Entre el 2 y el 4 de diciembre se desarrolló en Caracas, Venezuela, el I Congreso Internacional de Comunicación. Animados por el lema “¡Ahora hablan los pueblos!”, asistieron al evento cerca de 1700 comunicadores. Junto a 150 invitados internacionales de 37 países, concurrieron desde los distintos estados de Venezuela un gran número de militantes pertenecientes a la estructura comunicacional de base de la Revolución Bolivariana.
El cónclave permitió el esclarecimiento sobre las modalidades de manipulación y la estrategia de agresión utilizadas por los medios y agencias hegemónicas al servicio de la guerra multimodal que lleva adelante el imperialismo contra los proyectos de emancipación. La aplicación de operaciones de guerra psicológica, la instalación de la sospecha y la acusación, la construcción de un cerco mediático internacional en combinación con el accionar político y diplomático por parte del gobierno estadounidense fueron aspectos develados y discutidos en varias mesas. En su costado más aliciente, las intervenciones desarrollaron temas ligados a la Comunicación liberadora, la ética de la Comunicación, la Comunicación en sentido descolonizador y la posibilidad de construir redes solidarias de comunicación desde las luchas de los pueblos.
Asimismo, el Congreso permitió el intercambio de conceptos teóricos y tácticos para contrarrestar el retroceso político. De los paneles, debates y talleres del Congreso surgió con claridad el impacto de la falsificación de sentidos comunes accionados de manera coordinada por los medios corporativos y su influencia en el desgaste de procesos revolucionarios y progresistas.
En el transcurso de la actividad se develó cómo la crítica despiadada y cotidiana, el editorial artero, la burla, la omisión, la caricaturización o demonización de aspectos personales de los liderazgos se constituyeron en armas de destrucción masiva dirigidas a evitar la consecución de mejores niveles de vida para las poblaciones marginadas.
Al mismo tiempo, el Congreso dedicó un amplio espacio a la discusión sobre el uso político nefasto de las mal llamadas “redes sociales”, que cabalgan a lomos de la atomización social y la profundizan. La falta de cotejo informativo, la veloz propagación, junto al interesado manejo mercantil y el espionaje individualizado, han hecho de éstas parte fundamental del moderno arsenal de confusión y control social. Por tanto, como ya lo habían anticipado iniciativas pioneras como Internet Ciudadana, Just Net Coalition y otras, uno de los principales retos del futuro inmediato es construir redes y tecnología digital soberana, alejada de las acechanzas de la arquitectura dependiente.
Desde la necesidad de unir esfuerzos para contrarrestar la ofensiva unitaria conservadora, que ha tomado en los últimos tiempos decididos rasgos fascistas, racistas, fundamentalistas y misóginos, el Congreso destacó como un primario la construcción de una red internacional de comunicación para coordinar la acción colectiva.
Unidad frente a la arremetida retrógrada
La enorme masa de contenido informativo disparada unilateral- y repetidamente sobre la conciencia humana, los códigos de manipulación insertos, la variedad de formatos y la omnipresencia del instrumental transmisor, dificultan a una mirada ingenua percibir el mensaje único y sus objetivos.
De allí que la decodificación de la estructura que subyace a la aparente objetividad de los emisores es primordial. En el contexto de degradación e insostenibilidad evidente del modelo capitalista, éstos pretenden amañar la realidad y enmascarar su propio cometido distorsivo para desviar y sofocar todo ímpetu transformador. Por otra parte, el otrora hegemón indiscutido, los Estados Unidos de América, sede y custodio del ultraliberalismo, ve disputada su preeminencia por el ascenso vertiginoso del poder económico y demográfico de potencias asiáticas. En esta pelea por el control de recursos naturales, comerciales y financieros, la comunicación entonces, se vuelve un arma de guerra. Guerra que exige la sumisión total de los pueblos de América Latina y el Caribe al mandato neocolonial.
Esta es la motivación del proyecto único de la derecha, cuyo brazo comunicacional es la mediática oligopólica transnacional. Como expresó Atilio Borón en el acto de clausura del Congreso en el Palacio de Miraflores, “tan sólo cinco conglomerados concentran la información mundial”, información que luego, replicada infinidad de veces es tomada como verdadera.
De tentáculo local sirven rigurosamente los principales medios locales, financiados por los grupos económicos dominantes, cuyo interés es mantener sus privilegios y réditos.
Ante tamaña concentración y dominancia del discurso único, frente a las múltiples artimañas del entramado antipopular, los participantes del Congreso se hicieron eco del llamado a la unidad comunicacional. Así, entre las resoluciones del documento final aprobado se anuncia la constitución de una Red Internacional de Comunicación, constituida por los partidos políticos, movimientos sociales y organizaciones del poder popular. Al mismo tiempo, se pretende establecer una multiplataforma de carácter internacional para la interacción, generación y divulgación de contenidos alternativos.
A fin de dar continuidad a la iniciativa se establece la celebración de un próximo Congreso a realizarse en 2020 en Nicaragua.
¿Unificar, confluir, articular?
En el mundo actual campea una fuerte tendencia a la desarticulación, a la desestructuración. El centralismo es resistido y el sentir de los pueblos clama por mayor autonomía y descentralización.
