Conversamos con Abel en la residencia de Calzada esquina a 4, donde vivió y murió José Francisco Martí Zayas-Bazán, el Ismaelillo, quien, “más allá del verso, fue caballero intachable” y “supo vivir puro, como su padre había querido”.

Entonces, Abel Prieto era el director de la Oficina del Programa Martiano. Tres semanas después recibimos una grata noticia: el intelectual cubano llega a la Casa de las Américas como presidente, para bien de la creación latinoamericana en los años por venir.

Fuimos a la casa del hijo de Martí solo para conocer la opinión de Abel sobre la diplomacia revolucionaria, que el próximo 23 de diciembre cumple 60 años. Pero dialogar con el autor de El vuelo del gato es un privilegio que sus interlocutores insistimos en vivir como un acontecimiento poético y espiritual. El breve encuentro se extendió.

Para empezar, le preguntamos por la diplomacia del Delegado, porque cuando Abel habla de José Martí, todos quedamos doblemente hechizados:

“Martí representó a varias naciones latinoamericanas ante eventos que se celebraron en Estados Unidos y defendió los principios de Nuestra América en esos foros, donde ya se estaba gestando el panamericanismo. Eso lo heredó la diplomacia revolucionaria cubana, ese instinto antiimperialista.

“Más allá de las convicciones, los argumentos, las pruebas, está ese componente que se manifiesta también en Fidel: descubrir todo intento colonizador, de arrogancia imperial, de mesianismo, de afán de tratarte como un pueblo inferior. La idea de que todos los pueblos son iguales, que los pequeños tienen los mismos derechos que las naciones más poderosas.

“Por otro lado, hay un concepto martiano que Fidel repetía mucho y forma parte de los conceptos básicos de la diplomacia de la Revolución: “Patria es Humanidad”. Nuestros diplomáticos defienden nuestra identidad y soberanía, y al mismo tiempo saben que la patria forma parte de un conglomerado humano mucho mayor. Nuestra diplomacia siempre, desde la época de Martí, se coloca del lado de los pueblos del Sur, de los pueblos oprimidos, de los débiles, de los pobres de la Tierra.

“De ahí vienen el internacionalismo de Fidel, las ideas de Martí, expuestas en la carta a Manuel Mercado cuando se refiere a que la guerra es para impedir, “con la independencia de Cuba, que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América”. El levantamiento de 1895 es también una acción internacionalista.

“Otro ejemplo es el del Che, quien fue un vocero de la diplomacia revolucionaria. Cuando va a Punta del Este en 1961, a la Conferencia del Consejo Interamericano Económico y Social, no solo fue a hablar a nombre de Cuba, sino a nombre de Nuestra América, de los pueblos del mundo, de los oprimidos, de los que se llamarían el Tercer Mundo, los recientemente descolonizados.

“Nuestra diplomacia ha defendido a Cuba y a las mejores causas de la humanidad. Un principio profundamente martiano y fidelista”.

Martí se entregó a la unificación y la concordia de los emigrados, ¿ha visto ese accionar desde el Minrex en estos 60 años de diplomacia revolucionaria?

–Martí fue el gran símbolo de la unidad. Fue capaz de unir a personas de distintas generaciones, a los veteranos de 1868 con los que llamó Pinos Nuevos. Se trata de crear una conciencia nacional independientemente del lugar donde vivas. Eso lo está haciendo hoy el Minrex con éxito.

“Desde la conferencia Nación y Emigración, se ha hecho un trabajo intencionado hacia esos compatriotas que no hay por qué considerar enemigos. Los que se han vendido a la maquinaria anticubana son una minoría.

“Los cubanoamericanos, según los datos que tenemos, y lo decía Bruno el otro día cuando intervino en la Asamblea General de Naciones Unidas, no son partidarios del bloqueo ni de las más recientes medidas para asfixiar a nuestro país. Al contrario, quisieran la normalización de las relaciones. Ellos también son víctimas de las políticas hostiles.

“Martí formó clubes revolucionarios, los recorrió e hizo un trabajo muy antisectario, creo que esa es una idea: no ser nunca sectarios. Es bueno recordar aquello que decía Fidel en su discurso “Palabras a los Intelectuales”, que la Revolución “solo debe renunciar a aquellos que sean incorregiblemente reaccionarios”. Incluso, él deja dentro de las posibilidades la idea de que alguien que sea reaccionario pueda corregir su conducta, sus puntos de vista, y pueda acercarse a los ideales de la Revolución, modificando ese ideario conservador y reaccionario.

