Pocos conocían lo acontecido efectivamente en San Isidro y a sus protagonistas. Quizá algunos habían tenido una u otra mala experiencia y se sentían dolidos. Creo que querían honestamente dialogar con la institución.
Continúa Prieto: Otros (una minoría) participaban con total conciencia en un plan contra la revolución. Usaron las redes sociales para amplificar lo que allí sucedía y divulgarlo de manera adulterada. Echaron a rodar noticias falsas en torno a una represión imaginaria que incluía gases lacrimógenos, gas pimienta y supuestas emboscadas contra los participantes. Sabían que estaban contribuyendo a justificar con mentiras las políticas de Trump contra su país. Sólo les interesaba el diálogo
para convertirlo en noticia, en show, y anotárselo como una victoria. Algunos necesitaban justificar el dinero que reciben. Sin embargo, es necesario separar claramente la historieta de los marginales de San Isidro y lo sucedido en el Ministerio de Cultura. En el segundo caso, hay valiosos jóvenes que deben ser atendidos.
La política cultural de la revolución ha abierto un espacio amplio y desprejuiciado para que los creadores puedan hacer su obra en total libertad. Es cierto que ha habido errores, incomprensiones y torpezas, pero el propio proceso revolucionario se ha encargado de rectificarlos (véanse este artículo íntegro y amplia información en el blog de la REDH-Cuba redh-cuba.org ).
Punto final
Hoy debe imponerse el chavismo en elecciones que renovarán la Asamblea Nacional. La miope oposición –carente de proyecto nacional– va dividida entre participantes y abstencionistas.
Fuente: La Jornada