Hace unas semanas se presentó lo que parecía un extraño hecho: el presidente de los Estados Unidos canceló una visita oficial a Dinamarca, luego de que las autoridades de ese país se negaran a aceptar la oferta hecha desde la Casa Blanca de venderle la isla de Groenlandia. La Primera Ministra de Dinamarca señaló que esa oferta le parecía una idea absurda y las autoridades de Groenlandia precisaron: «Estamos abiertos a hacer negocios, pero no estamos a la venta». Ante esas respuestas, Trump cancelo su visita. Podría pensarse que este individuo se comportó como un tahúr profesional del capitalismo, que está dispuesto a comprar lo divino y lo humano con el vil metal. Pero este no es un hecho nuevo, puesto que existen múltiples ejemplos en que Estados Unidos compró territorios de otros países, a los que incorporó a sus dominios.

En los Estados Unidos se considera que las cosas se consiguen por medio del dinero o de la violencia y, por eso, sus símbolos distintivos son la sangre y los dólares. Esos mismos símbolos representan la expansión territorial de los Estados Unidos, que de ser un país formado por las trece colonias heredadas de la dominación inglesa en 1776 y confinado a una porción localizada en la costa este, se expandió hacia el oeste durante el siglo XIX, hasta llegar a la costa del océano Pacífico. Esto se hizo mediante el expolio sangriento o con los dólares, (Ver mapa), como es bueno recordarlo a propósito de la “demencial” propuesta de Trump.

Fuente: Ramiro Guerra y Sánchez, La expansión territorial de los Estados Unidos, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975.

La sangre del expolio…

La expansión de Estados Unidos hacia el oeste se sustentó en la violencia contra las comunidades indígenas que durante siglos habitaron esos territorios. También fueron expulsados los habitantes de los lugares que correspondían a México, el país que más territorio perdió a manos de la voracidad yanqui. Basándose en la doctrina del Destino Manifiesto, y con una gran dosis de racismo, fueron asesinados miles de indígenas. Grandes masacres están detrás de lo que luego se vendió como la conquista del Lejano Oeste, un mito criminal Made in Usa, en el cual los asesinos aparecen como civilizados hombres de bien, que limpiaron el país de indeseables y degeneradas “razas” que se oponían al progreso. La legitimación institucional del crimen la expresó el general Philip O. Sheridan, quien alguna vez afirmó que “el único indio bueno era el indio muerto”.

Entre los métodos de exterminio sobresalió la confinación de pueblos indios en campos de concentración después de 1830, en donde miles de ellos murieron de hambre y enfermedades, traídas por los colonizadores blancos, como la tuberculosis, el cólera, el sarampión, la viruela. Sobre los cadáveres de los indígenas se levantaron, como lo dijo con regocijo el presidente Jackson, granjas y ciudades “llenas de todas las bendiciones, la libertad, la religión y la civilización”.

El ron fue otro instrumento utilizado por los colonos estadounidenses para aniquilar a los indígenas, embrutecerlos y desorganizarlos con el fin de que cedieran sus territorios sin mucha resistencia. Los colonos iban ante los indios, llevando en una mano un contrato para comprar tierras, en la otra una botella de ron, bajo el brazo una biblia y en la espalda un fusil.

Entre los hechos más sangrientos de la expansión territorial de los Estados Unidos se encuentra la guerra de conquista contra México, país que perdió dos millones y medio de kilómetros cuadrados de su espacio original y fue ocupado entre 1846 y 1848, incluyendo ciudad de México. Para rubricar que dólares y sangre están ligados, los Estados Unidos entregaron en esta ocasión una suma de quince millones de dólares al gobierno mexicano, para disimular la magnitud del despojo y la muerte de miles de mexicanos como resultado de la guerra de ocupación.

Y el dólar

Los Estados Unidos compraron varios territorios, entre ellos La Florida, que fue adquirida a España, en el momento mismo en que se adelantaba la lucha por la independencia en sus colonias. Con ese hecho, Estados Unidos impidió que se gestaran territorios independientes y los incorporó a su confederación.

La compra más importante fue la de Luisiana, propiedad de los franceses, vendida por Napoleón en 1803. Esta venta fue un resultado de la guerra anticolonial y antiesclavista de Haití, donde Napoleón sufrió su primera y más humillante derrota. En vista de la misma consideró que era mejor vender Luisiana a Estados Unidos, lo que hizo a cambio de una suma de quince millones de dólares. Subasto un poco más de dos millones de Kilómetros cuadrados pensando en términos geopolíticos, porque de esa forma apoyaría a un competidor marítimo de los ingleses, su principal enemigo.

Estados Unidos compró a la Rusia Zarista el actual territorio de Alaska en el año de 1867 por la suma de 7 millones de dólares, un lugar de 1 millón y medio de kilómetros cuadrados, con inmensas riquezas y una envidiable posición geoestratégica.

Las compras no terminaron allí, puesto que después vendrán otras, en las que Estados Unidos trafica con falsas independencias, sin incorporar territorios a su bandera nacional, como aconteció con Filipinas y Panamá. A la primera la adquirió a España por 20 millones de dólares, luego de una guerra relámpago en 1898, en la que el naciente imperialismo estadounidense derrotó al vetusto imperio español. La ocupación que siguió para aniquilar a los ejércitos independentistas en Filipinas fue brutal: supuso el asesinato de un millón de habitantes de ese archipiélago y su conversión en una neocolonia durante el siglo XX. Una situación similar aconteció con Panamá, cuya separación de Colombia fue preparada en Wall Street, y consumada en pocas horas el 3 de noviembre de 1903, luego de lo cual Estados Unidos se quedaría hasta 1999. Después le darían Colombia 25 millones de dólares como indemnización tardía por el robo del istmo y, sobre todo, para acceder a los recursos petrolíferos de nuestro país.

Colofón

La propuesta del gobierno de los Estados Unidos de comprar Groenlandia a Dinamarca no es nueva, siendo la tercera vez que se hace públicamente. Más allá de ese hecho circunstancial, debe recordarse que Estados Unidos ha utilizado el dólar para expandirse territorialmente y con esa moneda accedió a buena parte de lo que hoy son sus dominios continentales. Cuando los dólares por sí mismos no han funcionado, los yanquis no han dudado en utilizar la violencia y el despojo, como lo atestiguan en forma directa los mexicanos. Por ello, el dólar chorreando sangre es el emblema nacional de los Estados Unidos.

Fuente: Rebelión

Publicado en papel en El Colectivo, Medellín, octubre de 2019.

Por REDH-Cuba

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