Luciano Vasapollo y Rita Martufi recuerdan al Comandante Fidel Castro en el aniversario del nacimiento.


 

Por Nazareno Galie

Fuente: Il Faro di Roma

El 13 de agosto Fidel, el Comandante en jefe, habría cumplido 94 años. La herencia que nos dejó es enorme. Sobre  este aniversario lo recuerdan el economista y profesor universitario de la Sapienza de Roma, Luciano Vasapollo*, que colaboró en varios niveles con Fidel – y la directora de CESTES, Rita Martufi. Juntos coordinan el Capítulo italiano de la Red de Intelectuales, Artistas y Movimientos Sociales en Defensa de la Humanidad, y que Vasapollo contribuyó a fundar en Caracas en 2004 precisamente con los dos Comandantes Eternos, Fidel y Hugo Chávez. Ambos han organizado innumerables coloquios, tanto en Italia como en Cuba, sobre la figura del Comandante. Recientemente, Vasapollo escribió junto con Ramón Labañino, uno de los cinco héroes cubanos, presos en las cárceles del Imperio, “¡YO SOY FIDEL!”. Además, ha redactado el prólogo para la biografía del Comandante Fidel Castro de Katiuska Blanco Castiñeira, titulada “Guerrillero Del Tiempo. Conversaciones con el líder histórico de la revolución cubana (Zambon)”.

Cuatro años después de su muerte, ¿qué nos dejó Fidel?
El patrimonio ideal y práctico es inmenso. Se trata de una pregunta a la que difícilmente se puede dar respuesta. Después de casi cuatro años de la muerte física del Comandante en Jefe, han ocurrido muchos acontecimientos que han sacudido la estructura global, en última instancia la crisis profunda de la pandemia global. Sin embargo, la visión de Fidel sigue siendo muy actual porque nos ha mostrado la posibilidad real de una vía alternativa al capitalismo. Sabemos ya hasta qué punto el modelo de desarrollo basado en la explotación del hombre y de la naturaleza es insostenible. Estamos viviendo una crisis de civilización, marcada por el aumento de las desigualdades y la falta de perspectivas para gran parte de la humanidad. Aunque Fidel era y es el pueblo cubano, como hemos subrayado otras veces, su herencia tiene un valor universal: en él se reconocen todos los últimos y los explotados; los Sur del mundo que, tengan cuidado, no se deben entender como una etiqueta geográfica, sino un término con el cual se señalan gramscianamente todos los pueblos subalternos. Cuando nos dejó, sólo físicamente – queremos repetirlo – el 4 de diciembre de 2016, YO SOY FIDEL fue el grito coral del pueblo cubano. Somos todos los Fidel, todos los que creemos en sus ideas y estamos convencidos de que una alternativa no sólo es posible sino indispensable si no queremos sucumbir a nivel social, ecológico, pero también ético. Por eso la epopeya de la revolución cubana tiene una resonancia global porque ha hablado, con el lenguaje de los explotados, a todos los pueblos oprimidos. Las figuras de Camilo Cienfuegos, de Che Guevara, de los hermanos Fidel y Raúl Castro tienen un valor ejemplar, con sus peculiaridades y sensibilidades. Han sido revolucionarios, por supuesto, pero también hombres de gobierno, que se han planteado el tema de la transición, comprometiéndose en primera persona en la gestión económica. Fidel dirigió a un pueblo en lucha contra el hambre y el subdesarrollo – término sin embargo horrendo y herencia del régimen neocolonial apoyado por los Estados Unidos – pero también contra las aspiraciones del imperialismo, atravesando el cobarde asalto de Playa Girón y la crisis de los misiles. Cuba ha resistido y sigue resistiendo sesenta años de bloqueo criminal porque Fidel y Raúl han implicado al pueblo, en un proceso de enseñanza recíproca. ¡Por eso, todos en Cuba se reconocen en el coro YO SOY FIDEL!

