Ponencia reelaborada después del debate online del pasado 25 de julio en este evento.
- EL IMPERIALISMO EN LOS GOLPES DE ESTADO
- HASTA EL CONGRESO DE PANAMÁ DE 1826
- HASTA LA GRAN DEPRESIÓN DE 1929
- HASTA LA GRAN DEPRESIÓN DE 2007
- HASTA LA ELECCIÓN DE D. TRUMP
- HASTA LA IRRUPCIÓN DE EURASIA
- HASTA EL COVID-19
1.- EL IMPERIALISMO EN LOS GOLPES DE ESTADO
Elon Musk, la quinta persona más enriquecida del mundo, propietario de muchas empresas entre la que destaca Tesla, ha dado una de las mejores definiciones lacónicas y aterradoras sobre una de las características definitorias del imperialismo. E. Musk suele ser definido como el normalizador del ecofascismo porque con una visión superficial y engañosa de la ecología justifica su industria de coches eléctricos, una de las más contaminantes, a la vez que le permite pintar de verde su ideología crudamente agresiva.
Feliz, eufórico y sentado sobre su fortuna inmensa, despreciando la situación dramática de los pueblos de Bolivia tras el derrocamiento violento de Evo Morales elegido democráticamente, ha declarado a finales de julio que «podemos dar un golpe de Estado a quien queramos». Nuestramérica y toda la humanidad debe pensar muy seriamente el significado de esta amenaza.
Más aún ¿por qué lanza esta amenaza pública ahora mismo, cuando es sabido que el imperialismo se enfrenta a una crisis nueva, cualitativamente más grave que todas las que ha sufrido hasta ahora? ¿Qué planes está desarrollando el lobby de poder al que pertenece Elon Musk, posiblemente el empresario occidental que más impulsa las nuevas tecnologías: industria espacial privada unida por debajo con el poder estatal yanqui, ¿por ejemplo? ¿Son tan salvajes los proyectos como para aconsejar que un empresario privado, sin ningún cargo político conocido, pueda verse en la necesidad de amenazar con derribar un gobierno mediante el terror golpista, hundiendo aún más la nula legitimidad democrática de EEUU?
El imperialismo es mucho más que un golpe de Estado, desde luego; también es un mecanismo que organiza sentencias judiciales que derrocan “legalmente” presidentes electos; tampoco olvidemos que el imperialismo es a la vez una estructura de guerra psicológica, cultural, psicopolítica o como queramos llamarla, por citar algunas de sus características sin las cuales el capitalismo tendría muy difícil imponer sus feroces saqueos económicos y sus duras sanciones financieras, sanitarias, tecnocientíficas…, a los pueblos resistentes, llevándolos al hambre. Sin esas estructuras de poder, el imperialismo tendría menos recursos para integrar en su lógica a burguesías criminales, preparar y justificar guerras locales o regionales, etc.
Pero la inhumana sinceridad de Elon Musk revela algo mucho más grave: para dar un golpe de Estado dentro de un país hace falta otro Estado extranjero más poderoso, muy preparado para organizar ese golpe en el país víctima. Es decir, el imperialismo yanqui ha creado una fuerza capaz de derribar gobiernos cuando y donde quiera en el contexto mundial determinado por la crisis del Covid-19. La Escuela de las Américas –cambiada de nombre desde 1984– es el punto del organigrama yanqui donde se preparan los golpes siguiendo las directrices del Departamento de Estado, del Pentágono, de la CIA, de la DEA, etc., con la imprescindible colaboración de embajadas, consulados, Ongs, cuarteles, empresas, universidades, industria político-mediática, evangelistas, neo-pentecostalistas, católicas de extrema derecha, grupos neofascistas… En la medida en la que se incrementan las resistencias de las clases y naciones explotadas, las burguesías locales y el imperialismo yanqui buscan ayuda en otras fuerzas represivas: Francia enseñando las lecciones que aprendió de los torturadores nazis, Italia con sus grupos fascistas, Gran Bretaña con su experiencia en masacres, Israel con su industria del terror…
Ahora bien, semejante galaxia se desorganizaría y perdería eficacia por su propia inercia centrífuga si no estuviera unida por la fuerza centrípeta del Estado burgués en cuanto forma política del capital. La burocracia estatal centraliza estratégicamente las medidas destinadas a contrarrestar la ley de la caída tendencial de la tasa media de beneficio, a acelerar la acumulación, a reforzar la competitividad propia y debilitar la opuesta, etc. Y la estrategia militar y el ejército son el puño de acero escondido dentro del muy agujereado guante de seda de la democracia burguesa, de modo que los golpes de Estado son la resultante última de esta bien lubricada violencia. Uno de los mayores servicios al capital que ha rendido y rinde el reformismo en cualquiera de sus formas es el de buscar desacreditar la teoría marxista de la dialéctica entre economía, imperialismo, Estado y estrategia militar.
2.- HASTA EL CONGRESO DE PANAMÁ DE 1826
Crear esta red no sólo ha llevado tiempo, sino que exigía una determinada experiencia previa que el imperialismo aprendió de la fase colonialista, surgida del absolutismo y sobre todo las dos primeras burguesías revolucionarias: la holandesa, famosa por su excelente espionaje de finales del siglo XVI, y la británica. E. Cherniak es autor Cinco siglos de guerra secreta (Edit. Arte y Literatura, La Habana 1979, 2 Tomos). Pero tantas o más lecciones las aprendieron de dos guerras decisivas para la posterior historia yanqui: la larga guerra anglo-holandesa de 1652-1674 y en especial la guerra anglo-francesa de 1756-1763. Además de los efectos directamente económicos, ambas guerras forzaron mejoras drásticas en las estructuras estatales, en el fisco, en los servicios secretos, en la planificación estratégica, en el desarrollo científico, etc. La creencia en la superioridad de las varias formas de protestantismo, y del anglicanismo, sobre el papismo católico, que venía desde el siglo XVI, aumentó gracias a estas guerras y a la decadencia española que propiciaron. Esta creencia es una de las bases del hegemonismo yanqui, de su idea de que solo ellos, y en todo caso con la ayuda secundaria británica, pueden y deben dirigir el mundo.
