesiones de Fidel, desde que inició su lucha revolucionaria en las montañas de la Sierra Maestra, consistió en evitar por todos los medios posibles un escenario que facilitara o estimulara una intervención de los Estados Unidos en Cuba, que frustrara la victoria de los rebeldes frente a la tiranía batistiana, e impedir así que se repitiera la historia de 1898, cuando la victoria de los mambises cubanos fuera escamoteada por la intervención yanqui.
En los meses finales de 1958, ese peligro se hizo mayor al producirse varios incidentes, evidentemente fabricados por el dictador Fulgencio Batista y el embajador yanqui, con la intención de generar una situación que provocara la intervención de los marines en Cuba. El primer intento tuvo lugar en julio de 1958, cuando el estado mayor de la dictadura, de acuerdo con el embajador de los Estados Unidos, retiró sus tropas del acueducto de Yateritas que abastecía de agua la base naval estadounidense en Guantánamo y solicitó a las autoridades de los Estados Unidos presentes en la base el envío de soldados a ese punto del territorio nacional. El propósito era generar un conflicto entre las fuerzas del Movimiento 26 de julio y los marines yanquis y así justificar la intervención militar. La actitud responsable, serena, y a la vez muy firme de las fuerzas rebeldes y del propio Fidel, propiciaron una solución diplomática del problema.
Luego, para el mes de octubre de 1958, la dictadura en su desesperación maniobró para que la zona de Nicaro, donde estaban instaladas las plantas de níquel de compañías estadounidenses, se convirtiera en un campo de batalla que estimulara la intervención de los Estados Unidos. Estos incidentes —que no fueron los únicos— y su intencionalidad, serían denunciados por el Comandante en Jefe, a través de Radio Rebelde.
Después del triunfo revolucionario de 1959, se haría aun más notoria la maestría del líder de la Revolución Cubana para evitar cualquier circunstancia que pudiera servirle como excusa a los Estados Unidos para intervenir militarmente en la Isla, en especial en los momentos en que se produjeron crisis significativas en las relaciones bilaterales.
Entrevista
2. Capacidad de influir políticamente
La desventaja de Cuba frente al poderío de Estados Unidos, no solo militar y económica, sino también ideológica y cultural, no llevó jamás a Fidel a una posición de atrincheramiento tal, que evitara cualquier contacto con la sociedad estadounidense, todo lo contrario, además de incentivar el intercambio pueblo a pueblo, él mismo dedicó mucho tiempo a esa interacción con el ánimo de potenciar la capacidad de influir en la sociedad estadounidense para mostrar la realidad sobre Cuba, destruyendo todo tipo de estereotipos, así como falacias construidas y repetidas hasta el cansancio por los medios de comunicación hegemónicos. Este fue uno de los mayores éxitos de Fidel desde que se encontraba en las montañas de la Sierra Maestra. El líder cubano recibió a numerosos periodistas estadounidenses en la Sierra, y a través de ellos, además de asestar fuertes golpes mediáticos a la dictadura, logró trasladar importantes mensajes hacia los Estados Unidos. Al más conocido de todos, el periodista Herbert Matthews, del New York Times, le expresó Fidel el 17 de febrero de 1958: “Puedo asegurar que no tenemos animosidad contra los Estados Unidos y el pueblo norteamericano”. Mensajes similares trasladaría Fidel al resto de los periodistas que continuarían la senda abierta por Matthews.[ii]
Mensajes conciliadores hacia el pueblo y gobierno de los Estados Unidos trasladó Fidel cuando viajó a ese país en abril de 1959. Asimismo se encargó de desmentir todo tipo de calumnias que sobre la Revolución se venían reproduciendo en los medios de comunicación occidentales y en declaraciones de representantes de la administración Eisenhower.
Después de producirse la ruptura de las relaciones diplomáticas en enero de 1961 el líder de la Revolución no perdió oportunidad alguna para construir los puentes necesarios con la sociedad estadounidense y la clase política de ese país, los que pudieran fomentar las tendencias favorables al cambio en la política de los Estados Unidos hacia Cuba y la normalización de las relaciones.
Durante años el Comandante en Jefe dedicó largas horas de su apretada agenda a recibir y atender personalidades de la política, los medios y la cultura de los Estados Unidos. La gran mayoría de esos visitantes regresaban a su país con una visión distinta sobre Cuba y del propio líder de la Revolución, y en muchos casos se convertían en abanderados de la lucha contra el bloqueo y por la normalización de las relaciones entre ambas naciones.