Habéis tenido la gran oportunidad de conocerlo personalmente. 
¿Qué podéis decirnos?                                                                                                                  Fidel nos ha enseñado mucho. Estando cerca de él, hemos admirado la gran apertura mental del Comandante. Hemos organizado varias reuniones internacionales de economistas, invitando a representantes de diferentes escuelas de pensamiento. Fidel hablaba con todos, con marxistas y no, precisamente porque sabía dialogar. Una cualidad que todos los que lo han conocido le han reconocido. De esto somos testigos. Fidel era también un trabajador incansable al servicio del pueblo, del que pude aprender mucho de economía, de política, pero también de la vida cotidiana. He podido vivir la vida cotidiana y la amistad de Fidel, colaborando también con Abel Prieto, que ha sido ministro de la cultura durante muchos años. Son experiencias que nunca podré olvidar. Sobre todo, desde Fidel y desde Cuba he podido comprender que la práctica es el único criterio de la verdad. En los largos e intensos momentos en que pude estar con el Comandante, sin duda aprendí a lidiar con las cosas grandes y pequeñas. He recordado en otras ocasiones el juicio pertinente, que he podido verificar personalmente, dado por Gabriel García Márquez. Fidel confiaba en todos los que conocía. El gran premio Nobel de literatura, contaba precisamente esta confianza seductora. Él “busca los problemas donde están. Su paciencia es invencible. Su disciplina es de hierro. La fuerza de su imaginación empuja a los límites de lo inesperado”. Lo que Fidel nos ha dejado es sobre todo un sendero, hecho de gestos, pasiones y encuentros, que el Comandante ha recorrido con transparencia y espíritu de sacrificio. Un camino que conduce a un mundo mejor, hecho de justicia y libertad. Un camino en el que se encuentra el hombre nuevo, el de la futura humanidad.

¿Qué representó a José Martí, a quien dedicó importantes estudios, para Fidel?
Como ya hemos señalado, la revolución de Fidel ha sido profundamente martiana. No es una exageración sostener, como hizo el Comandante, que Martí fue el autor moral del asalto a Moncada. La figura del apóstol de la independencia cubana ha tenido una fuerte huella en el Comandante. Fidel había interiorizado profundamente los ideales martianos, antiimperialistas, anticolonialistas y profundamente democráticos. El marxismo vino después, aunque fue un encuentro determinante. Del apóstol, además, Fidel había aprendido el ardiente patriotismo y la confianza en el pueblo, pero también un sentido altísimo de la dignidad del hombre. Un mensaje tanto político como espiritual. Martí, que había luchado contra España para dar la libertad a Cuba, también había intuido la amenaza que representaban los Estados Unidos, cuyas aspiraciones imperialistas sobre América Latina comenzaban a ser evidentes a finales del siglo XIX. El ideal de Nuestra América Afro Indiana fue otro legado importante: Fidel fue tan martiano como fue bolivariano. Aquí nos gustaría abrir un paréntesis para explicar cuánto ama a Castro en los países africanos, especialmente en Sudáfrica y por los negros de los Estados Unidos. Fidel ha luchado siempre por la libertad de los pueblos, ayudando en África a quienes luchaban contra la opresión colonialista, dando dignidad a quienes la habían perdido por culpa de las aspiraciones imperiales. La lucha de Fidel fue decisiva también para Nelson Mandela, que luchó contra el régimen de apartheid y recordó que Fidel, a diferencia de otros, siempre fue solidario con la lucha contra el régimen segregacionista. Se podría abrir el capítulo sobre la cuestión palestina, recordando que el Comandante siempre ha encarnado un ideal internacionalista, en el sentido de la cooperación y la solidaridad.

Marti y Bolívar: dos gigantes de Nuestra América como lo fueron en el siglo XX, pero también en el siglo XXI, Fidel y Chávez.
Hemos presenciado el encuentro entre los dos Comandantes eternos, de donde nació el Alba y un nuevo momento en la historia de Nuestra América Afro Indiana. Cuba envió a sus médicos a Venezuela y la República Bolivariana, recién nacida, ofreció su ayuda a Cuba. Con la caída de la Unión Soviética, la pequeña isla del Caribe se encontraba en una situación peligrosa. Esos años son recordados en Cuba como el Período Especial en tiempos de paz. Con el nacimiento del Alba, no sólo se dio una oportunidad a aquellos países que habían sabido resistir al imperialismo, sino también a todo el continente latinoamericano. La victoria de Evo en Bolivia, la experiencia de los gobiernos Lula en Brasil, pero también Kirchner en Argentina y Mujica en Urugay, por citar algunos casos, revivieron a este continente rebelde, dispuesto a escapar de la dependencia y de la explotación. Hemos asistido a un verdadero cambio de las relaciones de fuerza, con la inauguración de una nueva fase de cooperación. La solidaridad y la cooperación se han convertido en los elementos clave en lugar de la competencia y la sumisión a la Empresa Mundo, para utilizar la expresión indispensable de Hosea Jaffe. El Alba, lanzada por Fidel y Chávez, ha demostrado que también las reformas, las luchas y todo lo que de ellas se deriva pueden llevar grandes cambios en una óptica de superación de las distorsiones e injusticias causadas por el capitalismo. De este encuentro entre Fidel y Chávez nació todo. Los dos Comandantes supieron devolver la dignidad a los últimos de su patria, a los explotados, a los marginados, a los indios – desmantelando la estructura etno-racial del colonialismo, que el imperialismo quería perpetrar tanto en Cuba como en Venezuela. Con ellos, hemos vivido una experiencia auténtica de internacionalismo. Esto dio un impulso importantísimo también a otras realidades y movimientos sociales, que con sus límites y sus peculiaridades fueron capaces de ofrecer un horizonte de desarrollo a sus respectivos pueblos. Pero entendámonos: no estamos hablando de un desarrollo meramente cuantitativo, aunque los índices de riqueza también crecieron en aquellos países que siguieron caminos distintos de los que les impuso el imperialismo- así como en Cuba y Venezuela se desarrollaron muchos sectores estratégicos al servicio de la persona – pero de un desarrollo que pone en el centro del bienestar de las personas. La recuperación y la valorización de las prácticas indígenas, pensamos en Bolivia, la gran importancia dada a la alfabetización, a la cultura y a la esfera espiritual de la persona, todos son elementos fundamentales de esta revolución que recorre las huellas del Che Guevara – pero déjenos decirlo- también de Gramsci.