Las dudas sobre quién dominaría Nuestramérica al hundirse España ya inquietaban en Londres incluso antes de la independencia de los EEUU en 1783 porque veían como sus Trece Colonias de Ultramar aumentaban su poder económico día a día aun siendo parte de la Corona: ¿Qué sucedería una vez que fueran independientes? Además de otras dudas, esta preguntaba también inquiría sobre el futuro del muy decisivo comercio de carne humana, esclavitud en su forma capitalista, imprescindible para la acumulación originaria de capital: ¿quién se llevaría la mayor tajada? Podemos aventurar, así, la idea de que en la feroz guerra de independencia norteamericana se enfrentaban también dos proyectos de opresión y saqueo de Nuestramérica una vez expulsada España. La rebelión de Túpac Amaru de 1780-81 fue una advertencia para los yanquis aún súbditos británicos: podía surgir una Latino América independiente de España… y de un Washington libre en un futuro próximo. Por eso, en 1787 Jefferson opinaba que había que frenar la independencia latinoamericana hasta que los EEUU tuvieran la suficiente fuerza para explotarla ellos sin tener que repartir el botín con Gran Bretaña.
Las guerras napoleónicas de 1799-1815 aceleraron la derrota española pero también debilitó a Francia marginándola de Nuestramérica, sobre todo gracias a su estrepitosa derrota a manos del pueblo haitiano. También enriquecieron a los yanquis que comerciaron con los dos bandos, reforzando su posición de poder, sin embargo, más adelante Washington, siguiendo el consejo de Jefferson, obstaculizará todo lo posible la liberación de Nuestramérica apoyando a los ocupantes españoles, mientras ampliaba su poder para, luego, abortar o debilitar la penetración británica. Los servicios secretos actúan al máximo en estos conflictos: ya en 1812 los EEUU intentan comprar a un líder mexicano para que organice en silencio la des-integración de México en el país enemigo del norte. Ese mismo año, el ejército yanqui, aprovechando que Gran Bretaña lucha contra Napoleón, invade Canadá para anexionárselo. La guerra de 1812-15 terminó en tablas excepto para las naciones indias que por un momento habían visto cerca la creación de un Estado confederado propio, fracasando al final.
Pero en esos años la revolución del vapor relanza el colonialismo británico que también quiere volcarse en el fácil saqueo de Nuestramérica empobrecida, agotada por la guerra de independencia y necesitada de toda clase de productos, armas y préstamos financieros. La doctrina Monroe de finales de 1823 refleja tanto la voluntad anexionista permanente de los EEUU desde antes incluso de su independencia, como la conciencia de que, por aquel momento, no podían competir económicamente con Gran Bretaña así que optan por una trampa política: dado que América es para los americanos, no tienen cabida los europeos, pero sí los yanquis. Se crean así esperanzas vanas en algunas de las jóvenes burguesías criollas de Nuestramérica que se ilusionan con un trato de igual a igual con los EEUU, cuyos productos, aunque peores, resultan más baratos por la cercanía geográfica. ¿Puede tener algún significado el que uno de los impulsores de la doctrina Monroe fuera un colombiano, primer diplomático de Nuestramérica en Washington? Bolívar no se traga el anzuelo.
En verano 1826 Bolívar convence a algunos países para que acuerden en el Congreso de Panamá una estrategia conjunta en economía, política, cultura, defensa militar… tendente a una Confederación, Unión o Liga de Nuestramérica. La reunión apenas llega a acuerdos porque para entonces las burguesías ya empiezan a priorizar sus intereses estatales propios; además, surgen las primeras críticas contra Bolívar por sectores adinerados que rechazan las reformas sociales y democráticas del Libertador; y, por último, se sienten las maniobras y presiones de los EEUU y Gran Bretaña para hacer fracasar el proyecto. Los espías yanquis informan a Washington de lo que piensa Bolívar, y una mezcla de diplomacia y soborno va aislándole de sus aliados menos coherentes. Al final el Libertador escribe en otoño de 1929 que los EEUU «parecen destinados por la Providencia para plagar la América de miserias a nombre de la libertad…». Al muy poco, en 1831 esa «libertad» empezará a agredir militarmente aprovechándose de las condiciones creadas por esa política y lo hará en Argentina camuflándose bajo la bandera francesa: un ataque que hoy se denominaría de «bandera falsa».
3.- HASTA LA GRAN DEPRESIÓN DE 1929
Como vemos, en algo menos de medio siglo, de 1783 a 1831, los EEUU habían creado una maquinaria diplomática, económica, de Inteligencia y guerra sucia, de manipulación y presión psicopolítica, militar, etc. que, salvando las distancias, no tenía mucho que envidiar a la actual. En 1846-48 semejante engranaje se apoderó de la mitad de México mientras las naciones indias de las praderas del norte eran masacradas. Entonces se produjo un fenómeno que ya habían sufrido los invasores españoles desde 1492: los pueblos atacados desarrollaron tácticas militares que compensaban su debilidad objetiva ante el gigante, obligándole a gastos enormes. La forma de guerra de las naciones indias fue ejemplar contra el ejército y contra las bandas de asesinos blancos: la «guerra irregular», tan antigua como la misma guerra en la Sumeria de hace 5000 años, no tenía secretos para estos pueblos en armas.
Desde la mitad del siglo XIX el imperialismo multiplicó todas las formas de agresión contra Nuestramérica, pero también contra otros pueblos transoceánicos, algunas veces en solitario, como fue la imposición a China del derecho de Extraterritorialidad en 1844 que inició una larga era de provocaciones, agravios y ataques que ahora mismo se están endureciendo; y otras veces en alianza con potencias europeas como fueron los ataques a Japón en 1863-65, por citar algunas barbaridades. La primera Gran Depresión iniciada en 1873 forzó cambios en el imperialismo. De entrada, hay que recordar la definición dada por Engels en 1878 sobre fusión entre la economía, el ejército y la civilización del capital: «La moderna nave de combate no solo es un producto de la gran industria moderna, sino hasta una muestra de la misma; es una fábrica flotante –aunque, ciertamente, una fábrica destinada, sobre todo, a dilapidar dinero». En la Conferencia de Berlín de 1884-85 Europa troceó África como un carnicero destripa una vaca a golpes de hacha, creando el matadero en el que Bélgica exterminaría a millones de congoleños, Alemania a centenares de miles de personas en Namibia, etc.
