La crisis de valores que provoca la difícil situación económica e ideológica de nuestro tiempo reclama un cambio en la actitud de búsqueda de nuevos referentes valorativos, lo cual acerca considerablemente la reflexión intelectual a la praxis cotidiana. La elaboración intelectual, desde la tradición del pensamiento crítico cubano,  acompaña  y sintetiza la manera peculiar de autoconocernos, construirnos y afirmarnos como sujetos de una historia de lucha popular revolucionaria empecinada en romper el enclaustramiento espiritual y la dependencia material.

En el contexto cubano, la crítica intelectual asume una fuerte intencionalidad axiológica dada por las contradicciones de un entorno marcado por la disputas de sentidos entre la dominación y la emancipación. Los debates de la intelectualidad cubana sobre los sentidos de la Revolución salen de los espacios culturales y nutren  las praxis políticas, sociales, económicas e ideológicas  cotidianas.

Estos debates, con sus diferencias específicas de cada época, se inscriben, también, en la tarea emancipadora de cuestionar los modelos enajenadores y deterministas que constriñen las capacidades creativas del sujeto revolucionario. Es interés de este texto mostrar como la crítica intelectual sobre los sentidos de la Revolución acompaña, sintetiza y articula los valores que tributan a la independencia nacional, la emancipación social y la dignificación humana.

Hoy, hay un intenso esfuerzo por superar los dogmas que impidieron desarrollar la alternativa socialista cubana y la preocupación por el significado de la Revolución vuelve a convertirse en elemento político e ideológico central para la reorganización y consolidación de un nuevo bloque común anticapitalista en Cuba.

La necesidad de plantear alternativas a la situación económica, social e ideológica del país y el enfrentamiento a ideas foráneas que intentan reproducir esquemas de pensamiento, motiva profundas reflexiones intelectuales sobre los objetivos sociohistóricos que animaran los nuevos intentos de integración y transformación de la sociedad cubana.

El análisis profundo de la realidad cubana con propuestas de cambio convoca a la intelectualidad, una y otra vez,  a un compromiso ineludible: superar los horizontes estrechos de una indiferencia genuflexa y asumir la responsabilidad histórica y ética de plantearse conscientemente las alternativas de la sociedad. El afán por recuperar la tradición emancipatoria del pensamiento y superar la mediocridad intelectual que la apatía social fomenta, conmina a debatir sobre el destino nacional. Esta intención común no suprime la diversidad y las discrepancias epistemológicas, ideológicas y filosóficas, a veces irreconciliables, entre quienes participan.

Los debates sobre los sentidos de la Revolución han seguido los avatares de los grupos intelectuales que los promueven y no han podido escapar a posteriores institucionalizaciones e ideologización. No obstante, a estos debates les distingue la intención de hacer de la Revolución cubana un proceso permanente de transformación de la vida con conciencia lúcida, responsabilidad social y creación cultural.

Con autoconciencia de su función social, la intelectualidad cubana, bajo las reales diferencias y contradicciones, perfila un sentido histórico y cultural de la Revolución que no consiste sólo en captar la unidad desde la diversidad, sino orientarla con perspectivas humanas universales. Así la comprensión de la obra revolucionaria como creación cultural, dinámica y social del conglomerado heterogéneo que se “agita, entremezclan y disgregan en un mismo bullir social”[1], no será posible al margen de las modificaciones necesarias del espíritu, la conciencia y los valores de quienes la llevaran a cabo.

Desde esta perspectiva, la cultura entra a todas las esferas de la vida social convirtiéndose en agente integrador de la conciencia nacional. La reconducción de las conciencias individuales a una totalidad que apunte al bien colectivo es uno de los graves y difíciles problemas del momento a los que se enfrenta el debate intelectual. El condicionamiento del sujeto a una totalidad integrada por lo que hay valioso en ella de naturaleza y sociedad es un proceso cultural en el cual el individuo tiene que sentir que lo esencial para otras personas, no le es ajeno.

  La reintegración del sujeto crítico y creativo a la totalidad social, es un modo particular de incorporarse a la vida colectiva desde lo identitario y estableciendo la armonía con lo diferente. Proyectada sobre un ideal emancipatorio y respaldada por los sentidos colectivos de vida en comunidad, la Revolución cubana se erige como proyecto nacional y afianza un complejo sistema de valores integradores de la comunidad de intereses del sujeto revolucionario. Los valores operan como referentes históricos y culturales en la compresión del todo social. Los sentidos de la Revolución  emergen de las praxis del sujeto popular y develan en su modo de actuar ante la realidad los desafíos que el contexto impone.

