La periodista Arleen Rodríguez escribió el 2007 que, “por lo menos dos mil periodistas de todo el mundo piden cada año entrevistarse con Fidel Castro”.

¡Qué hubiera sido de la vida de Fidel si cada año hubiera atendido, aunque sea solo al diez por ciento de esas solicitudes! A eso hay que agregar, que no hubo un viaje que él realizara fuera de Cuba donde no asistieran representantes de diferentes medios y países, deseosos de obtener de él, aunque sea un minuto de atención, que les catapultara en su profesión.

En sesión conmemorativa extraordinaria de la Asamblea General de las Naciones Unidas por su 50 aniversario, el 22 de octubre de 1995, Fidel Castro, ofreció un discurso cautivante y electrizante, calificado luego, por amigos y adversarios, como histórico. Antes de dejar Nueva York, luego de intensos días de trabajo y escasas horas de descanso, Fidel, asistió a una entrevista en Telemundo para un programa de la periodista María Elvira Salazar (hija de cubanos que huyeron de la isla en 1959). Para Salazar, conocida ya en eso años como incendiaria y contrarrevolucionaria, el encuentro con el dirigente cubano fue el logro más ansiado de su carrera. Así presentó ella a Fidel: “Nosotros le agradecemos muchísimo de que usted hable por primera vez con la televisión hispana de los Estados Unidos. Como yo le expliqué, este programa llega a los 30 millones de hispanos que hay en los Estados Unidos… y le agradecemos muchísimo que usted haya tomado interés de hablar con nosotros.”

Las interrogantes fueron sobre derechos humanos, democracia, libertad de expresión, pluripartidismo, presos políticos, elecciones y migración; se creía que Salazar sería incisiva y apabullante, que incomodaría con sus preguntas y que le haría pasar malos momentos al líder cubano. Lo cierto es que, para Fidel, esa entrevista fue unos minutos de relax en su retorno a la Isla; nunca mostró un gesto de apremio, una duda, no evadió ninguna pregunta; la trató con delicadeza y bromeó. Conforme esgrimía sus argumentos, el rostro de Salazar se transformaba; siempre le llamó comandante e inclinaba su rostro hacia delante en señal de devoción; su prehistoria de irreverente reaccionaria se esfumó en segundos. En un contexto internacional donde campeaba el neoliberalismo, y en el que Cuba vivía en pleno periodo especial, Fidel demostró el fracaso del capitalismo y la urgencia de defender las ideas socialistas.

En el cierre, Salazar que hoy apoya abiertamente a los contrarrevolucionarios en Cuba, le preguntó por “la disidencia”, y el comandante le dijo que son gente que apoya el bloqueo de los Estados Unidos y quieren destruir la revolución; la disidencia es una profesión, que recibe ayuda de Estados Unidos en dinero, recursos y apoyo político; son enemigos del país. La periodista estrella de Miami estaba estupefacta, le observaba con ojos desorbitados, y se acomodaba y reacomodaba en su asiento porque sabía que estaba posando para la posteridad al lado del Gigante.

En esa entrevista, sucedió lo que Roberto Fernández Retamar dijo una vez: “Fidel es un hombre que tiene una gran fuerza, pero al mismo tiempo una gran delicadeza, y eso contribuye además de su inteligencia, a que sea un verdadero encantador de serpientes. Es difícil que alguien se acerque a Fidel y no sea imantado, subyugado por su personalidad.”

Por REDH-Cuba

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