Ahora, la meliflua casta intelectual cree que usa términos científico-radicales cuando habla de «complejo industrial-militar», expresión creada por el reaccionario presidente yanqui Eisenhower en su campaña electoral. En su correspondencia, Marx y Engels hablaban de la «industria de la matanza de hombres». La «fábrica flotante», el acorazado, era la síntesis de la civilización imperialista que con su «industria de la matanza de hombres» tenía como objetivo recuperar la tasa de ganancia durante la Gran Depresión iniciada en 1873. La guerra entre el podrido imperio español y el corrupto, pero expansivo imperialismo yanqui de 1898 era parte del tránsito del colonialismo a la fase imperialista mundial, en medio de las luchas de liberación de naciones como Cuba, Filipinas, Puerto Rico, Pacífica y otras. Washington derrotó a Madrid, pero luego pactó con la vencida para impedir la independencia real de esos pueblos, sometiéndolos con una nueva opresión nacional: el saqueo imperialista apoyado por el colaboracionismo de las burguesías nativas formalmente independientes.
La economía mundial volvió a crecer a finales del siglo XIX, pero en Nuestramérica la explotación era tan dura que en México estalló la revolución de 1910-17. Los EEUU se posicionaron a favor de las clases dominantes porque sus beneficios dependían de la miseria del pueblo mexicano. Esta revolución aporta muchas lecciones sobre la estrategia político-militar revolucionaria, destacando la incursión de la División del Norte dirigida por Pancho Villa en territorio norteamericano a comienzos de 1916. Los EEUU respondieron con una invasión en toda regla realizada con los más modernos medios de la época, fracasando estrepitosamente debido a la superioridad estratégica de Pancho Villa.
Ya para entonces la izquierda revolucionaria avanzaba mucho de la simple visión tacticista de la lucha de clases, que había valido hasta la Comuna de París de 1871, a la visión estratégica, avance en respuesta a la irrupción de las nuevas formas de opresión imperialista. En Europa la revolución de 1905 aleccionó sobre la urgencia de releer a Clausewitz a la luz de esos cambios, y a pensar la revolución desde la dialéctica entre la táctica política a medio plazo y las lecciones de la estrategia militar. Los debates sobre las guerrillas, sobre la Huelga de Masas, sobre qué hacer con los ejércitos, sobre la Huelga General Pacífica en caso de estallar una terrible guerra, etc., estaban engrasados por la crítica al imperialismo. La revolución bolchevique de 1917 fue el trueno que despejó el horizonte rojo del antiimperialismo estratégicamente cimentado, con la aportación clave de la III Internacional, publicando en 1928 esa joya de la ética y la libertad titulada La insurrección armada, obra colectiva firmada por el pseudónimo de A. Neuberg.
El estallido de la segunda Gran Depresión en 1929 resaltó más si cabe la oportunidad de ese libro que resumía lo esencial de los errores y aciertos de los momentos críticos de las luchas revolucionarias. Los pueblos trabajadores del mundo disponían así, justo en los años iniciales de la hecatombe de 1929, de una teoría de incalculable valor práctico. Desde entonces el imperialismo comprendió que debía prestar mucha más atención a la contrainsurgencia político-militar, cultural, psicológica, etc., preventivas en buena medida; intensificando su accionar en, al menos, tres frentes: apoyo visible e invisible a los fascismos, militarismos, etc.; desarrollar el frente de la guerra psicológica para activar las reservas de irracionalidad subyacentes en la estructura psíquica de masas fetichizadas; y rearmarse, meterle presión a la industria de la matanza humana.
4.- HASTA LA GRAN DEPRESIÓN DE 2007
La IIGM fue efecto directo de la Gran Depresión de 1929. Para contrarresta el prestigio de la URSS, de las luchas por el socialismo y por la liberación antiimperialista se añadiría un cuarto frente a la lista de tres expuesta arriba: la apariencia de respeto a los derechos humanos, campañas como «la alianza por el progreso», etc., destinadas legitimar a Occidente y debilitar a las izquierdas. Esta propaganda ocultaba, empero, un debate estratégico que se libraba en el Pentágono en esos momentos y, sobre todo, durante la guerra de Corea de 1951-53: «contener» la expansión comunista mediante guerras de contención y negociaciones, o derrotar a la URSS y a China con la guerra nuclear localizada hasta destruir el socialismo e instaurar el capitalismo.
El debate fue áspero pero el Pentágono comprendió que no tenía recursos suficientes para aplastar todos los estallidos revolucionarios que surgirían por el mundo. Pero la «contención» no anulaba el uso masivo del terror no nuclear, sino que lo justificaba para no tener que llegar al empleo de la «bomba»: una especie de versión reaccionaria del principio del mal-menor, que por sí mismo no resolvió nada. Como veremos, el terror masivo fue aplicado no sólo contra Nuestramérica, sino contra Vietnam, y en forma de terror aéreo contra Camboya y Laos, también fue aplicado de manera salvaje contra Indonesia con el exterminio de centenares de miles de progresistas y comunistas, y a una menor escala contra las izquierdas de Malasia… No nos extendemos aquí sobre la represión de los derechos sindicales, sociales, democráticos, etc., en el corazón mismo de los EEUU, de la Europa capitalista, y de Japón…
Lo que libró a la humanidad del holocausto nuclear fueron tres factores: la advertencia de la URSS de que no aceptaba ninguna guerra nuclear regional, localizada, sino que respondería con todo su arsenal lanzado a los centros de poder en los EEUU; la probabilidad de que surgieran revueltas e insurrecciones en muchas zonas; y las inmediatas reacciones de la URSS en Corea, Vietnam y Oriente Medio nada más enterarse de que los EEUU e Israel pensaban usar la «bomba». La crisis de los misiles en Cuba de 1962, que era una respuesta soviética al hecho de que los EEUU habían instalado cohetes nucleares en Turquía apuntando a Moscú, se resolvió dentro de estos parámetros pero la victoria yanqui que no retiró los suyos de Turquía pese a haber negociado con la URSS que ambas potencias retirarían los suyos.