3. La normalización de las relaciones
Fidel jamás fue un obstáculo para la normalización de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba como han tergiversado y divulgado durante décadas enemigos ideológicos de la revolución cubana. En abril de 1959, cuando Fidel viajó a los Estados Unidos, quedó definida su postura favorable al diálogo y a las relaciones civilizadas. Pero además, en muchas ocasiones la iniciativa de buscar un modus vivendi con los Estados Unidos partió de su parte.
Empleando la diplomacia secreta, Fidel fue el gestor de numerosos intentos de acercamiento bilateral. A través del abogado James Donovan, quien negoció con Fidel la liberación de los mercenarios presos a raíz de la invasión de 1961; de la periodista Lisa Howard y de otros canales, el líder de la Revolución hizo llegar al gobierno de Kennedy, una y otra vez, su disposición de conversar en busca de un entendimiento.
Fidel envió además un mensaje verbal al ya presidente Lyndon Johnson a través de la periodista Lisa Howard en 1964, que entre otras cosas decía:
“Dígale al Presidente (y no puedo subrayar esto con demasiada fuerza) que espero seriamente que Cuba y Estados Unidos puedan sentarse en su momento, en una atmósfera de buena voluntad y de mutuo respeto, a negociar nuestras diferencias.
Creo que no existen áreas polémicas entre nosotros que no puedan discutirse y solucionarse en un ambiente de comprensión mutua. Pero primero, por supuesto, es necesario analizar nuestras diferencias. Ahora, considero que esta hostilidad entre Cuba y los Estados Unidos es tanto innatural como innecesaria y puede ser eliminada”.[iii]
En una reveladora carta escrita el 22 de septiembre de 1994 al presidente mexicano Carlos Salinas de Gortari, quien había servido de mediador entre Fidel y el presidente estadounidense William Clinton, el Comandante en Jefe expresó nuevamente su posición favorable a la normalización de las relaciones:
“La normalización de las relaciones entre ambos países es la única alternativa; un bloqueo naval no resolvería nada, una bomba atómica, para hablar en lenguaje figurado, tampoco. Hacer estallar a este país, como se ha pretendido y todavía se pretende, no beneficiaría en nada a los intereses de Estados Unidos. Lo haría ingobernable por cien años y la lucha no terminaría nunca. Sólo la Revolución puede hacer viable la marcha y el futuro de este país”.[iv]
Se podrían mencionar otros ejemplos. Pero estos son más que suficientes para demostrar que la postura de Fidel fue siempre la de estar en la mejor disposición al diálogo y la negociación con el vecino del norte.
Sin embargo, siempre insistió, con sobrada razón y teniendo como respaldo el derecho internacional y un conocimiento profundo de la Historia de Cuba, que este diálogo o negociación fuese en condiciones de igualdad y de respeto mutuo, sin la menor sombra que viole la soberanía de Cuba.
Seis semanas después de los anuncios del 17 de diciembre del 2014, Fidel ratificó su posición en cuanto a una normalización de las relaciones con los Estados Unidos.
“No confío en la política de los Estados Unidos”, dijo, teniendo suficientes elementos de juicio para hacer ese planteamiento. Pero también expresó que, como principio general, respaldaba “cualquier solución pacífica y negociada a los problemas entre Estados Unidos y los pueblos o cualquier pueblo de América Latina, que no implique la fuerza o el empleo de la fuerza”[v]
4. Adelantarse siempre a las movidas del contrario
Fidel también se destacó por su capacidad de adelantarse siempre a las movidas del contrario. Muchos años antes de los históricos anuncios del 17 de diciembre de 2014, Fidel vaticinó, en varias de sus intervenciones públicas y en entrevistas, que el gobierno de los Estados Unidos podía adoptar una política de seducción para lograr los mismos propósitos que no había alcanzado la política de fuerza con relación a Cuba.
