Finalmente, después de mucha incertidumbre, en el aniversario de la Revolución de Octubre de 1917, sumaron las cifras y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se dio cuenta de que —a pesar de alcanzar más de 70 millones de votos— no sería reelecto. Su rival, Joe Biden, ha estado en cargos públicos por cuatro décadas y tiene un historial que no debiera engañar a nadie. Pero esta fue menos una elección por Biden que una elección contra Trump. Es más, fue una votación popular contra los neofascismos en todo el mundo, que se complacen con la promoción que hace Trump de su repulsiva agenda basada en el racismo, la misoginia y otros rasgos sociales condenables que privilegian la jerarquía por sobre la sociedad. La derrota de Trump en las elecciones no afecta inmediatamente a personajes como el primer ministro de India, Narendra Modi, y el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, ya que ambos han estado subiendo en las encuestas a pesar de su miserable desempeño durante la pandemia. Sin embargo, su corriente de pensamiento altamente tóxica ya no será transmitida desde el púlpito de la Casa Blanca.

Una presidencia de Biden removerá la toxicidad de las paredes de la Casa Blanca, pero no los terrores “normales” infligidos en el mundo por los gobiernos estadounidenses en nombre de las elites dominantes de los Estados del Atlántico Norte y de las empresas transnacionales que controlan. No hay que hacerse ilusiones sobre el periodo que se abrirá cuando Biden asuma en enero de 2021. Habrá pocos cambios en varios asuntos clave: las sanciones ilegales contra países como Cuba, Irán y Venezuela; la total lealtad al proyecto israelí de aniquilar a Palestina; la guerra comercial contra China; la negligencia respecto de la creciente desigualdad y el colapso social total; la vacilación para transformar a EE. UU. en un país sin energía de combustibles fósiles. Biden —y su vicepresidenta Kamala Harris— hablarán la lengua del “multilateralismo”, pero usarán ese idioma para avanzar en el fortalecimiento del sistema de alianzas del Atlántico Norte por sobre el resto del planeta, a través del G7 y la OTAN. Encerrado en un Senado republicano controlado por el conservadurismo enquistado del senador Mitch McConnell, una presidencia de Biden seguirá promoviendo los intereses de las elites de EE. UU. contra una China que resurge. La historia no nos permite ser optimistas, nuestra gran lucha por elevar al mundo a la decencia y la igualdad continúa.

“No volveremos a la normalidad porque la normalidad era el problema”, dijeron quienes protestaban el año pasado en Chile. Además, un regreso a la normalidad no es posible en el contexto de la pandemia. A fines del mes pasado, la directora ejecutiva de ONU Mujeres, Phumzile Mlambo-Ngcuka, escribió un potente ensayo sobre cómo la pandemia ha afectado a las mujeres alrededor del mundo. La investigación de ONU Mujeres encontró que solo en 2021, 47 millones de mujeres y niñas “pueden ser empujadas a la pobreza extrema producto de la covid-19, alcanzando un total de 435 millones”. “Sin una acción determinada y bien dirigida, los resultados serán profundos”, escribió.

La semana pasada, el Instituto Tricontinental de Investigación Social publicó un estudio titulado Coronashock y patriarcado, que aborda las diferencias de género en el impacto producido por la pandemia y el Gran Confinamiento. El grupo que investigó y escribió este estudio crucial está formado por miembrxs de nuestro equipo en Argentina, Brasil, India, Sudáfrica y Estados Unidos, con la dirección de nuestra subdirectora, Renata Porto Bugni. El equipo de investigación se basó en los aportes de —entre otras organizaciones— la Marcha Mundial de las Mujeres en Brasil, la Coordinadora Feminista 8M en Chile, el Sindicato de Enfermeras jóvenes Indaba y Abahlali baseMjondolo en Sudáfrica, la Asociación de Mujeres Democráticas de toda la India (AIDWA), la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP) en Argentina, y ONU Mujeres. Este es uno de los informes más completos que he leído sobre el impacto social de esta pandemia, especialmente en el Sur Global.

El estudio tiene tres partes. La primera detalla el trastorno económico que han sufrido las mujeres producto del Gran Confinamiento, y muestra cómo las mujeres —muchas de las cuales perdieron sus trabajos en este período— tuvieron que asumir más trabajos de cuidados no reconocidos en sus hogares. Esboza algunos de los desafíos que enfrentan quienes están marginalizadxs por la economía patriarcal mundial, como lxs trabajadorxs informales y las personas de las diversidades sexo genéricas. La feminización de la pobreza es una gran consecuencia de esta crisis. Las mujeres no solo han perdido sus trabajos, sino que también hemos visto migraciones forzadas de trabajadorxs a gran escala y desalojos de personas pobres de sus hogares, desde India a Brasil. La carga social de esta gran crisis ha caído principalmente sobre los hombros de las mujeres trabajadoras.