“Tú lees las cartas de Martí y son convocatorias a la fibra sensible en la gente, más allá de las ideas políticas. Toca una fibra emocional, que tiene que ver con lo más profundo del ser humano. Martí pensaba el ser humano –como Fidel, como nosotros– como una criatura generosa.

“El ser humano no es una alimaña; lo convertimos en eso dentro de un entorno competitivo, de ferocidad. Continúo con lo que dice Martí en el prólogo a Ismaelillo: “Tengo fe en el mejoramiento humano”. El ser humano puede mejorar con la educación, con la cultura, con el papel de la familia, de toda la sociedad… ser sano, solidario, generoso. Es posible hacer crecer al ser humano. Eso está también en el espíritu de la diplomacia martiana. Creer en la gente, solo renunciar a aquellos que eran aliados de España o estaban al servicio de los peores intereses”.

Una lección para la Red

“Recuerdo que en 2003, en medio de otra gran campaña contra Cuba, mientras se preparaba la invasión a Irak en Miami, se creó, por iniciativa de un grupo de intelectuales mexicanos, la Red en Defensa de la Humanidad, que reúne a intelectuales, artistas, y líderes y movimientos sociales.

“Se hizo un taller en La Habana. Vino Pablo González Casanova, fundador de esa iniciativa, para movilizar la opinión pública mundial, abrir una brecha en la gran muralla de mentiras de los grandes medios contra nuestra nación.

“En aquel momento tan convulso, un escritor europeo, tradicionalmente amigo de Cuba, un hombre de izquierda, hizo unas declaraciones terribles contra Cuba, muy amargas y dolorosas. Nos dolieron mucho aquellas palabras, que la prensa al servicio del Imperio levantó con la idea de que a Cuba hasta sus amigos la estaban abandonando, de que estábamos solos.

“Recuerdo que había compañeros que querían responderle públicamente a ese escritor. El propio Fidel nos recomendó que la Red no se le enfrentara, era una figura importante de la cultura universal. Más adelante, esa persona fue modificando sus posiciones, dio una entrevista para un periódico cubano y regresó a Cuba con su esposa. Fidel le dedicó una noche completa. Conversaron hasta el amanecer. No se habló de ese golpe bajo en aquel momento inoportuno.

“Fidel nos dijo a un grupo de compañeros que había que diferenciar al enemigo orgánico, aquel que efectivamente está formando parte de la maquinaria de la reacción, del imperio, de aquel que coyunturalmente, por un diluvio de mentiras o por la propaganda, puede emitir una declaración incorrecta, inadecuada”.

Fidel establecía una relación de proximidad, rompía todo lo ceremonial

“Vi mucho a Fidel en su vínculo con intelectuales y artistas del mundo. Fidel establecía una relación humana (tiene que ver, de cierto modo, con la diplomacia), aunque era un político de cuerpo entero, excepcional, siempre mirando al futuro, mucho más allá de lo que podemos imaginar nosotros. Establecía una relación de proximidad y rompía todo lo ceremonial. En ese sentido, era una escuela.

“La conversación entre Jack Nicholson y Fidel fue algo extraordinario. Nicholson había comprado en la Plaza de Armas un ejemplar de La Historia me absolverá, para que Fidel se lo firmara. Y lo había leído. Es un hombre con una cultura política por encima del promedio de otros visitantes que hemos tenido.

“Además, está el encuentro que sostuvo con Sean Penn, con su entonces esposa y sus dos niños. Fidel dedicó todo el tiempo de la noche a uno de los niños, con preguntas como: ¿Qué tipo de historia te enseñan? Eso deslumbró al actor y a su esposa, que Fidel conversara con el hijo, que le pareciera tan importante la opinión de un niño de 9 o 10 años.

“Tuve el privilegio de acompañarlo en la Cumbre Iberoamericana del llamado Quinto Centenario, en 1992.  Era un momento terrible, se acababa de derrumbar el muro. Antes, Fidel había anunciado el 26 de julio de 1989 en Camagüey que un día podríamos despertarnos y que no existiera la Unión Soviética.

“Empezaba lo que él llamó ‘desmerengamiento’, que es una palabra que no he encontrado en ningún diccionario, ni siquiera en uno de cubanismos, pero dice mucho. Lo que se ‘desmerenga’ es algo que no tiene las bases sólidas, se derrumba blandamente, sin dignidad. Esa expresión dice mucho de las causas de aquel derrumbe.