En un discurso pronunciado el 5 de diciembre de 1988, en la Plaza de la Revolución, Fidel proclamó:
“Aun cuando un día formalmente mejoraran las relaciones entre Cuba socialista y el imperio, no por ello cejaría ese imperio en su idea de aplastar a la Revolución Cubana, y no lo oculta, lo explican sus teóricos, lo explican los defensores de la filosofía del imperio. Hay algunos que afirman que es mejor realizar determinados cambios en la política hacia Cuba para penetrarla, para debilitarla, para destruirla, si es posible, incluso, pacíficamente; y otros que piensan que mientras más beligerancia le den a Cuba, más activa y efectiva será Cuba en sus luchas en el escenario de América Latina y del mundo. De modo que algo debe ser esencia del pensamiento revolucionario cubano, algo debe estar totalmente claro en la conciencia de nuestro pueblo, que ha tenido el privilegio de ser el primero en estos caminos, y es la conciencia de que nunca podremos, mientras exista el imperio, bajar la guardia, descuidar la defensa»[vi]
Al ser entrevistado por Tomás Borge en 1992, volvería sobre el tema:
“Tal vez nosotros estamos más preparados incluso, porque hemos aprendido a hacerlo durante más de 30 años, para enfrentar una política de agresión, que para enfrentar una política de paz; pero no le tememos a una política de paz. Por una cuestión de principio no nos opondríamos a una política de paz, o a una política de coexistencia pacífica entre Estados Unidos y nosotros; y no tendríamos ese temor, o no sería correcto, o no tendríamos derecho a rechazar una política de paz porque pudiera resultar más eficaz como instrumento para la influencia de Estados Unidos y para tratar de neutralizar la Revolución, para tratar de debilitarla y para tratar de erradicar las ideas revolucionaras en Cuba”.[vii]
Ocho años más tarde, durante el período de la administración Clinton, expresaría Fidel:
“Sueñan los teóricos y agoreros de la política imperial que la Revolución, que no pudo ser destruida con tan pérfidos y criminales procedimientos, podría serlo mediante métodos seductores como el que han dado en bautizar como “política de contactos pueblo a pueblo”. Pues bien: estamos dispuestos a aceptar el reto, pero jueguen limpio, cesen en sus condicionamientos, eliminen la Ley asesina de Ajuste Cubano, la Ley Torricelli, la Ley Helms-Burton, las decenas de enmiendas legales aunque inmorales, injertadas oportunistamente en su legislación; pongan fin por completo al bloqueo genocida y la guerra económica; respeten el derecho constitucional de sus estudiantes, trabajadores, intelectuales, hombres de negocio y ciudadanos en general a visitar nuestro país, hacer negocios, comerciar e invertir, si lo desean, sin limitaciones ni miedos ridículos, del mismo modo que nosotros permitimos a nuestros ciudadanos viajar libremente e incluso residir en Estados Unidos, y veremos si por esas vías pueden destruir la Revolución cubana, que es en definitiva el objetivo que se proponen”. [viii]
5. Política cauta y viril
Cuando faltaba muy poco para la nueva arrancada independentista, en enero de 1894, Martí definió la postura “cauta y viril” como línea rectora de la política cubana frente a los Estados Unidos. Ante la asimetría de poder había que imponer el respeto del adversario por la capacidad de crear, erguirse, resistir y de vencer.
“Ni pueblos ni hombres —decía Martí— respetan a quien no se hace respetar. Cuando se vive en un pueblo que por tradición nos desdeña y codicia, que en sus periódicos y libros nos befa y achica, que, en la más justa de sus historias y en el más puro de sus hombres, nos tiene como a gente jojota y femenil, que de un bufido se va a venir a tierra; cuando se vive, y se ha de seguir viviendo, frente a frente a un país que, por sus lecturas tradicionales y erróneas, por el robo fácil de una buena parte de México, por su preocupación contra las razas mestizas, y por el carácter cesáreo y rapaz que en la conquista y el lujo ha ido criando, es de deber continuo y de necesidad urgente erguirse cada vez que haya justicia u ocasión, a fin de irle mudando el pensamiento, y mover a respeto y cariño a los que no podremos contener ni desviar, si, aprovechando a tiempo lo poco que les queda en el alma de república, no nos les mostramos como somos”.[ix]
Esta posición viril que recomendaba Martí, fue la que caracterizó a Fidel ante cada amenaza e intento por cercenar la soberanía de Cuba de las distintas administraciones estadounidense. Así fue durante la invasión mercenaria de Playa Girón. El propio asesor del presidente Kennedy, Arthur Schlesinger tuvo que reconocer el papel que desempeñó el liderazgo de Fidel en la derrota yanqui de abril de 1961: “Porque la realidad fue que Fidel Castro resultó ser un enemigo mucho más formidable y estar al mando de un régimen mucho mejor organizado de lo que nadie había supuesto. Sus patrullas localizaron la invasión casi en el primer momento. Sus aviones reaccionaron con rapidez y vigor. Su policía eliminó cualquier probabilidad de rebelión o sabotaje detrás de las líneas. Sus soldados permanecieron leales y combatieron bravamente. Él mismo nunca fue presa del pánico, y si se le pudo atribuir alguna falta, fue el haber estimado con exceso la fuerza de la invasión y el haber mostrado una preocupación indebida en el ataque por tierra contra la cabeza de playa. La forma en que se desenvolvió fue impresionante”.[x]
La única discrepancia con Schlesinger en esta valoración es acerca de lo que él denomina “preocupación indebida”, en nuestra consideración este fue el más importante elemento estratégico empleado por Fidel que posibilitó la victoria de Cuba sobre los invasores y la frustración de los planes intervencionistas estadounidenses.