En el debate intelectual sobre los sentidos de la Revolución se destacan las sucesivas subversiones que lleva intríseca como acto de liberación radical; la explosión de creatividad y subjetividad histórica que le acompañan como voluntad de transformación y la construcción permanente de un imaginario colectivo donde la compulsión ética a favor de la justicia social es el criterio de sostenibilidad ideológica y el horizonte que nos hace sentir diferentes al resto del mundo.

Para la intelectualidad cubana,  la Revolución no es un metarrelato acerca de la instauración de la sociedad superior al capitalismo. La Revolución es un constante rediseño de país de contenido emancipador, que supone la incorporación activa de los sujetos interesados en el diseño y la construcción de una nueva realidad dónde vivir , destapando  los espacios  de enajenación económica, política y cultural que se presentan y enrumbando las acciones para su superación. Estos desafíos exigen descolonizar radicalmente los saberes y apostar por epistemologías con visión crítica-liberadora.

Si asumimos que estos debates son parte de una gigantesca batalla cultural contra los patrones homogeneizadores de la cultura occidental, que se define preferentemente blanca, patriarcal, adinerada, homofóbica, xenófoba, entonces, hay que pensar desde las prácticas que se enfrentan a esa lógica dominadora y reconstruir el pensamiento crítico. En este sentido, cada debate sobre los significados de la Revolución es un espacio de encuentro con el pensamiento crítico para armarse de los conceptos que explican la realidad y reafirman la posibilidad de construir un camino propio reescribiendo la historia de las luchas por la emancipación en el mundo.

La transmutación valorativa que provocan el estancamiento de la cultura, la expansión de la violencia, la impunidad del poder, la incredulidad en las soluciones y alternativas son temas de análisis recurrentes que aparecen de forma enérgica, en los debates del último decenio, precisando actitudes cívicas y posiciones progresistas que la defensa a la Revolución exige. El debate intelectual sobre los sentidos de la Revolución en el contexto cubano actual marca una nueva etapa de reflexión colectiva para pensar y hacer las transformaciones que la sociedad necesita, para re-significar el socialismo como la posibilidad humana de vivir en comunidad solidaria, equitativa y dignamente. Las polémicas sobre los significados del proyecto social cubano, recuperan la memoria y las experiencias históricas, buscando nexos y puentes para articular las redes sociales fragmentadas por la crisis económica, política y social de estos años.

¿Qué significa la Revolución en el contexto cubano actual? La pregunta afronta el desafió, impuesto por las circunstancias históricas, de re-proyectar y re-construir la Revolución cubana sobre referentes de sentidos que fortalezcan el proyecto socialista insertándonos en el sistema de economía mundial capitalista sin perder la soberanía y la autonomía del pueblo cubano para decidir su destino histórico. Las respuestas estarán cargadas de  contradicciones. El gran desafío está en definir el rumbo hacia dónde vamos a caminar: hacia el capitalismo que no cesará en su empeño de tener el poder y el control absoluto de los recursos naturales y humanos o hacia el socialismo que tendrá que desafiar constantemente la lógica hegemónica del capital y avanzar hacia mayores espacios de socialización democráticos, cooperados, solidarios y dignos.

“Hubo quienes creyeron que con métodos capitalistas iban a construir el socialismo.  Es uno de los grandes errores históricos. (…)  uno de nuestros mayores errores al principio, y muchas veces a lo largo de la Revolución, fue creer que alguien sabía cómo se construía el socialismo. Hoy tenemos ideas, a mi juicio, bastante claras, de cómo se debe construir el socialismo, pero necesitamos muchas ideas bien claras y muchas preguntas (…) acerca de cómo se puede preservar o se preservará en el futuro el socialismo.”[2]

Son las preocupaciones sobre la práctica cotidiana de nuestro socialismo las que incitan al debate sobre los sentidos de la Revolución. Nuevos conflictos aparecen y distinguen valorativamente el proyecto revolucionario cubano, las soluciones a ellos están mediadas por la ofensiva cultural ante las presiones imperialistas externas crecientes que los estimulan y por la capacidad real del proyecto de desplegar una batalla cultural ideológica de movilización nacional. Nuevas contradicciones atentan contra los valores que emergieron y consolidaron las transformaciones revolucionarias: solidaridad, patriotismo, justicia social, dignidad, responsabilidad colectiva, entre otros, y dichas contradicciones laceran el “ser revolucionario”, valor que legitimó al sujeto popular de la Revolución.

