¿Cómo es posible que un nuevo gobierno en Washington mantenga la infame retórica contra países que, más que todo, sufren sanciones criminales aplicadas por ellos? Sabe muy bien la actual administración cuánto daño ha hecho a Cuba el criminal bloqueo impuesto durante seis décadas y recrudecido por el saliente mandatario Donald Trump


En mis lecturas mañaneras sobre «lo que ocurre en el mundo», me detuve en dos materiales periodísticos: un artículo del The New York Times, titulado ¿Qué pasó con los primeros detenidos de Guantánamo?, y un despacho de la agencia española EFE, que se refiere a un documento del Departamento de Estado norteamericano –de la actual administración demócrata– en el que se acusa a Cuba, Venezuela y Nicaragua, por no respetar los derechos humanos, y expresa «preocupación por las torturas y ejecuciones extrajudiciales que supuestamente se perpetraron en esos países».

¿Cómo es posible que un nuevo gobierno en Washington mantenga la infame retórica contra países que, más que todo, sufren sanciones criminales aplicadas por ellos? Sabe muy bien la actual administración cuánto daño ha hecho a Cuba el criminal bloqueo impuesto durante seis décadas y recrudecido por el saliente mandatario Donald Trump.

Pretenden engañar a alguien con esos cuentos, cuando saben todos –incluyendo quienes hoy vuelven con las acusaciones–, que si un ejemplo vivo de respeto a los derechos humanos hay en este hemisferio, es el de Cuba, la Isla digna que resiste y vence, la que no conoce, en época de Revolución, de torturas ni de muertes extrajudiciales.

De derechos humanos podemos hablar con la frente muy en alto, más cuando somos referencia mundial en todos los aspectos, como el pleno derecho universal a la educación y a la salud, de calidad y gratuitas, al trabajo remunerado  y a la plena garantía establecida por la Constitución, de ejercer el derecho libre al voto, de formar parte de instituciones sociales y de masas y de practicar la religión que cada cual prefiera.

En los últimos 60 años solo en un pedazo de Cuba, usurpado para la base naval en Guantánamo, se ha conocido la tortura, aplicada criminalmente por Estados Unidos, a través de su siniestra CIA y de otros mecanismos militares.

La Cuba a la que inculpan para «justificar» más sanciones asfixiantes contra nuestro pueblo, no ha conocido, en los años de Revolución, ningún caso como el del afroestadounidense George Floyd, asesinado por un policía blanco, o los de otros muchos fallecidos, también, debido al odio racial.

A ese gobierno que imputa deberían sentarlo en el banquillo de los acusados, porque en su país el racismo y la segregación son endémicas, en una sociedad que durante su historia ha excluido a millones de personas.

Tampoco se conoce aquí del fundamentalismo que inspiró el expresidente Trump para lanzar a sus adeptos a asaltar el Congreso, matar personas y secuestrar el resultado electoral.

¿Cómo es posible arremeter contra la Cuba ejemplo de solidaridad? Primero que nadie envió más de 50 brigadas médicas a 40 países, a combatir la COVID-19. En el mundo ha fallecido el 2,18 % de los pacientes infectados por esa enfermedad; en Cuba, señores acusadores, ese índice es de 0,56 %. Anteriormente, otras 55 formaciones del Contingente Henry Reeve habían colaborado en más de 59 naciones, incluyendo a los afectados por el Ébola.

¿Qué quieren justificar ahora, con estas acusaciones totalmente cínicas? Más sanciones económicas para que nuestro país no logre controlar la pandemia y ayudar a otros en el mundo. Quieren que Cuba no fabrique vacunas para salvar vidas.

¿De qué se trata? Del obstinado empeño siempre en hacer colapsar la Revolución Cubana, la Bolivariana de Venezuela y la Sandinista de Nicaragua.

Este panfleto bochornoso de EE. UU. chocará contra el muro de la verdad, de la solidaridad, de la dignidad hecha Patria: la de Cuba.

Fuente: Granma

Por REDH-Cuba

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