En Nuestramérica fueron aplicadas las cuatro grandes características vistas con ritmos diferentes al principio, pero en una fecha tan temprana como 1952 los EEUU ya dieron el golpe de Estado en Cuba imponiendo al criminal Batista iniciando una multi-guerra a la vez secreta, pero a la vez pública contra este pueblo, y en 1954 dan otro golpe de Estado en Guatemala; otro en 1964 en Brasil; la invasión de República Dominicana en 1965; el recrudecimiento de la represión en la Guatemala de 1966… Pero otras veces bastaba la represión autóctona sin tener que pedir ayuda a los EEUU: en 1968 la Masacre de Tlatelolco en México con no menos de 400 estudiantes asesinados.
Esta contrainsurgencia no lograba detener el ascenso de la dignidad así que desde 1975 se centralizan las represiones múltiples mediante el Plan Cóndor que pasa a dirigir los golpes militares realizados desde 1954 hasta ese momento en Paraguay, Bolivia, Chile, Uruguay, de nuevo Brasil y Argentina, pero que se extenderá a otros países en casos determinados, como Perú, etc., en los que actúan grupos policiales de otros Estados secuestrando y trasladando víctimas que, para mediados de los ’80 se calculan en no menos de 80.000 asesinados y desaparecidos, y no menos de 400.000 detenidos, por no hablar de las decenas de miles que tuvieron que desaparecer de la vida pública.
El golpe fue tan devastador que algunas izquierdas plantearon la necesidad de volver a leer a Tucídides, quien hace 2500 años explicó la muy actual contrainsurgencia de los espartanos contra los ilotas, pueblo esclavizado: viendo que no acababan con sus rebeliones les dijeron que serían admitidos en la vida pública si abandonaban la clandestinidad; los ilotas debatieron y aceptaron la propuesta, y quienes salieron en público fueron incluso homenajeados por los espartanos… hasta que una noche fueron exterminados todos los resistentes. Como se ve, la credulidad de las y los explotados con las promesas del explotador viene de muy lejos…
A la vez, los EEUU se vuelcan a favor de la dictadura que reprime el avance de la guerrilla en El Salvador y desde 1981 lanza una implacable guerra contra Nicaragua. En 1984 invade Granada y en 1989, Panamá. La trágica historia de Haití enseña otra lección permanente: la obsesión imperialista por borrar toda memoria de lucha y de victoria revolucionaria: en 1991 los EEUU invaden el país para mantenerlo en el poder a pesar de la derrota electoral del dictador R. Cedras. En 2003 da un golpe de Estado para aplastar al gobierno democráticamente elegido de J. B. Aristide. En 2004 endurece la guerra sucia interna para frenar el avance de la libertad, volviendo a ocupar el país. Desde entonces este pueblo ha sido sometido a un torniquete tal que en junio de 2020 y bajo los golpes del COVID-19 se debe decir que «Haití se asfixia»: el capital no tolera ninguna lección de libertad como la dada por este pueblo en su revolución de 1803 porque debe exterminarse también su valor simbólico y moral, ético. Exactamente lo mismo le sucede a Cuba y el golpe de 2002 contra la Venezuela de Chávez buscaba otro tanto, ataque intensificado hasta hoy.
5.- HASTA LA ELECCIÓN DE D. TRUMP
Bolivia tiene enormes reservas de materias primas vitales para las nuevas tecnologías empezadas a desarrollar a finales del siglo XX. No es casualidad que en 2008 sufriera un golpe de Estado fallido: en 2007 había estallado la tercera Gran Depresión y sus reservas pasaron a tener un valor incalculable, aún mayor que antes de la crisis cuando entre 1997 y 2005 el pueblo del Congo fue sometido a una atroz guerra del coltán en la que ejércitos privados y oficiales de seis potencias se enfrentaron por la posesión de esa materia prima causando más de seis millones de muertes. Desde 2007-08 el imperialismo es consciente de que esta Depresión es más grave y profunda que las dos anteriores por lo que debe atar en corto a los pueblos; así en 2009 le toca a Honduras sufrir un golpe de Estado, en 2010 falla otro en Ecuador. Mientras tanto, las cosas no marchan bien para el imperialismo dirigido por B. Obama. En 2011 Libia y Siria son atacadas porque pretenden romper con el dólar, acercarse a China y no obedecer al poder de las petroleras. Aprovechando las tensiones sociales internas por la carestía de la vida, el imperialismo los invade con sus ejércitos privados y oficiales.
Al poco tiempo empieza a conocerse el gigantesco proyecto chino de la Ruta de la Seda, del Banco Asiático, y del Banco de Reconstrucción, que son verdaderos torpedos debajo de la línea de flotación occidental. Probablemente sea por la necesidad de Obama de justificar el injustificable premio Nobel de la Paz, por lo que no sorprendente que los dos siguientes golpes no fueran realizados directamente por el Estado, sino por mediación de jueces y parlamentos: en 2012 en Paraguay y en 2016 en Brasil: había que mantener las apariencias, aunque ambos abren las puertas a gobiernos tiránicos.
Ahora bien, fue Obama el que endureció los ataques a Venezuela en 2013 y 2014, declarándola nada menos que un peligro para la seguridad yanqui en 2015. ¿Tendrá algo que ver este fulminante cerco de asfixia a Venezuela con la decadencia ya apreciable de la sociedad yanqui, con el avance de China, con la decisión estratégica de Rusia de parar los pies al imperialismo en 2013 y de apoyar a Siria en 2015? Sin duda. En 2014 los EEUU endurecieron la tasa de interés de los préstamos, presionaron para bajar el precio de las materias primas, facilitó la fuga de capitales de Nuestramérica a los EEUU empobreciendo a sus pueblos y atando a sus burguesías al imperialismo del norte; todo esto facilita la devaluación de las monedas del sur en beneficio del dólar, y se disparan la deuda y el empobrecimiento. En previsión de protestas sociales, muchas burguesías y el Pentágono estrecharon lazos e Israel comenzó a ofertar excelentes medios represivos relativamente baratos.
