¿Cómo fue posible? Esa pregunta rondó la mente de muchos latinoamericanos que habían visto en Lenin Moreno, el mejor defensor de las políticas del Buen Vivir implementadas durante los gobiernos del presidente Rafael Correa. A la sazón había sido su vicepresidente. Sin embargo, su rol ha sido destruir, reprimir, privatizar, mentir y retrotraer a Ecuador a los tiempos de oscuridad donde la persecución política se adueña de la vida pública. Son tiempos de pandemia, de crisis, donde su gobierno ha dejado tirado al pueblo. Miles, han sido los ecuatorianos que han pagado con su vida la falta de respiradores, de profesionales de la salud y camas de hospital. El negocio con las mascarillas y antivíricos ha descubierto la trama en la cual está implicado el empresario y banquero, a la sazón candidato de la derecha, Guillermo Lasso. Un gobierno, el de Lenin Moreno, que dilapidó en cuatro años, el esfuerzo realizado en una década. Su mandato ha sido una carrera de despropósitos. Utilización del poder judicial para inhabilitar a sus adversarios, campañas de desprestigio, detenciones ilegales, descalificación política y entrega del país al capital foráneo , junto a los prestamos draconianos del FMI y el Banco Mundial que han desvalijado las arcas del Banco Central, hoy en vías de privatización. Lenin Moreno, será recordado por su traición al proyecto emancipador latinoamericano. Su nombre engrosará la historia de la infamia.
Pero hagamos memoria, hasta su llegada, en 2017, trascurrieron diez años del triunfo de Rafael Correa. En 2007, se abrió un proceso constituyente, y un año más tarde se aprobó una de las constituciones más democráticas de América latina bajo el principio del Sumak Kawsay. El buen vivir dio legitimidad al proyecto de ciudadanía activa. La defensa de la soberanía nacional, bajo el ideario de los libertadores, facilitó la emergencia de un proceso de integración latinoamericana para fortalecer la región frente al imperialismo norteamericano. Nacen los proyectos de UNASUR, el Banco del Sur, ALBA, CELAC o TeleSur.
La injusticia social y el racismo criollo habían sido las señas de identidad de una plutocracia sumisa al capital trasnacional. En este contexto, Rafael Correa recibiría un país donde cientos de miles los ecuatorianos habían emigrado buscando una salida a la miseria, y a la mezquindad de sus elites, cuyas obscenas ganancias y sobre explotación profundizaron la desigualdad social y los niveles de concentración del ingreso. Gobiernos corruptos gobernaban como si el país fuese de su propiedad. Baste recordar a Jamil Mahuad, Abdala Bucaram o Lucio Gutiérrez, todos vinculados con desfalcos, evasión de capitales y malversación de caudales públicos. Habían sido décadas en las cuales las huelgas, las reivindicaciones del movimiento popular acababan con decenas de muertos en las calles. Estados Unidos controlaba las finanzas. La dolarización de la economía fue la puntilla.
El triunfo de Rafael Correa en 2007, y la revolución ciudadana, puso en la agenda la necesidad de potenciar la soberanía alimentaria, de construcción de una economía solidaria, de un plan para la inclusión social, junto a un proceso de planificación endógeno de desarrollo. El programa desató la ira de la plutocracia. Atentados, desestabilización e intento de magnicidio. Era el momento de forjar un proyecto de ciudadanía activa y enfrentar nuevos retos.
La lucha contra el cambio climático, la defensa de la naturaleza y el reconocimiento de los derechos de pueblos originarios sobre sus territorios, se tornaron en los ejes del programa de cambio social. Asimismo, se implementaron políticas educativas, culturales y una propuesta pedagógica con el objetivo de potenciar la memoria colectiva forjadora de identidad del pueblo ecuatoriano. Fueron instantes donde primó la ética del compromiso y la responsabilidad social. Lenin Moreno destruyo ese sueño.
