¡Gloriosa civilización ésta, cuyo gran problema estriba en saber cómo desprenderse de los montones de cadáveres hechos por ella después de haber cesado la batalla!”

K. Marx la Comuna de París.

Entre los santorales del “best seller”, abundan los mercachifles del ego muñido con sermones petulantes y sabihondos. Aunque se disfracen bajo camuflajes terminológicos diversos, todos ellos venden sus “cuentas de vidrio” a precio de hallazgos trascendentales. Interpelan al universo, a la existencia, a la imaginación, a la palabra misma, mientras beben sorbos gruesos de nadería, nihilismo y escepticismo. La realidad no transita por sus cabezas salvo cuando se presenta en forma de cheque o cuenta bancaria. Se anuncian como dueños del pensamiento, de la Filosofía, de los métodos, de las cátedras, de las becas, de las investigaciones y de los “derechos reservados”. Lenin los vio venir desde 1908 (Materialismo y Empiriocriticismo)

Ha transcurrido tiempo suficiente, acaso demasiado, para interpelar, al menos en parte, la cantidad y la calidad de las exiguas “transformaciones del mundo” que los filósofos han aportado porque, con excepciones honrosas, hasta hoy, los filósofos no han hecho más que mercadear con interpretaciones de interpretaciones… lo que más ha cambiado son las vitrinas en el mercado de las “ideas”. Algunos se han acuartelado en la “academia” (su idea de academia) para hacernos creer que ahí residen los poderes de la “sabiduría” que dicta las normas del pensar según los apetitos burgueses de los jefes. Desde sus catedrales de saliva crean y destruyen santones de ocasión para garantizar blindaje a sus burocracias. Rodilla en tierra ante el Olimpo ideológico de la clase dominante, amasan fortunas entre refritos de refritos huérfanos de realidad social. Eli de Gortari.

Del aporte fenomenal hecho por la Revolución Soviética (y en general por las revoluciones) se han ocupado, principalmente, para denostarlas y suprimirles su contribución y derecho filosófico legítimo a la transformación del mundo. Algunos se especializan en vivir de la fabricación de confusiones haciendo pasar por “iguales” los logros del pensamiento emancipador y los debates entre algunos teóricos de la época. Trastada barata típica de algunos “doctos”. Grandes “críticos” que jamás se incluyen en su propia agenda. Ocupan centímetros en los diarios mercachifles. Y es que la lucha de clases no se detiene en las puertas de las “academias”. Al contrario la ideología de la clase dominante encontró en esos espacios algunas de sus trincheras más rentables. Por inútiles que parezcan, algunos filósofos y filosofías, serviles a los oligarcas, prestan grandes servicios intelectuales a sus (frecuentemente ignorantes) amos. Incluso si se disfrazan de “progres”. Hasta Vargas Llosa se cree filósofo.

Y no les falta “creatividad”, oportunismo ni agencias de publicidad, o “Think Tanks”, para encumbrar las más bobaliconas ideas que refuercen la resignación, el escepticismo, la depresión y la desorganización de las fuerzas sociales realmente transformadoras. Hacen congresos, conferencias y becas. Tienen fundaciones y reciben, con avidez, dineros de la Casa Blanca. Crean “éxitos” bibliográficos y ponen de moda los enredos terminológicos más abigarrados como si se tratase de respuestas iluminadas. Ahora trabajan arduamente en destruir toda noción de calidad concreta. Alimentan con fruición las fauces del irracionalismo y se tornan creacionistas fanáticos, resuelven todo en un “idealismo” represor de nuevo tipo basado en imponer como verdad la ausencia de ésta. Su éxtasis proviene del anhelo ideológico de servir para desmovilizar las luchas sociales. Nada es verdad ni es mentira, todo es según los “mass media” con que se mira. Es la “bolsonarización” de la filosofía. Ética y estética del fanatismo por el odio como “novedad” en el mercado ideológico burgués. Estulticia de mercado para una “performance” que llena con miserias ideológicas los vacíos preparados minuciosamente por la educación burguesa, sus iglesias y todas sus instituciones. Incluida la industria mediática.

Su plan consiste en escupir falacias a mansalva. Impúdica e impunemente. Hacer de las calumnias una ética histriónica del “todo vale” si le sirve al conservadurismo. Su estilo es proferir, con énfasis dogmático e ingenio retórico, todo género de sofismas serviles al fin último, y primero, de resguardar y eternizar la plusvalía, la explotación, el saqueo y la humillación de los rebeldes. Estallidos de luces apagadas, colores ciegos y sonidos inaudibles para anestesiar a los pueblos con argumentos “nuevos”, irrefutables, incomprobables e irresistibles… para desmovilizar toda intención, por incipiente que sea, en la organización de la verdadera transformación del mundo dispuesta a terminar con el infierno terrible que es el capitalismo. ¿Alguien sabe cuánto le costó a la especie humana combatir a las “armas de destrucción masiva” que nunca existieron en Irak? ¿Ese no es tema de la filosofía? A la historia de los filósofos que trabajan como productores individuales de opiniones mercancía, conocimiento o hipótesis de mercado, se añade ahora la fase del trabajo en equipos organizados jerárquicamente en alguna forma de burocracia, pública o privada. Cada uno de ellos debe producir mercancías atadas a un objetivo que así, en secreto, acordado con un “director de proyecto” financian las metas del negocio. Se han convertido en maquiladores de detalles, anécdotas y palabrerío de autoayuda.

