Si Barbiel Nápoles se hubiese llamado Juan, todos lo conocieran por su apellido. Pero se llama Barbiel, un nombre poco común, y así lo llamamos. Tiene 46 años y vive en la bella ciudad de Baracoa, en el extremo más oriental de la isla de Cuba. Allá tiene su parcela de tierra, y siembra plátano, plátano macho, malanga, mate, pimiento, “lo que tengamos, es un autoconsumo –afirma–, me gusta estar en contacto con la tierra”. Pero es médico, especialista en medicina interna, y con un diplomado en cuidados intensivos y emergencias. Trabaja, desde hace 18 años, en el Hospital Octavio de la Concepción y la Pedraja de Guantánamo, en la sala de terapia intensiva. Su esposa, Eloida Rodríguez Bello, también es médico, y trabaja en el Policlínico Comunitario Hermanos Martínez Tamayo de Baracoa.
Ese nombre quizás era un aviso que antes no pudo leer. Porque Barbiel fue llamado a cumplir una misión médica en Bolivia, de 2012 a 2015 y estuvo por un tiempo encargado, junto a sus compañeros, de cuidar el monumento al Che Guevara de La Higuera. En realidad, recorrió toda la geografía de ese país andino. Porque le preguntaron si estaba dispuesto a regresar, y volvió en 2017, y estuvo hasta el artero golpe de estado de 2019; “fue muy dura esa noche, había un silencio tremendo, al día siguiente, no obstante, fuimos para el hospital, pero alrededor de las 9 de la mañana me llamó el jefe de brigada, y me dijo que le entregara la llave de terapia al director del hospital, y nos retiráramos a la casa. Algunos nos ofendieron, pero salimos con la cabeza en alto”. Antes, tuvo una experiencia singular. Fue seleccionado para enfrentar un virus nuevo, mortal: el arenavirus, que se había extendido en una zona cercana a La Paz. Varios médicos y enfermeros se habían contagiado antes y habían fallecido. No había suficientes medios de protección. Pero lograron hacerse de los imprescindibles. Es un virus que se trasmite también a través de los fluidos corporales, como el ébola. Fue su primera experiencia en zonas rojas. Padre de cuatro hijos, el mayor cumple misión en Venezuela como Licenciado en Imanología; después le siguen el de 21 años, la muchacha de 16 y el bebé de tres años. “Fue duro volver a salir, porque me perdí su primer año, y ahora que me estaba acostumbrando, me voy a perder otro pedazo de su vida”. .

En la Brigada de Turín, el doctor Barbiel preside la Comisión encargada de velar por la salud de todos los brigadistas. Me ha tomado la presión, sin yo pedirlo, y se preocupa por el estado general de cada protagonista de esta historia. El doctor Barbiel pronto regresará junto a sus hermanos de combate a Cuba, y después de la cuarentena, a su entrañable Baracoa. “La tierra me espera, dice, para que la prepare”. Su familia, y su pueblo, también lo esperan.

Por REDH-Cuba

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