¿Fidel y Gramsci? ¿Qué vincula el revolucionario cubano al revolucionario y filósofo italiano?
Ambos pusieron en el centro la filosofía de la praxis. De Fidel, como he dicho antes, hemos tenido como don una cierta forma de entrega que venía de la responsabilidad de guiar una revolución victoriosa. Gramsci murió en la cárcel y asistió a la revolución pasiva de las clases dirigentes italianas que habían alimentado y sostenido, casi hasta el final, el fascismo. En la epopeya de la revolución cubana, que a algunos tanto molesta precisamente porque fue victoriosa, Fidel se refirió a menudo, al menos implícitamente, al pensamiento de Gramsci. Podemos señalar algunas ideas básicas: la batalla de las ideas y la movilización continua del pueblo, a lo que Fidel y el Che enseñaron a ser clase dirigente. La importancia dada al estudio y a la organización. Experimentos continuos de la democracia básica. La importancia que se concede a la educación, como elemento imprescindible para la participación popular en las decisiones estratégicas, tanto en términos políticos como económicos. En otras partes, hemos recordado el Gran Debate del Che Guevara sobre la planificación, del que se pueden ver importantes intuiciones por parte del revolucionario argentino sobre la importancia de la participación del pueblo y del sacrificio por el bien común.

¿Cuál fue el mayor legado de Fidel?
También esta es una pregunta a la que sólo se puede responder con dificultad. Fidel nos enseñó muchas cosas; el sentido del momento histórico como él definía la revolución. Ha abierto el campo a una praxis política y espiritual que realmente se sitúa en el camino del cambio. En un mundo en el que las enormes desigualdades y las guerras, en curso y en perspectiva, amenazan la propia civilización, la lección de Castro va lejos. Cuba ha sabido resistir a las imposiciones del mercado, es decir, a las leyes impuestas a los pueblos por las finanzas y las multinacionales que hoy, más que nunca, en el llamado occidente controlan nuestras vidas. Como ha recordado también el Papa Francisco, ya no es tiempo de reformas precisamente porque hemos perdido el sentido. Hoy miles de millones de personas están sufriendo de pobreza y subdesarrollo. Al Sur no se le da ninguna perspectiva más que la de servir al enriquecimiento no tanto de nuestras sociedades, que cada vez más se están convirtiendo a su vez en Sur – como ha ocurrido en el pasado – sino más bien de los monopolios y de las corporaciones que son controladas por pocos individuos. Los Estados, en este contexto, al igual que los Estados Unidos, no son más que dispositivos que garantizan, con la opresión de las armas, estos procesos. Por eso, países como Cuba y Venezuela, pero también Irán, Nicaragua y Siria, se ven afectados por sanciones y bloqueos criminales. Sanciones que el imperio quiere aplicar ahora también a aliados leales como Alemania, por sus aperturas a la realización del Nord Stream, el gasoducto que debería conectar Rusia a la Unión Europea, por poner un ejemplo.

Fidel nos ha enseñado cómo resistir, resistiendo junto con su pueblo a sesenta años de bloqueo, desarrollando excelencias en el campo de la investigación y de la educación. Esto lo hemos visto con el protagonismo de las brigadas médicas Henry Reeve, que han venido al rescate de muchísimos pueblos, entre ellos en Italia, durante los días más negros de la pandemia global. Por eso el Capítulo italiano de la Red de intelectuales, artistas y movimientos en defensa de la humanidad se une a la campaña del Comité paz y justicia, coordinado por Graciela Ramírez, para que el Premio Nobel de la Paz sea concedido a los médicos cubanos.