Ezrena Marwan (Malaysia), Untitled, 2020

En la segunda parte del estudio, nuestro equipo se enfocó en el trabajo de cuidados y cómo la carga de los trabajos reproductivos recae principalmente sobre las mujeres. “Las feministas han dicho durante años que la economía de los cuidados es la base de la economía mundial”, escribió Mlambo-Ngcuka de ONU Mujeres. “Ahora, la covid-19 ha catapultado la economía de los cuidados a la conciencia pública como nunca antes”. Nuestro estudio reafirma esta visión y defiende la necesidad de avanzar en nuestro pensamiento ya sea para la remuneración de este trabajo invisibilizado o para su socialización a través de la creación de cooperativas barriales para el cuidado de niñxs y adultxs mayores, por ejemplo. El acceso al cuidado debiera “dejar de ser un privilegio y convertirse en un derecho humano”, me dijo Renata Porto Bugni. “En primer lugar, el trabajo de cuidado necesita ser sacado de las obligaciones de género al interior de la familia y ser traído al ámbito público”, dijo.

Ya hemos visto el comienzo de una discusión sobre la “pandemia en la sombra”: el aumento de la violencia patriarcal durante el Gran Confinamiento. En la tercera parte del estudio, nuestro equipo detalla la complejidad y el carácter de esta violencia durante el extendido periodo de cuarentena. La ausencia de redes y vínculos sociales en los países de industrialización avanzada, junto con la retórica misógina que fomentan los neofascistas, “es terreno fértil para la brutalidad cotidiana y la crueldad de la violencia”, dijo Porto Bugni.

La sección final del estudio tiene una lista de dieciocho puntos de demandas feministas extraídas de las luchas de organizaciones de todo el mundo. Esta lista pone el bienestar de la humanidad y de nuestro planeta por delante del impulso por una acumulación sinfín de ganancias y el uso del patriarcado para facilitar ese impulso. “La sociedad”, dijo Porto Bugni, “se está desgastando hasta el borde del colapso. Queremos difundir el mensaje de que es hora de deshacernos de las jerarquías y las miserias heredadas de nuestro pasado, queremos construir las utopías necesarias para el futuro”.

El estudio tiene un prefacio de Eli Gómez Alcorta, ministra de las Mujeres, Géneros y Diversidad del gobierno de Argentina. Gómez Alcorta es una abogada que ha participado por décadas en la lucha para hacer del mundo un lugar mejor. Su prefacio a nuestro documento es potente, pues lleva todo el peso de su experiencia y de la del movimiento feminista argentino:

La pandemia de covid-19 visibilizó o cristalizó varias de las cosas que desde los feminismos y los movimientos sociales venimos diciendo hace tiempo, en primer lugar, que habitamos como “normal” o “natural” un sistema que alcanzó niveles atroces de desigualdad, de exclusión, de odio y discriminación sin precedentes. No es exagerado decir que si no se pone un freno a la normalidad nos dirigimos directo hacia la destrucción del planeta y de la humanidad. En segundo lugar, al atravesar de modo mundial, la covid-19 también ha clarificado la importancia del Estado, revalorizando la intervención estatal, no cualquier tipo de intervención, sino la de un Estado que cuide de las personas, de su salud y preserve la vida.

A la par de ello, la pandemia puso en primer plano al cuidado y a los trabajos de cuidado como nunca antes. Tareas históricamente feminizadas, desvalorizadas social y económicamente, por ende, degradadas dentro de este sistema a labores de segunda o tercera categoría.

(…)

Con la fuerza de las luchas que nos antecedieron y de la mano de todas nuestras hermanas de la Patria Grande y del mundo, tenemos la obligación de trabajar para salir mejores de esta crisis, de poner en discusión todo y de asegurarnos que de esa discusión se salga con un consenso popular, progresista y feminista.

El cuarto y último llamado para la Exposición de Afiches Antiimperialistas es sobre el tema de la guerra híbrida. La exhibición será lanzada en la semana de las elecciones para la Asamblea Nacional en Venezuela, una nación que lucha con uñas y dientes contra una guerra híbrida brutal impuesta por los poderes imperialistas, liderados por Estados Unidos. Pueden encontrar más información acá. La fecha límite para enviar sus trabajos es el 19 de noviembre.

Instituto Tricontinental de Investigación Social

Tomado de ALAI

 

 

 

 

Por REDH-Cuba

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