La capacidad propositiva de la intelectualidad cubana no se ha agotado, se sustenta en convicciones, historias y vivencias de luchas que se consolidan ante la necesidad de contribuir a la realización histórica del proyecto socialista que los convoca desde un ideal colectivo. Los sentidos de la Revolución no se establecieron de una vez, los desafíos los pone la realidad y al debate se llevan las interrogantes: ¿Cuáles son las prácticas cotidianas que definen los procesos de construcción de las identidades particulares y colectivas? ¿Qué barreras impiden el reconocimiento de la diversidad social y cómo pueden ser superadas por los propios protagonistas? ¿Qué subjetividad revolucionaria nos convoca al cambio?¿Cuál es la esencia del cambio que queremos para el país que soñamos? Estas preguntas llevan a la reflexión sobre la unidad del sujeto político en el proceso histórico actual de la Revolución. La unidad real comienza cuando la vida de cada cubano y cubana vale como criterio de respeto, dignidad  y justicia social, suprimiendo las diferencias asociadas a privilegios, abuso de poder, exclusiones, discriminaciones que acentúan las desigualdades.

Los valores de la Revolución no están aislados como “gérmenes de futuras generalizaciones”[3] emergen de profundas transformaciones en todos los espacios de la vida humana, privados y públicos. La Revolución cubana liberó las capacidades transformadoras humanas por eso tiene un carácter crítico y creador. Pero, ¿Qué hacer para que la crítica no sea catarsis y la creación no sea copia enajenada? El debate sobre los sentidos de la Revolución no escapa, a veces, a una retórica idealista que omite el vínculo con la práctica real y concreta. La Revolución cubana es un proceso inacabado que no puede realizarse sin ensanchar su contenido cultural civilizatorio propio para que se articulen coherentemente las propuestas teóricas y prácticas de la economía, la política y la ideología con la subjetividad social, dialogando continuamente con las prácticas cotidianas del sujeto popular.

La perspectiva crítica revolucionaria incorpora a los debates el análisis sobre las formas específicas en que se manifiestan y concientizan las aspiraciones humanas y las posibilidades de su realización en el contexto cubano. Por eso, ocupa atención especial, el tema de la participación activa de los sujetos sociales en los procesos de cambios. El ir y volver constantemente a las prácticas cotidianas revolucionarias permite articular y fortalecer nuevas formas de participación, poder y control desde el individuo, la colectividad laboral, las comunidades, la sociedad en su totalidad.  Ningún debate sobre la revolución socialista sustituye el accionar concreto ni tampoco soluciona definitivamente los problemas de la práctica, pero el debate de ideas es consustancial a la práctica revolucionaria. No para hacer una entelequia  que justifique prácticas erróneas o impuestas, sino para pensar colectivamente el accionar popular cubano.

Las revoluciones socialistas son procesos de pasiones y fuerzas donde los sujetos sociales sienten la necesidad de hacer por el cambio social “como una cosa íntima, una cosa nueva, hecha en libertad y no que sigue esclavo.”[4] Las formas activas en las cuales se involucra el  sujeto social a los procesos de cambios obedecen a factores sociohistóricos y culturales, individuales y colectivos, que condicionan el sentido del proceso de transformación social.

Con una rápida mirada al mundo intelectual global, el tema de la Revolución socialista  parecería fuera de moda. Hay  un interés desmedido por la recuperación del debate cultural “desde los artistas” o apelando a una supuesta “pluralidad cultural” establecida desde los poderes hegemónicos del capital. Para el contexto cubano, dichas propuestas no son una novedad, la historia cubana ha discurrido entre agudos enfrentamientos de la ortodoxia conservadora con la vanguardia revolucionaria, como expresión particular de la lucha emancipadora.

Lo novedoso del fenómeno en la actualidad está en que expresa, por una parte, el cinismo sofisticado del pensamiento conservador para usurpar la subjetividad  y por otra parte, las limitaciones de las alternativas anticapitalistas para desarrollarse en las nuevas condiciones del capitalismo neoliberal. El “todo vale” de la  lógica capitalista globalizadora se impone culturalmente ironizando sentimientos, carnavalizando ideales, desplazando valores humanos universales. La  confianza en el futuro anticapitalista se intenta ahogar ante los embates de un mercado global que se presenta como única alternativa socio-económica eficiente. El individualismo ocupa un alto escaño en la jerarquía valorativa colectiva y la propiedad privada se estimula como “salvavidas” para aumentar el crecimiento económico ante las ineficiencias del Estado.

Detrás del descrédito a los valores socialistas está el interés del gran capital. La necesidad del capitalismo de reproducir sus relaciones y contradicciones a escala internacional para afianzarse con poderío absoluto sobre la vida material y espiritual de los pueblos, impone patrones conductuales y de valoración de obligada aceptación. La expansión de las industrias culturales, la concentración y privatización de los medios de comunicación, la homogeneización de las redes de información, el debilitamiento del sentido de lo público y lo privado son condiciones necesarias para garantizar la globalización capitalista, pero, son, además causa del escepticismo político, la apatía social, y el descrédito de los significados más progresistas en la historia humana.

