A propósito de los actos vandálicos que días atrás se realizaron contra los bustos de José Martí, no ha sido la primera vez que nuestro Apóstol es mancillado.

Muchas veces se ha reiterado –nunca dejaremos de hacerlo– lo ocurrido aquel 11 de marzo de 1949, cuando un marine yanqui, en el Parque Central, trepó por la estatua del Apóstol hasta quedar sentado a horcajadas sobre sus hombros, utilizándola como urinario. La respuesta del pueblo fue inmediata. Los estudiantes, a quienes se les sumó una masa de pueblo enfurecida, acudieron al monumento y allí, en improvisados mítines, se condenó tan deleznable hecho.

Años después, en 1960, Martí vuelve a ser profanado. Desde enero de 1960, en Cuba se trabajaba en el montaje de una exposición donde se expondrían los logros económicos, científicos y técnicos de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. El lugar seleccionado para la exposición era el Palacio de Bellas Artes. Para la inauguración de la exposición, el Gobierno Revolucionario invitó al viceprimer ministro soviético, Anastas Mikoyan.

La tarde del 4 de febrero llegó a Cuba el Vicepremier de la Unión Soviética. Un día después, el 5 de febrero, la delegación soviética colocó una ofrenda floral al monumento de José Martí en el Parque Central. Minutos más tarde, se inauguraría la exposición.

Luego de la sencilla ceremonia ante el monumento de Martí, Mikoyan es acompañado por distintos representantes del Gobierno Revolucionario hacia el Palacio de Bellas Artes. Mientras da comienzo el acto de inauguración, en el Parque Central, numerosas personas, más otras que se agregaban, contemplaban la hermosa ofrenda colocada ante la estatua del Apóstol.

Alrededor de tres cuartos de hora después, un reducido grupo de individuos irrumpió en el Parque Central portando carteles contrarrevolucionarios y un cojín de flores, semejante al que habían pretendido colocar en Nueva York los esbirros de la organización contrarrevolucionaria Rosa Blanca días atrás.

Cuando el grupo intentó llegar hasta la estatua de Martí para romper la corona depositada por Anastas Mikoyan, el pueblo se abalanzó sobre los provocadores, frustrando sus propósitos. La acción de la policía y del pueblo logró la detención de casi todos los individuos participantes en la provocación.

En los momentos en que llegaba el grupo rosablanquista al Parque Central y se producía la alteración del orden, en los portales de la Manzana de Gómez el agente de la embajada estadounidense, George St. Jones, tomaba fotos de los sucesos. Un ciudadano que lo reconoció, dio el aviso, y docenas de personas corrieron tras él, logrando detenerlo.Llegaron en esos momentos miembros de la policía que, para protegerlo, lo condujeron a la Tercera Estación.

La provocación, que fuera disuelta sin consecuencias por el público, dio lugar a que la multitud que se hallaba rodeando la tribuna en Bellas Artes se alzase serenamente y, luego de varios gritos de «¡Viva Cuba libre!», comenzase a cantar el himno, que la Banda del Ejército Rebelde ejecutó tres veces seguidas.

La música y el canto fueron ahogados por una cerrada ovación. Había llegado el Primer Ministro y líder de la Revolución Fidel Castro. El público aplaudió y dio vivas a Fidel y a la Revolución durante largo rato.

Estos dos ultrajes, como los más recientes, han tenido la inmediata respuesta de un pueblo cubano enardecido. No hay otra forma de actuar contra quienes intentan quebrantar nuestros símbolos de lucha, nuestros ideales y nuestros principios.

Fuente: Granma

Por REDH-Cuba

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