El líder aymara Túpac Katari formó un ejército de alrededor de cuarenta mil hombres para enfrentarse a las fuerzas colonialistas de España y llegó a cercar la ciudad de La Paz en 1781. En noviembre de ese mismo año, traicionado por algunos de sus seguidores, fue capturado por los españoles.

Un juez lo condenó a ser “desmembrado” con el mismo método bárbaro usado para ejecutar a Túpac Amaru II, es decir, cuatro caballos tirarían de él por sus extremidades hasta descuartizarlo.

La sentencia, realmente antológica, establece: “Ni al Rey ni al Estado conviene que quede semilla o raza de éste o de todo Túpac Amaru o Túpac Katari por el mucho ruido que este maldito nombre ha hecho en los naturales… Porque, de lo contrario, quedaría un fermento perpetuo.”

Hoy se consumó finalmente el golpe de Estado contra el Presidente Evo Morales. Día muy doloroso, amarguísimo, para Nuestra América. El plan para desconocer la previsible victoria de Evo y desestabilizar el país empezó a prepararse desde mucho antes de las elecciones y contó con el patrocinio temprano del Imperio. Ya Pompeo felicitó a la OEA por su complicidad con los golpistas. Ya el fascismo está celebrando su victoria en Bolivia mientras sigue persiguiendo a funcionarios del gobierno, a vocales del Tribunal Supremo Electoral, a partidarios del MAS, a líderes de los movimientos indígenas y populares, a simples hombres y mujeres social o étnicamente “sospechosos”.

Paradójicamente, uno de los golpistas más connotados se presenta como una especie de Mesías y emplea la Biblia y las figuras de Cristo y de la Virgen para llamar al odio, al racismo, a la violencia. Esto no es nuevo: la campaña electoral del fascista-mesiánico Bolsonaro recibió un apoyo decisivo de iglesias evangélicas reaccionarias.

Otra paradoja: la oligarquía cuenta con sicarios, “guarimberos” y paramilitares provenientes de sectores beneficiados por las políticas sociales de Evo. Se nos presenta de nuevo el triste espectáculo del “pobre de derecha” (en este caso de “ultraderecha”) que es engañado por los medios y los discursos populistas. Personas que deberían sentir agradecimiento hacia Evo se convierten en peones de vociferantes Hitlers de pacotilla.

Al Comandante Chávez le gustaba repetir la profecía que (con distintas variantes) se atribuye a Túpac Katari cuando fue condenado a muerte hace más de doscientos años: “Pueden matarme a mí, pero volveré hecho millones.” Era una respuesta indirecta a su juez, que, como vimos, aspiraba a que Katari no dejara huella alguna sobre la faz de la tierra.

Evo, aymara como Katari, con su nobleza y sentido ético a toda prueba, con su entrega generosa al pueblo, con los resultados extraordinarios de su obra, está dejando (duélale a quien le duela) “un fermento perpetuo” en Bolivia, en Nuestra América, en la gente digna de este mundo. Y volverá, con toda seguridad, “hecho millones”.

Por REDH-Cuba

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