En este artículo el autor hace un balance de los retos a los que se enfrentará Bolsonaro durante el año 2021.
Bolsonaro disfrutó de condiciones especiales para sobrevivir al año 2020. La cuarentena interrumpió la dinámica de movilizaciones populares que se venían desarrollando desde finales del año 2019 como una forma de rechazo del gobierno. El año terminó muy mal para el país, con una recesión de su economía, que no creció a lo largo del año, y con una proyección de profundización de la recesión en el segundo año de gobierno: 12 millones de personas estaban en situación de desempleo y otros 38 millones de personas se encontraban en una situación precaria.
El segundo año estuvo marcado por la pandemia y la cuarentena, que neutralizó las movilizaciones populares debido a las restricciones impuestas a la circulación de las personas. Durante un tiempo sus partidarios lograron realizar manifestaciones en los fines de semana, que recibieron mucho apoyo y gozaron de repercusión popular. Después, la ausencia de movilizaciones que canalizaran las distintas formas de rechazo al gobierno, redujo la presión sobre el gobierno y le permitió, por inercia, sobrevivir.
El gobierno aprovechó la pandemia para otorgar ayudas -en principio, Bolsonaro pretendía que se redujeran a 200 reales, aunque el Congreso terminó aumentando la dotación a 600 reales-, con las que logró obtener un gran apoyo popular, con el que pudo compensar la pérdida de apoyo que provocó su ruptura con el juez Moro. Al mismo tiempo que Bolsonaro establecía alianzas en el Congreso para defenderse ante un hipotético impeachment, las encuestas empezaron a mostrar un apoyo al gobierno que se aproximaba al 37%, a pesar de que todas las encuestas seguían mostrando un cierto rechazo al gobierno y a determinadas políticas del gobierno.
En el momento en que el gobierno no pudo mantener la ayuda, porque la política económica neoliberal no lo permite, y la población sufrió el impacto de la medida, la popularidad de Bolsonaro disminuyó. Al mismo tiempo, el gobierno sufrió dos grandes derrotas políticas: la no reelección de Trump en Estados Unidos, con lo que Bolsonaro pierde su inspiración y su gran socio internacional, ya que supone un nuevo gobierno en los Estados Unidos que ciertamente ejercerá una fuerte presión sobre el gobierno brasileño, al menos en temas ambientales, con la protección de la Amazonía en primer lugar, y los derechos humanos. El aislamiento internacional del gobierno se agudizará, impulsando cambios en el discurso e incluso ministros en áreas que se volverán críticas en la relación con el gobierno de Biden.
La otra gran derrota procede de las elecciones municipales, en las que prácticamente todos los candidatos apoyados por Bolsonaro fueron derrotados, con especial peso en las derrotas en São Paulo -donde pretendía entrar en el gobierno municipal- y en Río, con la no reelección del alcalde Marcelo Crivella, su gran aliado. Quedó claro que el apoyo de Bolsonaro no se transfiere y es relativo, porque el apoyo expresado por él pesó negativamente sobre las candidaturas.
Mientras tanto, si Bolsonaro no se había desgastado con la ausencia de una política gubernamental contra la covid-19, el surgimiento de las vacunas y el mantenimiento del negacionismo gubernamental, que no sólo no le da importancia a las vacunas, sino que también retrasa el acceso de los brasileños a ellas, desgasta. la imagen de Bolsonaro, quien aparece como el responsable del retraso en la llegada de las vacunas a Brasil.
Al mismo tiempo, algunas fuerzas que apoyan al gobierno, aunque no participen en el gobierno, comienzan a consolidar sus candidaturas para 2022 al margen de Bolsonaro: el PSDB confirma el nombre del gobernador de São Paulo, João Doria; el DEM, el de astro televisivo Luciano Huck; el PSD dice que tendrá su propia candidatura. Mientras que la izquierda, especialmente el PT, mantiene su fuerza nacional y su preferencia por disputar la segunda vuelta de 2022.
Los durísimos efectos económicos y sociales de la pandemia en la sociedad marcarán el 2021 y quizás incluso parte del 2022, impidiendo que Bolsonaro cuente con una situación favorable en el país. El tema de las vacunas dominará al menos el primer semestre de 2021, si no todo el año, con la incapacidad del gobierno para hacer frente a los desafíos que plantea.
El gobierno cuenta con el apoyo parlamentario del ‘centrão’ y del personal militar, que cada vez ocupa un mayor número de puestos decisivos en el Estado. La penetración de ABIN –Asociación Brasileña de Información, como el nuevo SNI-, en todos los sectores del Estado, y una cifra de más 6 mil militares en cargos de gobierno, da una idea de la dimensión del fenómeno. Pero ni uno ni otro garantizan el apoyo popular al gobierno, un apoyo que tenderá a disminuir a lo largo de 2021.
Esto, sumado a la perspectiva de una gran crisis por delante, que combine la depresión económica, la profunda crisis social y la crisis de salud pública, podría hacer de 2021 un año crucial, lo que podría conducir al reemplazo del gobierno o una proyección negativa para la reelección de Bolsonaro, confirmando el fantasma de la derrota de Trump, que asusta al gobierno.
Fuente: Rebelión