Al aprobar el DU 038-2020, el gobierno del Presidente Vizcarra ha optado por un camino equivocado. Objetivamente, ha dado la espalda a miles de trabajadores por extender la mano a doctos empresarios y a su organización representativa, la CONFIEP.

Es bien sabido que en una circunstancia de crisis, cuando peligra el equilibrio social, y asoman colapsos en la vida de los pueblos; las autoridades máximas de un Estado tienen un deber ineludible: preservar las fuerzas productivas que les aseguren la supervivencia.

El problema radica en que no siempre se dan cuenta de un hecho inequívoco: la principal fuerza  productiva en  cualquier país del mundo, son los trabajadores. Ellos generan la riqueza, la producción, la vida misma. Sin los trabajadores, no es posible nada; con los trabajadores, es posible todo.

Ocurre, sin embargo, que embelesados por el efímero Poder de la Clase Dominante, algunos gobernantes creen que no, que los trabajadores son algo así como “una fuerza añadida”, y que la principal, son los empresarios porque ellos tienen el capital. ¡Eso es lo que hay que preservar!, parecen decir, sin darse cuenta que el capital fenece, o se multiplica, no por sus propias leyes, sino por la fuerza de los hombres.

El Perú vive una crisis sanitaria de primer nivel. Hoy, ella es internacional por cuanto se ha extendido a numerosos países y ha cobrado vidas humanas en distintos confines de planeta. Más de dos millones de personas está infectada, y más de 200 mil, ha perecido. Esta crisis nos ha mostrado diversas experiencias. La más importante de ellas es que los bienes materiales no valen nada en comparación con lo que es fundamental: la vida misma.

Una persona puede tener mucho dinero que no puede gastar; oficinas de lujo, que no puede usar; vehículos modernos, que no puede conducir; ropa de moda, que no puede lucir; hermosos adornos que nadie puede ver. La cuarentena lo ha devuelto a su real dimensión: es simplemente un ser humano desprovisto de bienes, de riqueza y de poder ¿Qué necesita, entonces? Alimento, salud, educación y reposo. Y debe esperar que pase esta crisis para ser otra vez un trabajador. Sobrevivió con el aporte de millones, y vivirá con él más adelante. Trump no se da cuenta de ello. Por eso quita presupuesto a la Organización Mundial de la Salud, e incrementa el de la OTAN. Para él, la guerra. Para los pueblos, la paz.

 El 90% de la población peruana está compuesta trabajadores del campo y la ciudad. Unos siembran la tierra y hacen la cosecha. Otros, trabajan en la fábrica, en la empresa, la oficina, o la tienda. Muchos se vieron –precisamente por efecto de la crisis del sistema vigente- a crear su propia fuente de trabajo: se hicieron ambulantes, o taxistas. Pero nunca dejaron de ser trabajadores. En otras palabras, nunca perdieron su esencia. Hoy, están llamados a cambiar el país.

Es verdad que el Decreto de Urgencia 038 no “afecta a todos” en términos reales. Hay diversos segmentos que quedarán fuera de sus efectos. Y es verdad que proclama su voluntad de ser una disposición “transitoria” -alude a 90 días-. Pero ni una ni otra, lo justifica. Objetivamente refleja una voluntad: puesto en la disyuntiva de amparar a los empresarios o a los trabajadores, el gobierno ha optado por dar la mano a “los cogotudos”, como los definiera lúcidamente Isidoro Gamarra. Cobrar los impuestos que las grandes empresas deben, y poner tributo a los más ricos, habría lo indicado.

Para ellos, 30 mil millones de soles. Para los otros –los trabajadores- la “suspensión perfecta” de salarios, su empleo y sus derechos más elementales.  Esta “suspensión perfecta”, no es un invento reciente. La formuló Alberto Fujimori a través del Decreto 003-97, en su artículo 15, cuando por primera vez, habló de la “Suspensión temporal perfecta” como una manera de echar a la calle a decenas de miles de obreros y empleados en nuestro martirizado país. Algunos de los que hoy gritan contra el 038-2020 callaron aquella vez cuando el “chinito de la yuca”, vino a “poner orden” en el mundo laboral.

Para los empresarios, hay hoy varias alternativas: “Reactiva Perú”, el pago del 35% de la planilla, la postergación en materia tributaria; y ahora, la suspensión perfecta. Para los trabajadores, el encierro de la cuarentena, el hambre, y la voluntad de patear latas.

Esta crisis nos ha puesto un reto: hay que cambiar esta realidad. Construir un país con progreso y desarrollo. Acabar con este Estado viejo, dependiente y sometido. Y forjar una Patria verdadera en la que los trabajadores sean no solo columna vertebral, sino también fuerza dirigente.  Ese es el deber que nos convoca.

Por REDH-Cuba

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