“Había ocurrido la caída del Muro, el equilibrio entre las fuerzas que existió desde la Segunda Guerra Mundial estaba viendo su fin y ahí estaba Fidel, rodeado por todos los neoliberales de América Latina. Estaba Felipe González al frente del Gobierno de España; Violeta Barrios de Chamorro había ganado las elecciones de Nicaragua… Aquello era una fauna grotesca de ladrones, la mayoría después acabó en procesos judiciales. Eran todo un coro atacando a Fidel, como un representante del pasado.

“La matriz era que Fidel era como un dinosaurio, representaba un sistema fracasado, que ya había quedado atrás en la historia. Fidel respondió: “Está bien, vamos a admitir el flujo de capitales, pero hay que admitir el libre flujo de personas en el mundo”. Todo este fenómeno de las migraciones que estamos viendo crecer hoy de modo absolutamente incontrolable, tiene que ver con aquella reflexión de Fidel.

“Habló de las consecuencias del neoliberalismo, de cómo iba a multiplicar con índices inimaginables la brecha entre ricos y pobres. Advirtió que el mundo se iba a hacer ingobernable. Creo que me sentí muy orgulloso de ser cubano y haber estado en esa delegación en aquella cumbre. Hay que ver qué entendieron ellos en su ceguera, estupidez y mediocridad.

“Si hay una cosa que espanta, es que uno ve en los políticos del mundo mucha mediocridad. No solo en términos intelectuales y culturales, sino también en sus reacciones. Son representantes de corporaciones. La política se ha degradado mucho, se ha convertido en un show, aparte del papel que tienen hoy las redes sociales en la manipulación del votante.

Los vínculos culturales son permanentes

“Fidel decía que la cultura era escudo y espada de la nación. Escudo porque protegía nuestros principios, nuestros valores e identidad, y espada porque llevaba la verdad de Cuba muy lejos, a donde a veces no llega dicha por un discurso político, a través de otros medios. Daba una enorme importancia al papel del arte y de la cultura en general en los vínculos internacionales.

“Él fundó con Chávez el Alba Cultural, llamado el Fondo Cultural del Alba, durante una Feria Internacional del Libro en La Habana. Fue un día de mucha trascendencia, porque era el intento de que nuestra familia espiritual del pueblo de América Latina y el Caribe, se convirtiera en un fundamento más allá de lo coyuntural, de la integración latinoamericana, de un convenio. Un convenio se puede romper o llega un Gobierno de derecha y lo liquida, pero los vínculos culturales son permanentes.

“Fidel creía firmemente en la voz, la palabra de los intelectuales y artistas comprometidos, no solo con ideas socialistas, sino en contra del genocidio cotidiano, de lo que significa el neoliberalismo; en contra de entregar las identidades nacionales de nuestros pueblos a toda esa locura de la industria del entretenimiento; a favor de una cobertura de salud universal, de la educación.

“Hay principios. Fidel siempre decía que la gente digna, la gente decente, perteneciera al partido que perteneciera, tenía que acercarse a los principios que defendía Cuba por una sociedad más justa, verdaderamente digna. En eso él tenía, sin dudas, toda la razón”.

La mística del diplomático cubano

“Admiro mucho a los diplomáticos cubanos. Los he visto trabajar con una gran austeridad. Tienen una mística que el diplomático de carrera, típico, no tiene. Una mística que no se adquiere en el Instituto Superior de Relaciones Internacionales, aunque ahí forman maravillosos profesionales. Es un extra que también les da la Revolución: el hecho de saber que defienden una causa justa, a un país pequeño en tamaño y recursos pero moralmente enorme y, al mismo tiempo, agredido, bloqueado, traicionado, difamado.

“A veces son muy pocos en una misión, a veces solo una pareja, y, sin embargo, aunque no tengan los medios que poseen otras embajadas para dar cócteles en hoteles de cinco estrellas, ni mucho menos, nuestros diplomáticos se despliegan de una manera notabilísima, vencen los prejuicios de mucha gente, hablan con todo el mundo, tienen cantidad de contactos, trabajan más de 10 horas al día.

“Son incansables, muy valientes, capaces. A veces tienen que buscar soluciones de un momento para otro porque no tienen lo que hoy hace mover a tanta gente en el mundo: el dinero. Cuentan con muy pocos recursos y con ellos tienen el poder de lograr acciones de mucho impacto. Ellos lo saben, y yo te digo que lo hacen de manera brillante y admirable. Es la verdad.

“Toda esa mística, toda esa moral de los cubanos está dada por algunos principios, como el de que Cuba no miente jamás, jamás se acerca a nadie para manipularle, utilizarle, para comprarle. No se acerca jamás para usar algún tipo de juego sucio, algo tan frecuente en el mundo hoy. Cuando un diplomático nuestro interviene en un panel, en un foro, en un evento, la gente lo escucha con particular atención y respeto porque detrás de ese diplomático está la obra de la Revolución cubana, está la diplomacia revolucionaria con una tradición.

