Acaba de estrenarse en Netflix, la plataforma de streaming, una miniserie documental de cuatro capítulos que dará que hablar. Bajo el muy intencionado título “Jeffrey Epstein: Asquerosamente Rico”, es una producción de la compañía Radical Media y otras tres casas productoras. La directora, Lisa Bryant, hace un recorrido aterrador y muy objetivo sobre las acciones de uno de los depredadores sexuales más peligrosos de los últimos tiempos en los Estados Unidos, no solo por el alcance de su perversidad al abusar de mujeres adolescentes, menores de edad, sino también por el poder político y económico del criminal.

Jeffrey Epstein era un financista estadounidense que apareció muerto, ahorcado, en agosto de 2019 en una celda del Centro Correccional de Manhattan, en Nueva York. Desde el año 2005, la policía de Palm Beach, en la Florida, había comenzado a investigarlo a raíz de varias denuncias de muchachas que, siendo atraídas al domicilio de Epstein, habían recibido abuso sexual por parte del multimillonario. A pesar de todas las declaraciones acumuladas, incluyendo no solo a las víctimas, sino también de testigos de la presencia de menores en la residencia, no pudo concretarse la condena por estos hechos y en el año 2008 solo se le aplicó una sanción de 13 meses por solicitar prostitutas y tentar a menores a la prostitución. Fueron identificadas 36 víctimas, entre ellas varias de solo 14 años.

A pesar de ser una figura introvertida, que trataba de mantener un perfil muy bajo, Epstein gozaba de amistades muy influyentes en la sociedad estadounidense. Desde el actual presidente Donald Trump, pasando por abogados de la categoría de Alan Dershowitz (el encargado de la defensa de Trump en el proceso de impeachment), y de otras figuras de la política y del “jet set” internacional. Sus relaciones en la sociedad norteamericana hicieron posible que evadiera una condena real por sus actos criminales. En esto jugó un papel importante uno de los mejores amigos del senador Marco Rubio, el también cubanoamericano y exsecretario de Trabajo de los EEUU, Alexander Acosta.

Desde su posición como Fiscal General del Sur de la Florida del 2005 al 2009, Acosta llegó a un acuerdo con Epstein para que éste no fuera condenado por abuso sexual contra menores y solo por los dos cargos que mencioné anteriormente. A pesar de las pruebas irrefutables, el Fiscal no tuvo reparos en someterse a las presiones de varios amigos del depredador y logró salvarle el pellejo en aquel momento al multimillonario con una leve sanción.  Siete años después, su gran amigo Marco Rubio fue el encargado de presentarlo, en la audiencia del Senado, como nominado de Trump al cargo de secretario del Trabajo. Con palabras de elogio, Rubio alabó las aptitudes de Acosta y su “ejemplar” trayectoria. Pero al cabo de tres años,  la terrible verdad saldría a la superficie.

Las protestas en algunos sectores de la sociedad estadounidense, y especialmente en la ciudad de Nueva York, hicieron que las autoridades judiciales de esa urbe arrestaran a Epstein en julio de 2019. Cayó en medio de la campaña emprendida por cientos de mujeres que habían sufrido abusos sexuales por parte de poderosos magnates norteamericanos. Y no estaba en la Florida, rodeado de sus amigos y donde podía ejercer influencia en el entramado político de ese estado. Al verse perdido, todo parece indicar que Epstein decidió ahorcarse. Sabía muy bien lo que les espera a los de su calaña en la cárcel.

El exfiscal Acosta tuvo que renunciar, a pesar de que su amigo del alma, Marco Rubio, había dicho que no iba a pedir su destitución. Al infame senador, que no se sonroja al compartir en su Twitter textos del Nuevo Testamento, no le importó que su amigo había encubierto a un depredador sexual, violador empedernido de niñas de 14 años. Su ética, o la falta de ella, que le permite defender a los adoradores de armas, le impidió criticar a Acosta. Forma parte de la “cultura” política de su estado, esa que lo llevó al Senado y, lo peor, a presidir su Comisión de Inteligencia.

En ese ambiente podrido se pueden cocinar los hechos más horribles. Si se defiende a un violador, ¿qué impide lograr condenas y sanciones contra inocentes? Si seguimos el hilo de la política en la Florida nos damos cuenta fácilmente de hasta dónde son capaces de llegar para lograr que sus posiciones se mantengan incólumes y sus padrinos sin condena. Así ha funcionado siempre.

En fin, la serie nos enseña algo de eso. No profundiza, como quizá uno quisiera, en las raíces de esas actitudes y estratagemas jurídicas. Pero si nos muestra una parte dolorosa y cruel de la sociedad norteamericana. Esa que tratan de esconder, pero que de alguna manera sale a la luz de vez en cuando. Ojalá los que la vean puedan aprender algo.

Por REDH-Cuba

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