Como es sabido, además, el capitalismo exacerba el culto al individualismo y la exclusividad, imponiendo como norma el desapego de lo colectivo.
Sobre esa corriente se monta el imperialismo para debilitar las organizaciones y gobiernos populares, para fomentar la secesión, la disgregación, para intentar destruir – así Tania Díaz, 1ª. Vicepresidenta de la Asamblea Nacional Constituyente y principal responsable de la organización del Congreso- “todo sentido unificador de identidad”.
Las fuerzas progresistas y de la izquierda están ante un reto de coaligación. El esfuerzo por superar caprichos egocéntricos, radicalismos centrífugos, sectarismos inconducentes, la indefinición como programa, pero también la falta de participación protagónica popular, el excesivo centralismo o el dogmatismo acrítico, debe tener como propósito la unidad hacia horizontes humanos superiores.
En el campo de la comunicación, entendida como diálogo, como ida y vuelta, como derecho humano, este desafío presenta diversas opciones. Un exceso de unificación discursiva corre el riesgo de producir un rebote, sobre todo en los jóvenes, sedientos de creatividad y libre albedrío y en ciertos segmentos de clase media, menos sensibles a la arenga en sentido de comunidad.
Por otro lado, es necesario evitar el efecto de “cámara refractaria”, según el cual, significados y lenguaje se tornan sólo comprensibles para los convencidos pero crípticos y poco atractivos para otros sectores sociales, arriesgando con ello un aislamiento desaconsejable. Por último, para que el mensaje conecte con el sentir profundo de los pueblos, éste debe acoplarse a formas culturalmente diversas, más allá de reflejar la íntima concomitancia de las problemáticas.
Más allá de estas prevenciones, es imprescindible aunar criterios, agendas de acción, acumular fuerzas frente al monstruo. Probablemente el camino a transitar en esta época sea la confluencia en espacios de articulación de procedencias diversas y códigos disímiles. De este modo, la diversidad de semánticas puede actuar sin censuras bajo banderas similares y objetivos compartidos.
Para reforzar la dirección de esta orgánica flexible, es imprescindible agregar un decidido espíritu de solidaridad internacional estratégico con las causas justas de los pueblos, con las iniciativas orgánicas tendientes a la integración regional soberana y el repudio manifiesto a los intentos neocoloniales de ahogar a los proyectos de las mayorías postergadas.
Universidad popular o nada
Como fruto relevante de este primer congreso internacional, el presidente Maduro ratificó la disposición del gobierno bolivariano de alojar y aportar a la fundación de la Universidad Internacional de Comunicación. Dicho espacio académico estará dedicado a la “formación política y técnica y el análisis de discurso para generar propuestas capaces de enfrentar las campañas de empresas e instituciones al servicio de la incomunicación, desinformación y aculturación”.
Entre los considerandos fundacionales, se prevé la acreditación de saberes y capacidades ya existentes en la comunicación popular y el reforzamiento del potencial de los medios comunitarios y alternativos. Asimismo se propuso la instalación de sedes múltiples a lo largo de la región, como también la posibilidad de programas de formación itinerantes y a distancia.
Metas que serán puestas a prueba por el empeño que pongan de manifiesto los sectores involucrados en allanar la participación popular en el diseño de esta importante conquista social integradora, una Universidad de Comunicación al servicio de los Pueblos.
Integrar la comunicación en la lucha social
Para que la comunicación esté al servicio del mejoramiento de la vida -como lo afirmó el Foro de Comunicación para la Integración de NuestrAmérica en su exposición- es imperativo que los movimientos sociales de la región integren como parte de sus luchas la reivindicación de democratizar la comunicación. Dicha democratización, aunque tradicionalmente incluye la creación de nuevos medios, la demanda por licencias, frecuencias, financiamiento estatal y capacitación, abre las puertas a la idea de un activismo de comunicación permanente, en el que los pueblos comunican y se comunican. Precisamente en esa dirección envió un mensaje Ignacio Ramonet en el acto de cierre, quien de modo simbólico blandió como arma un teléfono celular convocando al activismo comunicacional masivo.
Activismo que, por otra parte, resulta imprescindible cuando las dictaduras, como en el caso más reciente del régimen golpista en Bolivia, aplican bloqueos informativos y ordenan la persecución de periodistas.
Mundializada la protesta, mundializar la propuesta
El Congreso Internacional de Comunicación es la respuesta comunicacional de la izquierda nucleada en el Foro de Sao Paulo ante la agresión multidimensional del neocolonialismo en la región. Respuesta que necesariamente habrá de tender puentes con otros colectivos y articulaciones del mundo progresista para resistir los estertores de un mundo capitalista peligrosamente herido de muerte.
Los pueblos lo gritan en la calle, la protesta está mundializada. Junto a ella, deberá hacerse conocer y mundializarse la propuesta. A esa tarea estamos convocadas las y los comunicadores populares del planeta.
Javier Tolcachier es investigador del Centro de Estudios Humanistas de Córdoba, Argentina y comunicador en agencia internacional de noticias Pressenza.