A la vez, en ese 2014 se supo que, si en 2011 solo 900 instituciones financieras operaban con el yuan chino en todo el mundo, el 2014 esa cantidad subió a 10.000. También había que frenar el peligroso avance chino en Nuestramérica porque todo indicaba que, a su lado, avanzarían empresas rusas, iraníes…, lo que enojaría a Israel, pieza clave en el proyecto del Gran Israel que los EEUU intentaban imponer en Oriente Medio. Y aunque Washington no tiene amigos ni aliados, sino siervos y peones de usar y tirar, Israel es importante para el Pentágono y Walt Street.
Por esto la necesidad de volver a controlar la extensa Amazonía y el no menos importante acuífero guaraní llevando más tropas yanquis a la zona, ahora a Paraguay, un país empobrecido, pero con recursos importantes aún por explotar, con una historia de resistencia y con el inicio de una guerrilla que podría llegar a ser peligrosa y que había que liquidar. Brasil era una potencia regional con un ejército fiel que asume la supremacía yanqui, pero con un movimiento de masas en ascenso que había que encadenar. En ambos casos el golpe parlamentario mantenía la ficción democrática que ocultaría un endurecimiento casi inmediato de la represión. Al igual que en el siglo XIX se frenó la penetración británica, ahora había que frenar la china, y para eso los golpes blandos, parlamentarios apoyados por jueces felones, eran mejor que soltar a los gorilones militares.
Pero Venezuela, como Cuba con matices menores, es cualitativamente diferente por cinco razones: primero, tiene un pueblo decidido a defender su independencia y proceso bolivariano; voluntad expresada, segundo, en las permanentes victorias políticas mediante un sistema electoral de los más fiables del mundo; además, tercero, esa decisión se sustenta en la posesión de un poderoso ejército y milicias populares antiimperialistas, que, cuarto, son conscientes de los recursos cuasi infinitos de su país y de la envidia ciega que eso crea en el imperialismo cada vez más desesperado; y, quinto, desarrolla una política internacional solidaria y antagónica con la imperialista.
Contra Venezuela no vale la trampa democrática que ha vuelto a fallar con Guaidó, sino el terror de los mercenarios del hampa, del narcoparamilitarismo, de los malandros y sicarios que queman personas vivas en las calles diciendo que defienden la libertad… de los EEUU. Además de esto, durante varios años Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Brasil, Argentina y otros países de Nuestramérica han representado pese a sus diferencias y ritmos distintos una cierta política de desarrollo de otra vía diferente, opuesta y hasta contraria a la imperialista. En temas centrales, eran Venezuela y Cuba sobre todo las que orientaban y hacían concordar en la medida de lo posible un proyecto endógeno y democrático de Nuestramérica, proyecto cada vez más boicoteado desde el Norte y que, salvando las distancias, recordaba al proyecto de Bolívar de 1826.
Para 2016 la situación norteamericana ha empeorado en todos los sentidos: la producción industrial desciende de 106,5 puntos en noviembre de 2014 a 103,5 en junio de 2016, las infraestructuras están obsoletas o amenazan ruina, las deudas empresariales aumentan, igual que la pobreza y se expande una epidemia de opiáceos y otras drogas contra la que la muy débil sanidad pública no puede hacer nada ya que el país consume la mitad de la droga mundial. Es posible que un D. Trump victorioso a finales de 2016 supiera de la «crisis de productividad» cada vez más grave desde la década de los ’70, y que por eso jurase revertir el desplome imponiendo muy severos recortes sociales y otras medidas en favor de la burguesía y de la casta militar, pero en junio de 2017 el jefe del Pentágono reconoce que está en estado de shock al descubrir la baja preparación técnica y física del ejército yanqui; pocos días después un estudioso de los EEUU lo define como «país paria»; y en julio de ese año una verificación de sus declaraciones diarias descubre que el presidente de los EEUU dice 4,6 mentiras al día… Para finales de 2017 los grupos fascistas, racistas y fundamentalistas cristianos habrán crecido espectacularmente.
6.- HASTA LA IRRUPCIÓN DE EURASIA
Al poco de la crisis de 1929 dentro de una parte del poder yanqui surgió la idea de que el capitalismo había entrado en un estancamiento secular, pero otro sector decidió lanzarse a la preparación de una guerra contra Japón –que terminaría siendo mundial— que, junto con inversiones masivas, reactivasen la economía. La tesis burguesa del estancamiento secular volvió a parecer hace poco pero ahora apoyada en ilusiones reformistas sobre la necesidad de gastos sociales para acortar la «injusticia social» al estilo de las de Piketty o de las del fin del trabajo, etc. Frente a estas creencias, la propaganda de que la crisis se solucionará gracias a la magia de las nuevas tecnologías, de la inteligencia artificial, del misterioso poder de la computación cuántica y de la biotecnología…, esta propaganda insiste en la necesidad de una tecnocracia de sabios neutrales que, desde la oscuridad, lleven al mundo a la luz de la «nueva ciencia». Por debajo de estas fantasías, el imperialismo se rearmaba al máximo.
A comienzos de 2017 un reputado intelectual de izquierdas se preguntaba en voz alta si no sería que el capitalismo había topado por fin con sus propios límites, pero desde otra perspectiva contraria a las vistas arriba. Al agotamiento de los recursos y la crisis socioecológica, la acción lenta pero imparable a medio y largo plazo de la tecnología sobre la reducción tendencial de la tasa y de la masa de ganancia, hay que sumarle el hecho de la sobreacumulación del capital excedentario y la sobreproducción de bienes que no se venden, que fueron una de las causas básicas de la hecatombe de 2007, seguían lastrando como anclas de plomo el decreciente desarrollo de esos años, como ya no tenían más remedio que reconocer el FMI y otros aparatos imperialistas, y todo ello a pesar de la expansión intergaláctica del capital ficticio, de la especulación de alto riesgo, de la deuda mundial. ¿Si el capitalismo había llegado a sus límites, qué salida había?
