En marzo de 1961, el presidente John F. Kennedy y su hermano Robert, fiscal general, comenzaron la leyenda negra como “oficiales de caso” de la CIA, así  denominados por el investigador estadounidense Josepth J.Tetro en su texto La Historia Secreta de la CIA, cuando ambos aprobaron la invasión mercenaria contra Cuba y se embarcaron en los próximos dos años en la tarea de controlar directamente las operaciones encubiertas contra la Isla.

  Ya  instalado en la Casa Blanca el 20 de enero de 1961  Kennedy aprobó su propio plan de invasión que sería por  Playa Girón y Playa Larga e incluyó asestar golpes aéreos previamente a los aeropuertos de Santiago de Cuba, Ciudad Libertad y San Antonio de los Baños para aniquilar la pequeña Fuerza Aérea Revolucionaria.

  También puso como condición a los militares y la CIA que no autorizaría participar en el conflicto a las fuerzas armadas estadounidenses bajo ningún concepto, lo que fue un cubo de agua fría a los entusiastas organizadores de la invasión que veían toda la acción previa como un pretexto para la invasión directa.

  No obstante, bajo esas profundas contradicciones de estrategia se consolidó la Operación Pluto la cual conllevó al conocido desastre de Playa Girón que afectó el prestigio de Estados Unidos y en especial el de su joven presidente, el cual  apareció muy lejos de la imagen del fuerte e inteligente líder del mundo occidental anunciado por la propaganda oficial de Washington.

  Después de Girón, los Kennedy pasaron a un enfermizo resentimiento con la Agencia y de venganza contra Cuba y organizaron la Operación  Mangosta para derrocar la Revolución mediante una gigantesca campaña de guerra encubierta, que no se apartó demasiado de la matriz de la derrotada invasión.

   Allan Dulles, director de la Agencia Central de Inteligencia y su equipo, responsabilizados por los Kennedy con el desastre, fueron defenestrados y partieron con una gran carga de odio  hacia el mandatario que consideraban poco menos que traidor por no enviar los marines a apoyar a los invasores, e hicieron causa común con la extrema derecha cubana y esperaron su momento de venganza que no tardaría en llegar.

  La obsesión de John y su hermano Robert de acabar con el gobierno cubano también estuvo muy condicionada con la estrategia política  del nuevo mandatario expuesta en su discurso de toma de posesión el 20 de enero de 1961, en el que reconoció la pobreza y la explotación predominante en Latinoamérica como causa principal de los procesos insurreccionales y anunció su programa de la Alianza para el Progreso, que establecía la   ayuda económica como especie de “poder suave”, según la terminología actual,  para evitar la revolución social en la región.

  Para entonces era indispensable eliminar el peligroso ejemplo de la Revolución Cubana a como diera lugar, sin detenerse ante planes de asesinatos de su máximo líder Fidel Castro, además de instrumentar el  bloqueo económico, comercial y financiero, fomentar campañas terroristas, acciones de espionaje y la invasión de mercenarios y del propio ejército estadounidense si fuera necesario.

  Según investigadores, el mandatario le propuso a su hermano Robert el cargo de director de la CIA, lo que fue rechazado por éste, aunque se puso al frente de la supervisión y dirección de la Operación Mangosta y se conoce que solía pasar largas jornadas en la sede central de la Agencia supervisando las acciones de los espías en el terreno y con los cuales despachaba directamente en ocasiones.

  La Casa Blanca no pudo culpar a nadie de sus fracasos en la ejecución de la Operación Mangosta, cuando en la Isla la Seguridad cubana derrotaba uno tras otro las acciones y planes. Pero el golpe definitivo de esos intentos de los Kennedy ocurrió en octubre de 1962, plazo fijado para las acciones coordinadas de toda la contrarrevolución en todo el país.

  En ese mes los estadounidenses comprobaron con sus aviones que en la región occidental se habían instalados cohetes nucleares soviéticos de mediano alcance para proteger el país de una agresión directa, de acuerdo con un convenio firmado entre Cuba y la URSS.

  Se inició la llamada Crisis del Caribe, en la que toda la estrategia estadounidense para liquidar la Revolución Cubana se vino abajo y el mandatario tuvo que resistir grandes presiones de los militares que exigían un ataque en toda línea contra Cuba, lo cual conllevaría a  una guerra nuclear a escala planetaria contra los soviéticos.

  Posteriormente, una política más pragmática de la Casa Blanca vino a sustituir  la práctica de los Kennedy de involucrarse directamente en planes agresivos contra la Isla.

  El mismo día en que fue asesinado el presidente Kennedy en Dallas, Texas, el 22 de noviembre de 1963, el periodista francés Jean Daniel  enviado por el mandatario se entrevistaba en Varadero con Fidel Castro, en lo que pudiera haber sido el comienzo de un proceso de cierta normalización de las relaciones entre ambas naciones.

  Muchos hoy en EE.UU. discrepan de la versión oficial sobre un asesino solitario  y relacionan el crimen con una conspiración de la ultraderecha cubana, la mafia, y la CIA, quienes desde los días de Playa Girón no le perdonaron a Kennedy su decisión de no intervenir directamente en el conflicto y rechazaron cualquier  entendimiento y negociaciones con La Habana.

 

Por REDH-Cuba

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