Quedan cinco pacientes. Hoy despedimos a Giovanna, la de 94 años. Ella esperaba reunirse con su hijo, pero sale para un Asilo de Ancianos, de los más caros. En el patio se reunieron los enfermeros y los médicos que merodeaban a esa hora por las oficinas de la zona verde, para decirle adiós. Y yo con mi cámara impertinente. Estaba recostada, a medio sentar en su cama, y no paraba de llorar. No quería irse. Los auxiliares de enfermería la consolaban, le pasaban la mano por su cabeza blanca. Tomé fotos que no sirven, su llanto no debe exhibirse, no vinimos para hacer un periodismo sensacionalista. Solo rescato una, en la que con ojos llorosos mira a la auxiliar que le tiende la mano. Hay vidas salvadas que claman por otro tipo de salvación. Giovanna, en estos días, fue nuestra abuela, la de todos. Ahora se ha ido a un Hogar con más comodidades, quién sabe. Ella quería ver a su hijo. Sé que Martina y María están desoladas, pero sé también que son fuertes, y que se recuperarán. Mañana, quizás, les toque a ellas.

Al mediodía nos reunimos todos frente al Árbol de la Vida. De sus ramas cuelgan 176 cintas blancas. El árbol, ahora puedo decirlo, estuvo a punto de marchitarse, varias ramas de hojas se secaron. René se fastidió la cintura echándole cubos de agua, pero llovió, llovió mucho, y nacieron nuevas camadas de hojas verdes. No puede morirse el árbol que sostiene tantas vidas salvadas. No hubo discursos hoy, pero todos desfilaron, cada quien con su lazo blanco. Por alguna extraña razón a algunos les dio por abrazarse. Al final, tomé una foto colectiva, ¿la última? Hoy, también, es el cumpleaños de Norberto Pena Peña, pero de él no nos despedimos. Mañana presentaré su perfil.

Por REDH-Cuba

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