Otro momento descollante fue durante la Crisis de Octubre, donde solo con su posición valiente e intransigente —apoyada mayoritariamente por el pueblo cubano— al negarse a cualquier tipo de inspección del territorio cubano, al plantear los Cinco Puntos e impedir en todo momento que se le presionara, se pudo salvar el prestigio moral y político de la Revolución en aquella coyuntura. Esto fue así, a pesar de que la URSS tomó decisiones inconsultas con la parte cubana que trajeron como consecuencia que la Isla fuese la más desfavorecida con la solución que se le dio a la crisis.
En mayo de 1970, Fidel haría alusión a esta necesaria posición de firmeza de Cuba ante las amenazas del gobierno de los Estados Unidos:
“Este país, frente a un enemigo tan poderoso como el que tiene al lado, a 90 millas, si este país no tuviera una actitud muy decidida y muy firme, sin vacilaciones de ninguna clase, el imperialismo se lo habría tragado.
“A este país, entre otras cosas, lo ayuda a salvar su verticalidad, su firmeza, su valor, su falta de miedo. Si nosotros vaciláramos, si retrocediéramos frente a ese imperialismo, sucedería como con los peces voraces en el mar.
“Conversando con algunos compañeros del Ministerio del Interior, les contaba que quien ha pescado alguna vez en el fondo del mar, ve cómo se comportan las picúas, por ejemplo. Se aparecen por allí…si ustedes les van huyendo…
“Y les conté una experiencia que me pasó a mí una de las primeras veces que estábamos pescando submarino por allí un día. Me habían enseñado el fondo del mar, me entusiasmó. Me quedo solo, alejado del bote, y una picúa está dando vueltas y está enseñando los dientes. Entonces me voy replegando hacia el bote —medida muy prudente. ¡Pero la picúa se ponía más agresiva! Entonces siento vergüenza de estar en aquella actitud de retirada frente a la picúa. Viro hacia la picúa y avanzo hacia ella, y entonces salió huyendo. ¡Huyó enseguida! (…).
“Si este país frente al imperialismo, que es fiera, picúa, tiburón, buitre, todas las alimañas juntas —¡todas las alimañas juntas!—; si este pequeño país demostrara temor frente a los imperialistas y vacilaciones, nos habrían devorado.
“Y por eso lo único que nunca encontrarán en este país es ni vacilación, ni temor. Encontrarán una firmeza tremenda. ¡Y cuando quieran devorarnos tienen que tragarnos enteritos: desde la Punta de Maisí hasta Guanahacabibes! (Aplausos.) ¡Tienen que tragarnos enteritos!
“Si este país pequeño tan cerca de los imperialistas vacilara alguna vez, sería devorado. Por eso nosotros no podemos hacer nunca una concesión, porque se llenarían de aliento, se volverían sobre nosotros como hacen las fieras y como hacen los buitres”.[xi]
También fue memorable su discurso en respuesta a las amenazas del presidente estadounidense W. Bush, el 14 de mayo de 2004 cuando expresó:
“Puesto que usted ha decidido que nuestra suerte está echada, tengo el placer de despedirme como los gladiadores romanos que iban a combatir en el circo: Salve, César, los que van a morir te saludan.
Sólo lamento que no podría siquiera verle la cara, porque en ese caso usted estaría a miles de kilómetros de distancia, y yo estaré en la primera línea para morir combatiendo en defensa de mi patria”.[xii]
Paz, amistad y cordialidad entre un “pueblo menor” y un “pueblo mayor” como lo definía Martí, no podía jamás implicar dependencia y servidumbre. Como tampoco jamás Fidel entendió la normalización de las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos, desde la dominación. En cada uno de los reducidos momentos en que se estableció alguna posibilidad de diálogo o negociación, Fidel fue enfático en cuanto a que la soberanía de Cuba, tanto en el plano doméstico como en el internacional, no era negociable, y que la Isla jamás renunciaría a uno solo de sus principios.