Ahora el pueblo ecuatoriano es llamado a las urnas. Una nueva candidatura, heredera de los gobiernos populares de Rafael Correa ha entrado en liza y se convierte en la opción que más apoyo está acaparando entre los 11 millones de ecuatorianos que el domingo 7 de febrero deben acudir a las urnas. Diversas empresas encuestadoras como: Elector Ecuador; América electoral; Atlas Intel; Comunicaliza; Ecuasondeos; Perfiles de Opinión o Clima Social, dan como ganador, con un porcentaje medio del 37,4% a la candidatura Unión Por la Esperanza, heredera de la Revolución Ciudadana encabezada por Andrés Arauz y Carlos Rabascall, frente a la del empresario y banquero Guillermo Lasso, del movimiento “Creando oportunidades”, que alcanza el 24,3%. En esta dinámica, y un tercer candidato, representante del movimiento indígena Pachakuti, Carlos Perez, cuya organización apoyó el golpe de Estado contra el presidente Correa, le otorgan un 15,1% de los votos. El resto de candidatos hasta un total de 16, representarían entre todos un resto equivalente al 23,2%. Además, el 7 de febrero se eligen los 137 miembros de la Asamblea Nacional.
Aunque las encuestas consideran posible un triunfo en primera vuelta a la candidatura popular Unión Por la Esperanza, la derecha latinoamericana busca evitar el triunfo, y de esa manera forzar una segunda vuelta donde se ven ganadores. Para lograrlo han movilizado todos sus recursos, humanos y financieros. Así, el Instituto Interamericano para la Democracia, cuyo Presidente, el cubano-norteamericano Tomás Regalado, ex alcalde republicano de Miami y su director, el boliviano Carlos Sánchez Berzaín, exministro de presidencia de Gonzalo Sánchez de Lozada, acusado de crímenes de lesa humanidad, reúnen a periodistas, políticos y comunicadores para diseñar y divulgar la producción de falsas noticias contra la Arauz, Rabascall y los candidatos a la Asamblea Nacional, en esta última semana. Entre los asistentes ecuatorianos, nombres como Pablo Lucio Paredes, Patricia Estupiñan de Burbano, Maria Fernanda Egas y Oswaldo Hurtado, ex presidente que aglutina a un sector de empresarios de extrema derecha y a la democracia cristiana. En esta trama, Lenin Moreno y el Secretario General de la OEA, el uruguayo Luis Almagro, dan su visto bueno, aprovechando una reunión de la organización el 27 de enero en Washington. Tampoco puede pasar desapercibido el contacto de Lenin Moreno con Juan González, director Senior para el hemisferio Occidental del Consejo de Seguridad Nacional de EE.UU. Todo para desestabilizar y evitar el triunfo en primera vuelta de Arauz.
En este campo de condiciones, la candidatura, UNION POR LA ESPERANZA, Arauz y Rabascall, han sabido recuperar la ilusión, haciendo suyos los valores que estuvieron presentes en la Constitución de Montecristi, aprobada en 2008. Andrés Arauz Galarza y Carlos Rabascall condensan las políticas del Buen Vivir como parte del proyecto de construcción de una sociedad más justa, igualitaria y democrática, donde la dignidad humana se levanta como centro del quehacer político. No debemos olvidar que Arauz destacó como ministro coordinador de Conocimiento y Talento Humano, y en la cartera de Cultura y Patrimonio durante el gobierno de Rafael Correa, defendiendo la soberanía del conocimiento como escudo contra la colonialidad del saber. Por su parte, Carlos Rabascall, ha sido miembro del Frente de Trasparencia y Lucha contra la corrupción, destacando por su honestidad y compromiso. Una dupla cuyo compromiso abren la puerta a la esperanza. Su triunfo será el triunfo de la dignidad y de un nuevo momento democrático en Ecuador. La derecha buscara, por todos los medios evitarlo. En Ecuador se juega parte del futuro de América latina.