La intelectualización de la cultura, fenómeno que se hace más visible en los últimos años en Cuba, produce en los sujetos populares un alejamiento de las producciones culturales y un extrañamiento de las prácticas culturales en las cuales se involucran. La relación de extrañamiento hacia las producciones y prácticas culturales acentúa el carácter elitista de un tipo de cultura que funciona con sistemas referenciales de la economía del mercado. Los valores del capitalismo tienen un fuerte contenido homegenizador y atraen en función de la convincente racionalidad y la fuerza de sus imaginarios culturales. La ideología capitalista naturaliza estructuras valorativas idénticas para sujetos sociales diferentes sin considerar sus necesidades e intereses, el discurso económico desplaza los significados culturales e incide sobre la diversidad expresiva y valorativa.

Para que la cultura no se pierda en el laberinto del dólar, la intelectualidad cubana retoma el debate sobre los sentidos de la Revolución como proceso cultural civilizatorio. La reconstrucción de las alternativas emancipadoras en Cuba levanta numerosas propuestas creativas, especialmente entre las nuevas generaciones, para re-encantar y continuar la obra revolucionaria haciéndole frente a la despolitización que se esparce en espacios cotidianos y estimula la apatía y el egoísmo. La sociedad cubana se transforma y la apuesta emancipatoria es a la sostenibilidad de la vida digna, humana, solidaria y justa, articulando la diversidad de actores, fortaleciendo el sujeto popular revolucionario y preservando el consenso mayoritario hacia la Revolución socialista.

No hay cambio económico profundo sin un cambio político-cultural que se exprese en todas las esferas de la vida social. El principal obstáculo sigue siendo la naturalización el sentido común del capital. No estamos inmunes a las concepciones economicistas que apuestan por la primacía absoluta de las transformaciones económicas y su impacto mecánico en las otras dimensiones de la vida social, incluso sobre las conciencias. La ofensiva cultural se demora y el desarrollo de la conciencia socialista se sigue confiando a la acción automática de los mecanismos económicos. Este ha sido un lastre histórico de la experiencia socialista mundial y un punto de desencuentro entre economistas, políticos,  filósofos e intelectuales.

La intelectualidad revolucionaria cubana nunca ha dejado de debatir y trabajar por el socialismo. Frente a la despolitización y el conservadurismo social, se estimula la generación de propuestas creativas de todo tipo, lo cual lleva, necesariamente, a leer el futuro con una racionalidad diferente, proponiendo caminos con visión cultural civilizatoria, haciendo menos énfasis en actividades y recursos y más en los procesos que elevan continuamente la autoestima, la espiritualidad, la educación,  la capacidad comunicativa y hacen la vida en común más humana,

La finalidad de los debates intelectuales sobre los referentes valorativos del proceso socialista cubana está en pensar ¿Cómo se continúa revolucionando la Revolución?  Toda revolución ha tenido que desafiar su propio contexto. El socialismo, entendido como transición anticapitalista, no puede ser definido al margen de una dimensión cultural, porque la dimensión productiva aislada de la cultura queda encerrada en la lógica eficiencia-mercado-ganancia-acumulación-desalienación.

No es un optimismo intelectual ingenuo lo que da credibilidad a la defensa de la Revolución cubana en pleno siglo XXI, sino sus propias condiciones de posibilidad creadas y ampliadas, las cuales configuran un escenario polifónico cuyo rasgo distintivo es la presencia de múltiples espacios de saberes y prácticas emancipatorias donde la vida desde otra perspectiva cultural civilizatoria vuelve a marcar los derroteros.

 

Notas:

[1] Ortiz, Fernando. “Los factores humanos de la cubanidad”. Orbita de Fernando Ortiz. Colección  Orbita, UNEAC, 1973. p. 156.

[2] Castro Fidel. Discurso pronunciado en el acto por el aniversario 60 de su ingreso a la Universidad de la Habana,  Aula Magna de la Universidad de La Habana, 17 de noviembre de 2005.

[3] Valdés, Gilberto.  El socialismo en las redes de la modernidad, Fondo GALFISA, Instituto de Filosofía, La Habana,  1994

[4]  Guevara Ernesto.”Reunión bimestral del Ministerio de Industrias”, En: El Che y la Revolución cubana, La Habana, MINAZ, 1967, t 2, p 562.

Por REDH-Cuba

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