Para entonces ya se hablaba de la alianza que se estaba gestando entre, al menos y de entrada, China, Rusia e Irán en un contexto en el que, ya en marzo de ese año China, advertía que los EEUU estaban diseñando una guerra comercial más dura que las que aplicaban contra otros pueblos a lo largo de su historia. Esta forma de guerra es sólo una parte de otra mayor que le determina, como se demostraba en ese momento en las agresiones contra Siria y contra tantos pueblos, por ejemplo, también contra Palestina por parte de Israel-EEUU. Sin ir muy lejos, en 2017 Venezuela fue atacada por grupos terroristas que asesinaron a 120 personas, algunas quemadas vivas, con miles de heridos y gastos millonarios, en medio de un cerco económico y una guerra propagandística destinada a justificar atrocidades peores como el intento de asesinato del presidente Maduro en 2018, la guerra electrónica y energética en 2019 unida a un intento de invasión ese mismo año, el robo descarado de empresas, bienes y oro, hasta llegar al boicoteo de medicamentos antes y durante el inicio de la pandemia del COVID-19.
La doctrina yanqui de defensa nacional de finales de 2017 define a China y Rusia como el peligro a derrotar y, además de otros objetivos, da un paso que acarreará enormes sufrimientos a la humanidad si no es contradicho en un futuro: la crisis socioecológica, ambiental, el calentamiento climático, la desertización, la acidificación del agua, el agotamiento de la tierra, la pérdida de biodiversidad, la polución atmosférica, etcétera, dejan de ser calificados como un peligro. Los EEUU necesitan todos sus recursos para las nuevas formas de guerra, y la crisis socioecológica, convenientemente manipulada con la guerra climática, es otra arna imperialista por lo que no hay que gastar ni un céntimo de dólar en atajarla, sino al contrario.
El deshielo y desertización de amplias zonas de la cordillera andina como efecto del calentamiento global puede debilitar a las primeras naciones que en ella viven, lo cual facilitará la explotación de sus recursos por el imperialismo y reducirá el gasto militar consiguiente. No importa que esos pueblos mueran de sed, lo fundamental es que Wall Street se enriquezca. ¿Que esas naciones logran controlar la sequía? Entonces se organiza un golpe de Estado, por ejemplo, en Bolivia en 2019, que instaure un sistema de terror que imposibilite luchar contra la sequía y facilite el expolio del litio, el oro blanco que sostiene gran parte del «nuevo capitalismo». Tampoco importa la tala masiva de bosques primarios impulsada por el neofascista de Bolsonaro en Brasil porque al no ser un problema de seguridad nacional para los EEUU, tampoco lo es para sus lacayos en la Amazonía, aunque sí para la humanidad.
La subida del nivel de los mares por efecto del deshielo empieza a mermar la producción de diez alimentos básicos para la humanidad, lo que facilitará las ganancias de la agroindustria imperialista si los países afectados no aplican medidas de soberanía alimentaria lo que, más temprano que tarde, puede llevarlos a choques con el imperialismo. Y por no extendernos, es sabido que una de las causas de la zoonosis del COVID-19 radica en la ruptura del metabolismo socionatural. La estructura imperialista de los Tratados Bilaterales de Inversión que firman y acatan las burguesías autóctonas con las grandes transnacionales no tienen en cuenta estas cuestiones, y las contadas veces que los citan se desentienden porque es sabido ya que, para los EEUU, es decir, para el imperialismo occidental, no son un «problema»: en 2018 seguía aplicándose el 55 % de los TBI firmados desde 1960.
Pues bien, a finales de 2019 el conjunto de agresiones que padece Nuestramérica, incluida la socioecológica, se fusionaban en un empobrecimiento masivo que ya alcanzaba al 31 % de su población, unos 191 millones de personas de los cuales 25 millones ya sufrían la pobreza extrema: un salvajismo impuesto por las burguesías autóctonas, el imperialismo incluido el europeo que logró grandes ventajas en el acuerdo con Mercosur de junio de 2019 y el capital financiero transnacional. La pandemia y el hundimiento del capitalismo mundial han empeorado este infierno. Según estudios de junio de 2020, para finales de este año se calcula que la pobreza afectará a 230 millones de personas, de los que 96 millones no tendrán recursos suficientes para la alimentación básica y, además, 44 millones estarán en el desempleo. En todas partes es el pueblo trabajador el más golpeado con mucho por el empobrecimiento y el COVID-19, mientras que la minoría explotadora se enriquece más allá de todo lo imaginable: las 73 personas más enriquecidas de Nuestramérica aumentaron su fortuna desde el inicio de la pandemia en 48.200 millones de dólares.
¿Cómo sobreviven y sobrevivirán estas masas crecientes de explotadas y explotados? La decisiva acción de las mujeres trabajadoras, concienciadas, autoorganizadas, es una de las fuerzas centrales, seguramente la fundamental. La pregunta a «¿Cómo se sostiene la vida en América Latina?» –(Fundación Rosa Luxemburg-Abya Yala Quito, 2019, disponible en internet) –, está respondida con las luchas de las mujeres, por ejemplo, de las brasileñas empobrecidas que con sus iniciativas están reactivando el rechazo popular al régimen de Bolsonaro que, recordemos, proviene en lo fundamental de un golpe de Estado en su forma judicial y parlamentaria. Por toda Nuestramérica las mujeres del pueblo se levantan frecuentemente a la cabeza de muchas resistencias y siempre en su base organizativa.
