En su afán de reconquistar la hegemonía global, y en particular de ahuyentar los capitales chinos de América Latina, su tradicional zona de influencia, el gobierno de Estados Unidos puso en marcha la Corporación Financiera de Desarrollo Internacional (DFC, por sus siglas en inglés) e impuso en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) a Mauricio Claver-Carone, un anticastrista de línea dura que se desempeñaba como asesor especial de Donald Trump en asuntos del hemisferio occidental en el Consejo de Seguridad Nacional.

La decisión de modernizar el esquema de financiamiento para el desarrollo está contenida en la Estrategia de Seguridad Nacional promulgada en Washington a finales de 2017, que ubica como principales desafíos de EU a potencias revisionistas (sic) como China y Rusia, que utilizan la tecnología, la propaganda y la coerción para imponer un mundo que representa la antítesis de nuestros intereses y valores.

La nueva corporación financiera fue creada en enero de 2020 con el consenso de legisladores de los partidos Demócrata y Republicano, y su principal objetivo es confrontar de manera directa el reposicionamiento geopolítico de China a lo largo de la Iniciativa de la Franja y la Ruta de la Seda −emblemas del gobierno de Xi Jinping− y favorecer la expansión del capital privado estadunidense en proyectos energéticos y de infraestructura a través de iniciativas regionales como América Crece, European Energy Security and Diversification, Indo-Pacific Strategy, US-India Development Foundation y Connect Africa.

El lanzamiento en 2019 de la iniciativa América Crece −como una instrumentalización actualizada de la Doctrina Monroe− fue una respuesta de Trump ante el avance de las inversiones chinas en la región: más de 110 mil millones de dólares sin condicionamientos políticos en proyectos de infraestructura gubernamentales en espacios terrestres (Franja) y marítimos (Ruta) en Brasil, Argentina, Chile, Uruguay y Perú, países donde EU fue desplazado como principal socio comercial. En particular, EU busca el cambio de la matriz energética de los países de la cuenca del Caribe, México incluido, para redirigir sus crecientes excedentes de gas natural licuado (lutita).

En el caso de México, el director ejecutivo de la DFC, Adam Boehler, firmó una carta de intención en noviembre pasado para financiar parte del ducto de gas natural que construye la firma mexicana Rassini, del multimillonario Antonio Madero Bracho, en el sur de México. Con una inversión de 632 millones de dólares, el gasoducto atenderá a estados como Oaxaca y Chiapas, y tendrá potencial para extenderse a otros mercados del istmo centroamericano. Según el director de la nueva corporación financiera de EU, “el objetivo es invertir con nuestros amigos y aliados, y no tenemos mejor amigo que México […] Un México fuerte y próspero es clave para nosotros […] es esencial poner ese gasoducto en el sur”.

La delegación de Boehler estuvo integrada, entre otros, por Mauricio Claver-Carone, entonces director para el hemisferio occidental del Consejo de Seguridad Nacional. El NSC (por sus siglas en inglés) es el encargado de diseñar las políticas de seguridad del presidente y los servicios de inteligencia de EU, y tiene un comité secreto conocido como el 5412 Committee, que dirige las misiones encubiertas y clandestinas, y también un subcomité (PI-40 Subcommittee), que ejerce la dirección y el control de las políticas de encubrimiento. Desde esa posición, a Claver-Carone le correspondió coordinar la política de la Casa Blanca hacia América Latina con los departamentos de Estado y del Tesoro.

Nacido en Orlando, Florida, de padre español y madre cubana, Claver-Carone cuenta con el apoyo de los senadores Marco Rubio, republicano por Florida, y Robert Menéndez, demócrata por Nueva Jersey, y de los representantes cubano-estadunidenses de Miami, Carlos Curbelo, Mario Díaz-Balart e Ileana Ros-Lehtinen, integrantes de la industria de la contrarrevolución anticastrista, quienes a su llegada al NSC en la Casa Blanca, en 2018, lo impulsaron al desmonte del acercamiento político-diplomático con Cuba propiciado por el ex presidente Barack Obama −que derivó en el restablecimiento de relaciones entre ­Washington y La Habana−, y a las políticas de cambio de régimen en Venezuela, incluidas ilegales sanciones extraterritoriales para destruir la economía y sucesivas operaciones subversivas contra el gobierno constitucional de Nicolás Maduro.

Amigo del secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, a quien ayudó a relegirse en marzo, el ultraconservador Claver-Carone fue impuesto ahora por Trump al frente del BID –junto con el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional uno de los perros guardianes del Departamento del Tesoro de EU−, en lo que el equipo de campaña del demócrata Joe Biden calificó como una candidatura polarizante dado su talante excesivamente ideologizado.

La llegada de Claver-Carone al BID fue atribuida por analistas al poder de coerción de Washington, lo que fue complementado por la ex embajadora de EU en México, Roberta Jacobson, cuando dijo: “Me temo que pueda utilizar el banco para obligar a los países a aceptar las políticas que él desea como condiciones para préstamos […] Podría perseguir ese tipo de políticas vengativas a un nivel ideológico”. El cargo involucra mantener contacto regular con jefes de Estado para distribuir 13 mil millones de dólares al año.

 

Por REDH-Cuba

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