6. De la unión depende nuestra vida
Asumiendo y enriqueciendo las ideas de Simón Bolívar, Martí y Fidel concedieron, como parte de su estrategia revolucionaria, un lugar privilegiado a la necesaria unidad de América Latina y el Caribe.
En su concepción revolucionaria, Fidel siempre vio el proceso cubano como parte de una Revolución mayor, la que debía acontecer en toda América Latina y el Caribe. De ahí su constante solidaridad y apoyo a los movimientos de liberación en la región y la denuncia de cada acto de injerencia yanqui. Esa posición partió en primera instancia de un sentimiento de identidad y de ineludible deber histórico, pero también como una necesidad estratégica para la preservación y consolidación de la Revolución Cubana. Sobre todo, teniendo en cuenta que desde el siglo XIX en adelante, el principal enemigo común de la verdadera emancipación de los pueblos al sur del río Bravo eran —y continuaban siéndolo— los Estados Unidos, los que en no pocas ocasiones utilizaron con éxito para sus propósitos la máxima de “divide y vencerás”, estrategia que han utilizado hasta nuestros días.
A esa compresión había llegado Fidel desde antes de 1959, y la puso de manifiesto en acciones concretas en las que, incluso, puso en riesgo su propia vida durante sus luchas como estudiante universitario. Fidel integró el comité Pro Independencia de Puerto Rico, el comité Pro democracia dominicana, participó en 1947 en la frustrada expedición de Cayo Confites contra el dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo y en los sucesos conocidos como el Bogotazo, donde compartió su destino con el pueblo colombiano que enfrentaba a las fuerzas reaccionarias que habían asesinado al líder popular Jorge Eliécer Gaitán. Además, ya desde aquella época, se había pronunciado a favor del derecho de los panameños a la soberanía sobre el canal interoceánico y el de los argentinos sobre las Islas Malvinas.
No obstante, luego del triunfo de enero de 1959, la vocación integracionista de Fidel se hizo más explícita en numerosos pronunciamientos públicos. Sus ideas y amplia acumulación de experiencias durante años, así como los continuos cambios en el contexto internacional, lo hicieron ir perfilando su pensamiento. De ahí que, en el Cuarto Encuentro del Foro Sâo Paulo, efectuado en La Habana en 1994, entre otras muchas ideas vinculadas a ese trascendental tema, declarara:
“¿Qué menos podemos hacer nosotros y qué menos puede hacer la izquierda de América Latina que crear una conciencia en favor de la unidad? Eso debiera estar inscrito en las banderas de la izquierda. Con socialismo y sin socialismo. Aquellos que piensen que el socialismo es una posibilidad y quieren luchar por el socialismo, pero aun aquellos que no conciban el socialismo, aun como países capitalistas, ningún porvenir tendríamos sin la unidad y sin la integración”.[xiii]
Los esfuerzos colosales realizados por Fidel en pos de la unidad y la integración de la región comenzaron a rendir sus frutos con la llegada de Hugo Chávez a la presidencia de Venezuela en 1998, momento que inició un verdadero cambio de época en América Latina. En el 2004 Chávez y Fidel crearían la hoy conocida como Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América-Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP) y al año siguiente, en Mar del Plata, el imperialismo estadounidense sufría ya una gran derrota, al ser enterrado el Acuerdo de Libre Comercio para las Américas (ALCA), iniciativa que venía impulsando el gobierno de los Estados Unidos. En el 2011, nacería en Caracas, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y con ello el sueño más preciado de Fidel y, por tradición, de Martí, Bolívar y otros próceres de nuestra América, se hacía realidad. Sin duda, una de las primeras victorias políticas de esa unión, sería el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Cuba y los Estados Unidos anunciados el 17 de diciembre de 2014, por los presidentes de ambos países. Cuba sola, sin el fuerte apoyo regional que recibió, no habría llegado a ese resultado. Esa unidad es hoy más imprescindible que nunca cuando los halcones de la Casa Blanca cada vez se aprestan más a dividirnos y devorarnos. ¡No pasarán!
El pensamiento y la práctica política de Fidel frente al imperialismo estadounidense, constituyen un referente ineludible, no solo para el pueblo cubano, sino para todos los pueblos latinoamericanos que resisten hoy la ofensiva neo colonizadora del norte revuelto y brutal que nos desprecia. Como advertía José Martí en 1891, en ese extraordinario ensayo y programa revolucionario que es Nuestra América: “Estos tiempos no son para acostarse con el pañuelo a la cabeza, sino con las armas de almohada, como los varones de Juan Castellanos: las armas del juicio, que vencen a las otras. Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra”.[xiv]