7.- HASTA EL COVID-19
Hemos visto que a mediados de 2017 el Pentágono quedó en shock al descubrir la pobre preparación de su ejército. Visión penosa para el orgullo yanqui pese a los esfuerzos que se habían realizado en la época de B. Obama, quien había planificado llevar al 60 % de sus fuerzas navales a cercar China para el 2020, objetivo manifiestamente fuera del alcance de los EEUU por ahora como lo está descubriendo a su pesar D. Trump que también tuvo que tragarse sus bravatas después de anunciar el inicio de la guerra contra Irán y más tarde al avisar que apresaría o hundiría los barcos de este país que llevaban ayuda humanitaria a Venezuela en forma de productos imprescindibles para el refinado del crudo, bloqueados por el cerco norteamericano.
El capitalismo yanqui ya estaba tocado antes de la pandemia: hasta mediados de marzo de este año crecía un raquítico 2 %, insuficiente para reabrir una fase de recuperación algo larga y sobre todo para mantener el gigantesco esfuerzo militar exigido por el Pentágono. En los 20 primeros días del confinamiento el consumo bajó 7,6 %, sabiendo que el consumo supone el 70 % del PIB, además las inversiones bajaron en un 8,6 %. Haciendo la media de las distintas proyecciones que se realizan se calcula que entre abril y junio la economía se contraiga alrededor de un 30 %, desplome demoledor, lo que generará un desempleo parecido al causado por la segunda Gran Depresión de 1929 en adelante y cuyo fin sólo pudo lograrse tras la muerte de entre 55 y 60 millones de personas en la IIGM, según cifras que no tienen en cuentas muchas variables.
Pero la recuperación actual tiene dos grandes obstáculos, como mínimo. Uno, y el más inmediato, consiste en el cataclismo del COVID-19 que aún sigue expandiéndose. A comienzos de agosto de 2020 los EEUU contabilizaban oficialmente no menos de 4.800.000 contagios y no menos de 159.000 muertos, aunque existen razones para pensar que las cifras reales son mayores dada la extrema penuria de la sanidad pública y los varios millones de personas empobrecidas que no tienen la documentación en regla o que simplemente no la tienen. Lo peor es que las tendencias de la pandemia son al alza entre otras cosas porque las exigencias férreas de la burguesía para que se reabran las empresas y los centros educativos están exponiendo al contagio a centenares de miles de personas adultas e infantes.
La pobreza galopante y la precariedad en los servicios de vivienda son uno de los caldos de cultivo de la pandemia, como es sabido; además, a finales de julio ha terminado el plazo de vigencia de la limosna de 600 dólares que el gobierno daba a los 30 millones de trabajadores tan precarizados y sin ahorros que apenas habrían sobrevivido unos días son esa ayudita que justo da para comer y pagar alguna factura elemental como la electricidad, el gas o el agua. La lucha de clases ha logrado con su fuerza que al menos se inicie un debate a puerta cerrada entre la casta política, sobre si alargar o no la duración de la limosna.
Si se deniega, el ingreso semanal de los y las desempleadas se reducirá entre un 60 y 90 %, una catástrofe social porque entre otros daños, millones de personas pueden perder sus viviendas, todo lo cual repercute muy negativamente en el consumo, ya de por si débil y a la baja por el COVID-19. Otro efecto más dañino a largo plazo es el impacto de esta mezcla explosiva de pobreza, enfermedad y gran reducción de servicios sociales básicos, es el bajón educativo de la infancia y adolescencia, tanto que la misma ONU ha advertido de ello. Para los EEUU es un riesgo mortal porque además de su incultura media y del analfabetismo funcional, su fuerza cualificada de trabajo está decreciendo en comparación a otras potencias competidoras, lo que debilita el esfuerzo militar dependiente de la tecnociencia.
El segundo obstáculo para la recuperación radica en esa competencia externa al alza, que no existía en modo alguno en 1945. Potencias científicas como Alemania, Francia, Japón, Italia, Gran Bretaña, etc., quedaron o bien destruidas o tan hipotecadas por las deudas contraídas con la banca yanqui que tuvieron que supeditar la ciencia a otros gastos urgentes. La URSS, que no era una potencia científica, tenías sus problemas. Los EEUU estaban intactos y se lanzaron a dominar y saquear gran parte del planeta sin problema alguno. Desde la década de 1970 esa ventaja empezó a menguar y ahora los obstáculos le surgen por todas partes, agravados por el fuerte movimiento de rechazo irracional y negacionista de la ciencia, alentado muy frecuentemente por el mismo D. Trump.
Pero una de las mayores amenazas competidoras proviene del conjunto de medidas que países del mundo están intentando tomar para reducir el poder económico, político, militar, cultural y simbólico-fetichista del dólar, poderoso instrumento de opresión: potenciar otras monedas y crearlas virtuales; acaparar oro y debilitar a Fort Knox; impulsar el trueque: petróleo por radares, etc.; crear mercados integrados fuera del control del dólar; crear mercados de armas y alianzas militares; impulsar la solidaridad alimentaria y sanitaria; presionar para reformas profundas en las instituciones creadas y dirigidas por los EEUU desde 1945, etc. Se trata de segar la hierba debajo de los pies de barro del exhausto y furibundo gigante, que sólo puede reaccionar exigiendo impuestos y sacrificios a sus siervos, como se aprecia en los nerviosos viajes de la Casa Blanca, que, como los reyezuelos de la Edad Media, va ordenando pleitesía.
La industria norteamericana de la matanza humana se encuentra ante serios problemas desconocidos la mayoría de ellos hasta hace poco tiempo. Veamos algunos: primero, las actuales guerras irregulares se han perfeccionado y han aumentado su letalidad gracias a que el desarrollo tecnocientífico permite avances significativos en armamento ligero y medio, en la comunicación, en la sanidad, etc., lo que facilita la resistencia, aunque no garantice la victoria, que sí puede lograrse cuando el pueblo que se defiende tiene el apoyo internacional necesario, o de poderes suficientemente asentados. Esto hace que los EEUU deban pensárselo dos veces antes de invadir un país, sabiendo que la guerra que provocan puede alargarse terminando en una derrota o en un equilibrio muy costoso de mantener. El empleo de ejércitos privados puede resolver transitoriamente la situación sobre todo cuando se trata de controlar zonas rentables por su valor económico, político o militar, pero aun así siempre es necesario el apoyo de la potencia invasora.