“Piero Gleijeses, que escribió el libro Misiones en conflicto sobre nuestra presencia en África, un gran investigador de origen italiano, estaba trabajando en un proyecto, que no sé en qué punto está, para estudiar la diplomacia en Cuba. Él decía que este es el único país del mundo con un expediente impecable en término de sus relaciones internacionales, basado en que Cuba jamás ha ido a otro país a saquearlo, a tratar de imponer algún tipo de tratado desventajoso o sacar algún tipo de privilegio.

“Cada diplomático que habla en nombre de nuestro país, lo hace desde el enorme prestigio personal que se ha ganado por su trabajo y desde el inmenso prestigio internacional que tiene la Revolución cubana.

“Los valores esenciales de nuestra diplomacia revolucionaria son los principios, la ética, la verdad, cosas que no están de moda hoy a nivel mundial ni en la política, ni en casi ningún sitio. Ética, apego a la verdad, honestidad, transparencia, internacionalismo, humanismo, defensa de los intereses de la nación, de los pueblos acosados y oprimidos, de la soberanía.

“La idea de que ‘patria es humanidad’ está presente en el núcleo mismo de la diplomacia revolucionaria cubana. La idea de que todos los pueblos, independientemente de su dimensión, de si tienen bombas nucleares o no, pequeños o grandes, con recursos y petróleo o no, tienen los mismos derechos y deben ser atendidos de manera respetuosa”.

Cuba, con muy poco dinero, tiene una diplomacia de gran potencia

“Si tienes a 90 millas al imperio más poderoso de todos los tiempos, el mismo que desde hace 60 años, de un modo u otro, ha tratado de destruir a la Revolución, es imprescindible una diplomacia de gran potencia.

“Cuba, con muy poco dinero, tiene una diplomacia de gran potencia, sin los recursos que una de gran nivel tendría, y que jamás ha llegado a un país con posiciones de arrogancia.

“Es aún más importante cuando el multilateralismo está quedando como una especie de broma macabra. El Gobierno de Estados Unidos ha hecho todo lo posible por destruir los principios de las Naciones Unidas.

“Nuestros diplomáticos tienen un gran conocimiento de la legalidad internacional, de las normas internacionales. Siempre tienen fundamentos jurídicos para lo que dicen. Creo que todos los cubanos se sienten orgullosos de nuestro canciller Bruno. Los cubanos apoyamos nuestra diplomacia y la admiramos, desde el canciller hasta el embajador en el país más remoto. Eso se advierte en la calle, en la gente.

“Vivimos otra victoria de la resolución contra el bloqueo a principios de noviembre. Ese día nuestro pueblo siguió la sesión en la Asamblea General minuto a minuto, con pasión, sabiendo que quienes están allí representan efectivamente la voz del pueblo, no una oligarquía vendida ni un grupo corrupto, sino a un pueblo digno que está dispuesto a resistir, por todos los medios, las presiones y las políticas hostiles”.

Es la Revolución de la verdad

“No somos máquinas, nuestros diplomáticos tampoco lo son, ni han salido de laboratorios. Esos políticos que sonríen aun cuando el país se está cayendo… digamos, lo que está dentro de las reglas del juego, lo que se llama política show, ese ceremonial mediocre absurdo, no tiene nada que ver con nuestra diplomacia. No somos retóricos, nuestros diplomáticos nunca lo son.

“Fidel jamás fue retórico, ni Raúl. No lo va a ser ni lo ha sido Díaz-Canel, como tampoco otros líderes de esta nación que nació contra la retórica, contra la mentira. Debemos recordar aquella frase de Fidel de ‘nos casaron con la mentira y nos obligaron a vivir con ella’.

“Es la Revolución de la verdad, la que se la dice a su pueblo, como en esta última crisis, cuando hubo una persecución de los barcos que traían petróleo y el Gobierno debió tomar medidas extremas que fueron explicadas por el compañero Díaz-Canel en la televisión y en la Asamblea Nacional. Hablarle con transparencia a la gente y hablarle al mundo con la misma transparencia, como hace hoy el canciller y como lo han hecho todas las figuras que le antecedieron.

“Creo que un diplomático nuestro no puede ser retórico, de plástico, ni un robot. Tiene que ser un humano que habla a otros, en nombre del país que ha hecho más por la solidaridad en la historia de este planeta”.

Fuente: Cuba MINREX

Por REDH-Cuba

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