Estupor, cuando menos, y una alta cuota de repugnancia, me produce seguir leyendo frases y artículos que van desde lo vulgar a lo engañosamente sesudo para “analizar” cómo Cuba debe enfrentar la realidad ante este virus.
Los que así escriben “saben” más que directores de hospitales, científicos y especialistas de todas las ramas, presidente, ministros, gobernadores, en fin, todos los que amanecen trabajando o no duermen, porque no tienen tiempo de pensar en sí mismos; porque no están aburridos en su metro cuadrado, detrás de la pantalla de una computadora o de su móvil, para “dictar” consejos por control remoto, sin aportar nada beneficioso, sin reconocer un esfuerzo, sin el menor sentido de lo que es arriesgar y buscar una solución.
Algunos publican bajo un titular dulcificado y de apariencia positiva, porque saben que hay lectores, por lo general, que ni abren el artículo en cuestión (fácil de saber cuando en un comentario se preguntan detalles incluidos en él). Los más abyectos ven como una gracia que alguien abandone un centro de aislamiento o se niegue a seguir las medidas sanitarias o no abra una puerta ante las pesquisas; lo comparten y alientan la desobediencia. Los más preparados desgranan filosofías trasnochadas Ese es el bloqueo interno. Nada de empatía y solidaridad.
Cuba tuvo que comprar aquel barco para acceder al petróleo que cargaba. En estos días, el donativo médico de mascarillas, kits de diagnóstico rápido y ventiladores, de parte de Jack Ma, fundador de Alibaba, el gigante electrónico chino, no había podido llegar a nuestra isla, porque la empresa estadounidense contratada para hacerlo se negó, alegando las leyes que lo impiden, a pesar de que sí llegaron a Japón, Corea del Sur, Italia, Irán, España, Etiopía, Bélgica, Francia, al propio Estados Unidos y a unos cincuenta países más. La información detallada aparece en la página de la Embajada de Cuba en China, y hoy en medios cubanos. Esa es la realidad.
Los críticos de salón no están interesados en hacer campaña contra un hecho que desdice de sus supuestos deseos de unidad y preocupación por los cubanos todos. Tendrían que mencionar la palabra bloqueo, más amargo e inhumano aún cuando de salud se trata, y reconocer que en lo que Cuba planifica y construye contra toda dificultad, por la salud, sí están incluidos todos los cubanos, incluso ellos.
Me acusan de no ser poeta ya, por creer en la poesía de las palabras y en la de las vidas de las personas. También son especialistas de literatura. Alaban a algunos que tuvieron una obra que hoy se resume en post infames, que nada aportan que no sean gastados adjetivos para sus egos de miseria. Envían sus jaurías cuando una publicación defiende los esfuerzos de Cuba. No creo en nadie que diga amar flores, animales y amaneceres, y no ame a su vecino o al otro y a la de más allá, aunque no los conozca. Y no sea capaz de decirlo, al menos, si no va a trabajar por el bien común.
Yo creo en Cuba, también porque Cuba, en esta batalla por la vida, cree incluso en los que no creen en ella.
Fuente: Cubadebate