Esto va solo al comienzo, primera página del libro que pronto estará con ustedes. Pequeño homenaje al siempre entre nosotros amado comandante.

 EL ENCUENTRO

6 de julio de 1994.- Estamos viajando  en una camioneta que se desliza veloz por la laberíntica ciudad de Caracas, pero cuando se detiene  y alguien reconoce al Teniente Coronel Hugo Chávez Frías, junto al que estoy sentada,  no podemos continuar nuestro camino. Humildes mujeres y hombres nos  rodean,  lo saludan con respetuosa confianza, tratan de  tocarlo, le hablan, le agradecen, mientras sus rostros se transforman y la alegría estalla en algunos cánticos. Es como si ver a Chávez les devolviera la esperanza en medio de  la incertidumbre de esos días.

Hemos salido de una conferencia de prensa y lo voy entrevistando mientras nos dirigimos a una reunión en  el barrio 23 de Enero, que tanta historia de resistencia tiene y tendrá en la vida venezolana y caraqueña.

En un  momento le digo “comandante, usted ha hablado en estas horas de un proyecto inmenso, de producir un giro de 180 grados en la vida política, social y económica de Venezuela. En los días que llevo en Caracas he comprobado que su popularidad asusta a los dirigentes de los viejos partidos políticos  que ya han comenzado a mostrar sus dientes. Necesitará una enorme fuerza y una voluntad de acero para hacer lo que sueña ¿De dónde llega esa fuerza?

Hugo Chávez: Mira Stella la fuerza viene de  nuestro pasado, nuestra historia, viene de las montañas y los llanos desde  Simón Bolívar y antes, de los que lucharon contra el colonizador español, nuestros hermanos indígenas de los que descendemos.  Mírame, ¿Qué crees tú?¿ de dónde vengo? Hay una historia que fue escondida durante siglos al pueblo venezolano para que no recordara el pasado de resistencia y lucha que tenemos. La fuerza que me impulsa, como cuando te impulsas en un paracaídas, viene del padre de la patria Simón Bolívar y la que necesito para andar ahora viene de ese pueblo que creyó en mis palabras. En esas mujeres de los barrios más pobres, que nos enviaban comida cuando estábamos presos. Ahí estaba el amor que yo encontraría en las calles un día, hace tres meses, en marzo pasado cuando salí de prisión.

Es ese padre el que me da la fuerza histórica y es ese pueblo que salvará a Venezuela, que liberará a Venezuela.

-Podríamos decir que hará su camino entonces en el nombre del padre.

-HCH. Sí, en el nombre de ese gran padre nuestro y de América Latina. Es la historia que empieza de nuevo en Nuestra América. Seremos los nuevos sembradores de vientos liberadores.

En ese momento se hizo real lo que había sentido cuando lo vi en la conferencia de prensa unas horas antes, de pie, alto delgado, enfundado en un traje verde oliva, una camisa Mao. Un rostro cincelado, una sonrisa alegre, abierta, franca, una mirada algo ensoñada, pero firme, tanto como el apretón de mano con que me recibió. Sentí que no me había equivocado en mi lejana percepción.

Estaba ante un verdadero líder, un hombre sin vueltas y además hablaba poéticamente, pero con una convicción, que me confirmaron sus palabras. Desde esos momentos se estableció entre nosotros una  comunicación abierta, ese chispazo instintivo que nos identifica y que  se transformaría en una hermosa forma de amistad respetuosa y más bien cómplice de cuanto sueño liberador anduviera suelto.

Pude compartir muchas horas, momentos  únicos, tanto en Venezuela, como en Argentina, Uruguay, Cuba. No dudé nunca de estar ante un hombre que verdaderamente iba a sembrar vientos y huracanes buenos, de aquellos que limpian, refrescan y liberan.

 

Por REDH-Cuba

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