Se especula sobre el valor del plebiscito según el cual el 3 de noviembre, junto con las elecciones norteamericanas, el pueblo de Puerto Rico habría votado por su anexión a Estados Unidos. Al contrario, ese día los puertorriqueños volvieron a demostrar que el estatus colonial de la Isla está en crisis.

En realidad, en esa fecha se votó para elegir gobernador, así como senadores y diputados el Congreso borinqueño. A esto, el saliente gobierno anexionista local le añadió un llamado plebiscito sobre si los electores desean o no la “estadidad”, es decir, anexionarse. Un evento cosmético, ya que el Congreso norteamericano ‑el órgano facultado para decidir sobre la situación de Puerto Rico‑ no lo consideró vinculante.

Lo sustantivo del día fue la elección de autoridades y legisladores, y sus resultados transparentan el verdadero estado de cosas. El tradicional bipartidismo puertorriqueño se hunde. El anexionista Partido Nuevo Popular (PNP) pudo elegir por un pelo al nuevo gobernador Pierluisi, y el Partido Popular Democrático ‑el del régimen de Estado Libre Asociado‑ logró sacar una mayoría de uno en ambas cámaras. Pero los dos sacaron sus peores votaciones (el ganador obtuvo 20% menos sufragios que en la elección anterior), ante el ascenso de los independentistas.

Tras décadas de enfrentar persecuciones políticas, clientelismo oficial e imposiciones coloniales, el Partido Independentista Puertorriqueño (PIP) saltó de su tradicional 5% al 14%. Junto a él, dos nuevos partidos afines, sumaron otro 20%. En total, un inédito 34% de votación independentista. Como se sabe, en la Isla la legislación colonialista le prohíbe aliarse a los partidos con registro, so pena de perder el registro, lo que impide a las organizaciones afines compartir candidaturas.

En cuanto al plebiscito, que esta vez jugó un papel marginal, la votación no fue por la estadidad, sino contra el Estado Libre Asociado (ELA), su única alternativa. Solo confirma que el ELA ya está demasiado agotado, sistema político de la inoperancia, la corrupción y la crisis. Antaño ofrecía la ficción de una alternativa “blanda”, sin la vergüenza de la anexión ni los imponderables de la independencia, a la que por décadas le restó electores.

Lo ocurrido destapa dos cosas que ahora pesarán: uno, que la estadidad ganó por un margen exiguo; demasiado pobre para dar justificar una discusión en Washington ni considerarlo algo de peso en Puerto Rico. Si ahora habrá discusión en el Congreso norteamericano será por el abrupto crecimiento electoral independentista, no por este desleído plebiscito.

La otra, que el PIP tuvo la mayor votación de su historia y reeligió a sus senadores y diputados. Sus líderes históricos están más que satisfechos, particularmente por el buen desempeño de sus principales relevos, Juan Dalmau, nuevo secretario general y senador reelecto ‑que fue su candidato a gobernador‑ y María de Lourdes Santiago, vicepresidenta del partido y también senadora reelecta.

Por REDH-Cuba

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