Hay que democratizar a la Filosofía, dejarla crecer en el tiempo presente. Fecundarla y cultivarla con métodos que la emancipen para que cobre vigor emancipador en la praxis revolucionaria… transformadora. (Sánchez Vázquez). Día a día. Devolverle su lugar en las luchas, en las calles, en las trincheras. Asumir, también, la batalla al interior de la Filosofía y encarar los debates necesarios para combatir a los cenáculos incubadores del pensamiento sirviente de la destrucción humana. Pero no quedarse ahí. Revolucionar la noción sectaria de “lo académico” y romper, de una vez por todas, con las burbujas de los sedicentes “genios del saber”. Aprovechar mejor la obra del pensamiento revolucionario que eleva al ser humano, con su praxis transformadora, al peldaño más alto de su especie. Aprovechar la revolución filosófica de Marx, sin los fardos dogmáticos, mecanicistas o reduccionistas que lo infestaron, y trabajar ato-críticamente en perfeccionar su método crítico con sus propios métodos (sometiéndolo a crítica dialéctica permanente) para ascender con él a la práctica que el presente requiere e impone. No hay tiempo que perder.

No aceptemos que la filosofía sea ese pantano de palabrerío relativista donde nada se afirma. Que “todo depende” de cómo lo vea el individualismo o el ego del filósofo que vende sus cursos, sus conferencias o sus libros. Por más encantador que parezca. Desconfiar si tratan de esconder o negar la lucha de clases. Desconfiar si pontifican que las palabras (o las ideas) son la madre de todas las realidades. Desconfiar si se empeñan en convencernos de que el mundo es incognoscible y que hay que ningunear a los “sentidos”. Desconfiar de la desconfianza rentable que orilla a la humanidad a no confiar ni en la fuerza social que será la verdadera transformadora del mundo. ¿La industria de la guerra, asociada a la dictadura financiera y las mafias mediáticas no son temas filosóficos?

Basta ya de esa Filosofía subordinada al decorativismo ideológico burgués, es demagogia para el lucro. Basta ya de la Filosofía para la acumulación del capital amaestrada por los sectores de la industria, las instituciones gubernamentales, las iglesias y las universidades esclerotizadas por el mercado. Basta ya de la Filosofía que se dedica a desarrollar la inteligencia de la mercancía, el saqueo de la materia prima, e incrementar las ganancias de sus amos. Los vimos, de la mano de Octavio Paz, lambisconear a los “popes” de la Economía de Mercado. Basta ya de la Filosofía represora para el control social que adopta dos formas: opera para la defensa contra enemigos “externos” o se presta para justificar las “técnicas” para la “pacificación”, manipulación, desorganización y control de de toda rebeldía contra el capitalismo. Incluso un examen superficial de las bibliografías filosóficas, evidenciaría una “industrialización” de la Filosofía burguesa bajo una orientación abrumadora hacia la acumulación y el control. Basta ya de la Filosofía prostituida, directa y estrechamente, por la maquinaria del estado y del gobierno burgués, al punto de convertirse en inteligencia ideológica sirviente entre el estado y la producción industrial, sus amos salariales que se caracterizan por su intenso carácter represor y, por lo tanto, de operaciones ocultas. De ahí la pobreza teórica en la farándula bibliográfica burguesa.

Quizás sea bueno recordar que el debate Capital-Trabajo no ha sido considerado como indispensable para los Filósofos de mercado que, ni en sus investigaciones, abarcan aquella problemática que tenían un interés tanto teórico como práctico. No se ve que abunde una línea que denuncie el hecho monstruoso (sus raíces y consecuencias) que Nagasaki e Hiroshima marcaron inequívocamente con el sello capitalista y la alianza criminal para la dominación de la naturaleza con la dominación de la humanidad a cambio del poder financiero. ONU: 30 millones de personas están al borde de la hambruna. Y es que sólo con un reconocimiento crítico muy riguroso, y consensuado, de la fase presente del capitalismo y del imperialismo será posible desarrollar una producción filosófica que permita a los pueblos trascender el fetichismo ideológico y ascender a una práctica filosófica realmente emancipadora capaz de devolverle fuerza al desarrollo del verdadero papel de la Filosofía en sociedades sometidas por el capitalismo. Una Filosofía transformadora que desenmascare a “tigres de papel”, miseria de la bibliografía) a quienes se debe combatir y derrotar, definitivamente, si se quiere ensanchar el camino de una genuina Filosofía (la emancipación humana de la peor etapa del capitalismo) deseable, posible y realizable -Sánchez Vázquez- hecha por el pueblo emancipado y emancipador. Y transformar al mundo. Karl Marx escribió en la primavera de 1845 (aunque publicado por Engels hasta 1888) “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modo el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”. (Die Philosophen haben die Welt nur verschieden interpretiert; es kommt aber darauf an, sie zu verändern.) No se necesita licencia para pensar y actuar.

 

Por REDH-Cuba

Shares