¿Habéis recordado el magisterio del Papa Francisco? ¿Qué liga Fidel al Papa?
Entre Fidel y el Papa Francisco, vemos sin duda un sentir común. Ciertamente, Francisco – que nos ha recibido en audiencia varias veces: recientemente le hemos dado el texto “Rosa Blanca” sobre la herencia de Marti y Bolívar en la revolución bolivariana – no habla de lucha de clases y obviamente no comparte la herencia marxiana del Comandante, que por otra parte encontró en septiembre de 2015 en la isla de la revolución. La opción preferencial del Santo Padre y de la Iglesia por los pobres y por los humildes está seguramente de acuerdo con el mensaje que Fidel nos ha dejado. La lucha contra la tiranía del dinero, que reina y tiranía en lugar de servir, y la importancia dada a la dignidad y al rescate de los explotados, son otros elementos de un sentir común. Pero otra línea de pensamiento, en la que Francisco y Fidel son solidarios, es la del cuidado de la Casa Común. Hemos leído y meditado la encíclica Laudato sí y la Querida Amazonia, dos documentos proféticos de nuestro tiempo, en los que Francisco planteó el problema tanto del cuidado como de la salvaguardia del ambiente. El conflicto entre capital y medio ambiente, entre capital y naturaleza, se ha convertido sin duda en fundamental. Así como los derechos de la madre tierra, de la Pachamama, violada y manchada por la ideología del dinero y del crecimiento cuantitativo. También Castro, sobre todo en la última parte de su existencia física – la ideal y espiritual permanece intacta – había comprendido bien la importancia de este conflicto. Sin embargo, Fidel advirtió contra las respuestas superficiales, incluyendo las raíces económicas y sociales de la destrucción del hábitat y la contaminación. El Comandante era consciente de que era imposible devolver la dignidad a los últimos, a los pueblos originarios de Nuestra América India Africana, dentro de las compatibilidades capitalistas. El capital es enemigo del hombre. Y en este juicio, nada obvio hoy en día, en el que las sirenas del mercado y de la falsa eficacia siguen cautivando a tantos supuestos intelectuales y políticos, encontramos una fértil convergencia entre el pensamiento de Fidel y el Magisterio de Francisco, más atento que nunca a los condenados y últimos de la tierra.

¿Qué representa Fidel Castro hoy?
Fidel es un patrimonio de la humanidad: no se trata de una frase retórica porque hoy el imperialismo sigue amenazando a los pueblos que tuvieron la fuerza para buscar el camino de la independencia económica y la autodeterminación política. Impone sanciones muy severas a quienes no siguen sus reglas – que van de la mano de la imposición de las recetas neoliberales, que sólo han provocado miseria económica y existencial. Cuba, Venezuela, Nicaragua, pero también Siria, Irán y Líbano sufren un bloqueo muy grave, que causa hambre y enfermedades. Sin embargo, siguen resistiendo. No hay que caer en el error de monumentalizar a Fidel, anestesiándolo relegándolo al pasado, como la industria cultural ha hecho con otras figuras épicas del siglo XX. Si es una pérdida de tiempo responder a las acusaciones, engañosas y desconcertantes por su superficialidad, de quien acusa a Castro de ser un dictador, es necesario defender y apropiarse del patrimonio ideal y práctico que el Comandante eterno ha dejado a los pueblos y a los trabajadores. ¡Ayer como hoy, la lucha sigue!

 

* Luciano Vasapollo,  delegado del Rector para América Latina y el Caribe, además es docente en la Universidad de La Habana y en la Universidad Hermanos Saiz Montes de Oca de Pinar del Río, también en Cuba. Como miembro de honor de la ANEC, Asociación Nacional de Economistas de Cuba, ha presidido importantes conferencias en la isla del Caribe, sobre los temas actuales de la globalización y del rescate de los Sur. Junto con Roberto Verrier, presidente de la ANEC, en efecto, organizó más de diez congresos internacionales, en el cual siempre participó Fidel Castro. Sobre el Comandante y el Che, Vasapollo también escribió otros volúmenes importantes, entre los cuales al menos hay que recordar: “¡Vámonos… nada más! Caminando con el Che y Fidel” y “Soldados de las ideas. ¡Alerta que camina! La escuela de Fidel y de Che para América Latina”. Vasapollo participó, además, en los encuentros entre el Comandante eterno y los tres Papas: Papa Juan Pablo II en 1998, Benedicto XVI en 2012 – encuentro del que sacó, junto con don Antonio Tarzia, el libro “Una semana en Cuba con el papa, Raul, Fidel y muchos otros”- Papa Francisco en 2015.

Por REDH-Cuba

Shares