La dictadura del algoritmo es el título de un interesantísimo documental cubano estrenado en la isla el 4 de junio en la televisión (véase en su página oficial de FB). Dirigido por Javier Gómez Sánchez, cumple eficazmente la función de desmontar no sólo los intereses económicos y políticos que se esconden detrás de los algoritmos, esos supuestamente neutrales modelos matemáticos, sino el uso intensivo de Internet por Estados Unidos como arma en su guerra multidimensional, o de cuarta generación, contra Cuba. En toda guerra el objetivo es la aniquilación del contrario, en este caso el cambio de régimen
, vaya usted a saber a qué costo humano en un país históricamente tan celoso de su soberanía e independencia. Esta afirmación no es un eslogan, está respaldada por hechos contundentes como es la derrota de la invasión mercenaria de Playa Girón y de todos los intentos de doblegar a la revolución cubana por medios violentos.
No debe olvidarse la prolongada y sangrienta campaña de terror de Estado contra la isla, también desarticulada intento tras intento. En vista de estos fracasos, es significativo que ambos partidos políticos de Estados Unidos, desde el gobierno de George W. Bush hasta hoy, coincidan en el golpe blando como la fórmula mágica que puede crear de repente la percepción de una revolución derrotada. Para lograrlo, instrumentan el uso masivo y muy agresivo de las redes sociales.
Según datos oficiales, Washington invierte 50 millones de dólares anuales en fomentar la democracia
en Cuba, pero esta cifra es muy inferior a la real, pues la parte más gruesa de los fondos es declarada secreta con el argumento de proteger a los destinatarios, o por formar parte del presupuesto de la CIA. Una significativa porción está destinada al sostenimiento de un enorme tinglado de medios digitales cuyo único propósito es la subversión, el cambio de régimen en Cuba, como explícitamente está expuesto en la ley Helms-Burton, posiblemente el intento más bárbaro y descarado de dar visos de legalidad a la monstruosa injerencia que dispone en el destino político de Cuba. Decenas de grupos y personas reciben en la isla dinero del contribuyente estadunidense como activistas
, periodistas independientes
o artistas
. En el caso del recientemente lanzado Movimiento San Isidro, el padrinazgo del gobierno de Estados Unidos y de su embajada en Cuba está gráficamente documentado. Lo de movimiento, claro, es un decir; se trata de una mamarrachada proyanqui del peor gusto, totalmente ajena a los ideales democráticos de que sí son radicales portadores la Constitución y el orden político cubanos. Eso sí, formaba parte de la reciente intentona de golpe blando en Cuba y continúa encuadrado en ese criminal esquema.
La dictadura del algoritmo documenta la maquinaria de seducción y terror que intenta imponer Washington en la isla a través de las redes sociales, dirigida sobre todo a las nuevas generaciones. Por un lado, crear un gusto en el sujeto y luego atraerlo ofreciéndole el objeto que congenia con ese gusto. Por otro, disciplinar las audiencias para que no piensen con su propia cabeza, para que los individuos no se atrevan a expresar el criterio propio, pues rompe con el supuesto consenso existente en el grupo y expone al infractor al fusilamiento virtual en la suerte de plaza pública que son las redes. En el caso de Cuba, la satanización de quien ose pronunciar palabras tan orgánicas, entrañables y propias de la vida cotidiana de la isla como revolución. O tan odiosas pero omnipresentes como bloqueo o imperio. Para descalificar, aterrorizar, aislar a quien las pronuncia, los medios mercenarios de Washington han creado la etiqueta de oficialista
, que atemoriza a no pocos jóvenes educados en la idea de la rebeldía. Se trata de una ofensiva nada menos que contra la institucionalidad revolucionaria en general y las instituciones de la cultura en particular, defectuosas como todo lo humano, pero tan importantes como han sido a lo largo de años de revolución para hacer masiva la cultura y fomentar la aparición de talentos. Todo este drama es explicado en la cinta por un grupo mayoritariamente joven de estudiosos y estudiosas en comunicación, artistas, estudiantes y un ex agente de la seguridad del Estado, cuyos planteamientos son talentosos, honestos, sensibles y actualizados sobre el devenir del ciberespacio y de sus emboscadas a escala internacional.
La dictadura… posee el vigor, la contundencia, la fuerza cultural y moral para incentivar el debate al que convocó el octavo congreso del Partido Comunista de Cuba sobre la elaboración de la estrategia para derrotar al enemigo imperialista en la batalla de ideas en las redes sociales. Y también, cómo usar esas redes para formar valores patrios, socialistas, internacionalistas, crear patrones éticos y gustos estéticos a la altura del proyecto revolucionario.
Fuente: La Jornada
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