Experto en prever peligros y trampas, y en desmontar todos los engaños, Fidel nos demostró (como dijo también Raúl) que se puede superar «cualquier obstáculo, amenaza o turbulencia, en nuestro firme empeño de construir el socialismo en Cuba, o lo que es lo mismo, ¡garantizar la independencia y la soberanía de la patria!».


Durante este año tan tenso, tan difícil, en que tuvimos que enfrentar la COVID-19 y una ofensiva imperial sin precedentes, Fidel nos ha estado acompañando.

Resulta admirable la respuesta de Cuba a la pandemia, aquí y en otros países del mundo. Como ha reiterado Díaz-Canel, en esa victoria tuvo un peso determinante el pensamiento estratégico de Fidel en el campo de la Medicina y de la ciencia, su extrema sensibilidad hacia los más vulnerables y su íntima convicción de que nada vale más que la vida de un ser humano.

A Fidel le debemos la formación a gran escala de médicos y enfermeros con una preparación profesional y una ética diferentes, la temprana creación de un sistema de Salud que llegó a todos los rincones de la Isla y a cada uno de sus habitantes, la colaboración internacionalista iniciada en 1960 y que tiene su máxima expresión en la ELAM y en el Contingente Henry Reeve, y la fundación y desarrollo de centros científicos de vanguardia en un pequeño país del Caribe. Ha sido esencial, además, la participación, desde los barrios y comunidades, del pueblo organizado y consciente, protagónico en todas las batallas libradas por la Revolución bajo su guía.

Nuestros enemigos quisieron asfixiarnos con el reforzamiento despiadado del bloqueo y de la guerra económica, y han logrado hacer muy difícil la vida cotidiana de la población. Pero no han podido quebrar la confianza de los cubanos en aquellos que nos dirigen, trabajando día y noche para que Cuba salga adelante, sin que nadie quede desamparado.

Raúl nos recordó, en las honras fúnebres de Fidel, que «su autoridad y su relación entrañable con el pueblo fueron determinantes para la heroica resistencia del país en los dramáticos años del periodo especial».

En este 2020, junto a Raúl y otras figuras de la generación histórica, han estado Díaz-Canel y muchos cuadros de generaciones más jóvenes, muy próximos al pueblo, que mantienen esa «relación entrañable». Nuestro Partido y nuestro Gobierno han ganado más autoridad y prestigio ante la complejidad de los desafíos, justamente cuando los enemigos se han empeñado en conseguir lo contrario.

Este año se produjo, no por azar, una escalada de acciones terroristas y subversivas, con el respaldo de los medios hegemónicos, los llamados «medios independientes» y las redes sociales.

Algunos de estos proyectos intentaron adquirir un ropaje «artístico» para realzar a ciertos mercenarios. Fue un error. Los tanques pensantes de la contrarrevolución olvidaron que el propio Fidel diseñó una política cultural inclusiva, antidogmática, unitaria, basada en la comunicación permanente con los creadores, que fue capaz de rectificar errores e incomprensiones y sentar las bases de un vínculo raigal entre los auténticos intelectuales y artistas y la Revolución.

Fracasó igualmente la campaña enfilada contra el Contingente Henry Ree­ve. Ninguna mentira, ningún insulto, ha podido manchar el altísimo ejemplo moral ofrecido por nuestros médicos.

Fidel fue el principal forjador de la nueva conciencia que germinaría a ­partir del triunfo del 59 en el pueblo cubano, antimperialista, patriótica y –a la vez– generosamente internacionalista y solidaria. Contribuyó con su palabra y su ejemplo a gestar la unidad de la nación y su espíritu de resistencia.

Experto en prever peligros y trampas, y en desmontar todos los engaños, Fidel nos demostró (como dijo también Raúl) que se puede superar «cualquier obstáculo, amenaza o turbulencia, en nuestro firme empeño de construir el socialismo en Cuba, o lo que es lo mismo, ¡garantizar la independencia y la soberanía de la patria!».

Cintio Vitier veía, en la lucha de los cubanos por su definitiva emancipación, tantas veces malograda, un duelo permanente contra «el Imposible». Y vio «con el día glorioso, con el 1ro. de enero, en que un rayo de justicia cayó sobre todos», la derrota de aquel ominoso fatalismo que parecía condenarnos a la ignominia.

1959 fue, según Cintio, «el año más hermoso, el decisivo de nuestra vida». «Comenzaban otros combates; pero desde entonces el devenir tiene raíz, coherencia, identidad. (…) Y todo lo que parecía imposible, fue posible».

Fuente: Granma

Por REDH-Cuba

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