Segundo, los ejércitos de los EEUU necesitan bases y sistemas de logística muy caros de mantener, lo que aumenta los costos, pero esas bases son imprescindibles. Un ejemplo lo tenemos en Europa: la amenaza yanqui de trasladar tropas de Alemania a Polonia, coherente con la política de agresión a Rusia que exige acortar las distancias que le separan de Moscú, encuentra muchas dificultades de infraestructura, viales y aéreas, que requieren inversiones apreciables además de un contexto de seguridad política difícil de garantizar en el Este europeo. A escala planetaria el problema es más grave porque está demostrado que los actuales navíos de guerra son débiles y arden con facilidad ante el impacto de minas, misiles y bombas, requiriendo de reparaciones que sólo se hacen en bases muy bien preparadas tecnológicamente, y además seguras ante los nuevos misiles y bombarderos de largo alcance. Un efectivo sistema de transporte aéreo puede solventar en un primer momento este problema, pero no después, cuando se acumulen las bajas humanas y materiales.
Tercero, la guerra electrónica, misiles de alta velocidad, los submarinos y navíos de superficie modernos, que están desarrollando Rusia y China, sobre todo, también están pensados para destrozar las largas y vulnerables vías de abastecimiento y reparación, de las que depende el ejército yanqui en una guerra no relámpago. Un ataque a Venezuela, Irán, China o Rusia que no les derrote en un tiempo corto exigiría el desplazamiento de varios millones de tropas y de una cantidad inmensa de repuestos muy dependientes de revisiones tecnológicas frecuentes, dejando muchos espacios con poca o ninguna protección a las respuestas de los atacados. Una solución es acercar esas bases lo más posible: Israel, Arabia Saudí, Corea del Sur, Japón, Alemania, Noruega, Islandia, Canadá, Polonia, Ucrania, Turquía, Colombia, Brasil, Ecuador, etc., con los problemas económicos y políticos que eso acarrea, que pueden generar crisis incontrolables en esos países, además que dan tiempo de preparación a los pueblos amenazados. El Pentágono lleva tiempo tejiendo esa red.
Cuarto, los EEUU tienen que atender a demasiados frentes: el este y norte europeo en su agresión a Rusia controlando su gaseoducto con Alemania; lo mismo que el Mar Negro y Mar de Azov contra Rusia y vigilando a Turquía y el gaseoducto de Rusia con Europa; el cerco a Irán y el control de los estrechos de Ormuz y de Adén, y del canal de Suez, vitales desde cualquier punto de vista; el control del océano Índico para vigilar esa parte de la Ruta de la Seda que abre al mercado chino África y Oriente Medio; el norte del océano Pacífico que bordea Corea del Norte, China y Rusia; el Mar Caribe y el océano Atlántico para controlar Cuba y Venezuela; y cada vez más, los duros mares del sur. Además de estas inmensas extensiones, el imperialismo debe vigilar las luchas de clase y de liberación nacional antiimperialista de todo el mundo.
Quinto, el deshielo está cambiando toda la estrategia político-militar mantenida en los últimos 10.000 años. Antes del capitalismo el Imperio romano se sostenía alrededor de ese charco de agua llamado Mediterráneo no pudiendo penetrar mucho en tierra adentro, como le sucedió después al Imperio otomano. El mayor imperio terrestre que ha existido, el mongol, era frenado por el norte por la helada Siberia, por el sur por las selvas de la Conchinchina y el desierto norteafricano, por el oeste por la parte occidental de Rusia y Europa, y por el este por el Pacífico que salvó a Japón. Los Imperios azteca e inca eran terrestres, limitados por el no uso de la rueda y de animales de tiro, lo que no les impidió desarrollar una cultura impresionante. Rusia y China eran terrestres. Desde el siglo XV los imperios se hacen marítimos lo que les permiten llegar a todo el globo excepto el Ártico y el Antártico. Portugal, España, Holanda, Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos eran imperios marítimos, lo que les permitía saquear en cualquier parte. El deshielo está abriendo el mundo al poder continental euroasiático cuyos barcos podrán navegar por el Ártico amenazando económica y militarmente al norte de Europa, Canadá y EEUU, y por el Antártico comerciando desde el sur con Nuestramérica y envolviendo más fácilmente a los EEUU por todas partes, lo que obligará a multiplicar los gastos militares.
Y sexto, con respecto a Nuestramérica, los EEUU son más conscientes que nunca que no pueden perder las incontables reservas materiales, de fuerza de trabajo que atesora nuestro continente, y de fascistas y narcoparamilitares mercenarios para los ejércitos privados del capital y de los servicios secretos. Esta es una de las dos razones por las que no puede permitir que avance más allá de un mínimo ningún proceso de centralización endógena del territorio y menos si ésta se relaciona con las potencias de Eurasia, con una efectiva defensa que integre la milicia popular y el ejército oficial. La única forma que tiene el imperialismo para vencer este sistema es contar con la represión criminal ejercida por los ejércitos lacayos, formados en los EEUU y con fuerza especializadas en el terror masivo. Puede tolerar ese avance un corto espacio de tiempo, pero nada más. La otra razón es que conforme avance el deshielo, crecerá el valor estratégico de la larga costa pacífica de Nuestramérica porque la guerra moderna no conoce ya apenas límites geográficos insuperables, como casi se demostró en la IIGM. Los puertos y carreteras de la costa pacífica desde Chile hasta México se irán convirtiendo en centros importantes para el tráfico marítimo y aéreo con Australia y Nueva Zelanda como bases estratégicas del imperialismo, en la medida en que las fuerzas navales de Eurasia puedan acercarse más y más a esas costas. Los EEUU necesitarán entonces que las burguesías locales asuman llevar al matadero a sus pueblos en defensa de Wall Street. ¿Futuro ficción…? A esta pregunta, Roma respondería: si quieres la paz, prepárate para la guerra.
EUSKAL HERRIA 5 de agosto de 2020
Fuente: Rebelión