Durante la campaña para la presidencia del Perú, el maestro rural y candidato Pedro Castillo, enfatizó su identidad con el pensamiento de José Carlos Mariátegui. Eso sirvió para que, además de “comunista”, sea atacado por “mariateguista”, una especie de “crimen”, ya que, supuestamente, aquel intelectual peruano había “inspirado” a la guerrilla de Sendero Luminoso, bien conocida por sus atrocidades. De manera que, bajo semejantes orientaciones, el país podía esperar no solo seguir la senda de Venezuela y de Cuba, sino también la de la “violencia”. El triunfo de Castillo ha descuadrado a todos aquellos sectores que no esperaban semejante “golpe”. Y, por lo pronto, con el apoyo de la gran prensa, han lanzado una feroz campaña para impedir la proclamación de Castillo como nuevo presidente del Perú, boicotear los resultados y hasta intentar algún golpe de Estado blando o fuerte. Pero en América Latina ya está suficientemente claro: las derechas políticas y económicas no están dispuestas a permitir la democracia que provoque el triunfo de otros sectores, capaces de cuestionar el poder de elites dominantes y explotadoras.

En Ecuador el escenario político ha ido por otro lado. En las recientes elecciones para la presidencia de la Confederación de Nacionalidades Indígenas (CONAIE), triunfó Leonidas Iza (kichwa del pueblo Panzaleo), contra quien ya se habían levantado voces acusadoras de su “radicalidad”. Inmediatamente, esa victoria despertó el paroxismo de toda una serie de opinadores de ocasión y de medios de comunicación mercantiles, que atacaron a Iza por ser “mariateguista” y, por tanto, le atribuyen el fantasma de la potencial “violencia”.

Tanto en Perú, como en Ecuador, la irracionalidad campea en estos temas y la ignorancia se impone frente a quienes exigen ideas fundamentadas y con un mínimo indispensable de conocimientos. Porque hablar de Mariátegui, sin haber leído una sílaba de sus textos, o sin haber profundizado en el sentido y alcance de sus obras, solo tiene el propósito de engañar a la sociedad y asustar a todos con el viejísimo miedo del “comunismo”.

J.C. Mariátegui (1894-1930) es uno de los intelectuales (literato, periodista, ensayista, investigador) más destacados en la historia del Perú y un autor de obligada lectura para quienes estudian ciencias sociales en toda América Latina, además de ser igualmente seguido en universidades europeas o de los EEUU. Su obra es abundante (https://bit.ly/3dEG0jg) y existe un amplio archivo documental dedicado a su vida (https://bit.ly/3hnTBfW). Cuando se trasladó a Europa (1919) y específicamente a Italia (allí se casó con Anna Chiappe), afirmó su formación marxista y de regreso al Perú (1923) fundó el Partido Socialista (PSP, 1928) y al año siguiente la Confederación de Trabajadores. Por entonces, todos los partidos comunistas se vincularon a los postulados de la III Internacional (1919) fundada por V.I. Lenin; pero, aunque Mariátegui reconoció a esa organización, fue pionero en cuestionar toda dependencia ideológica externa, pues el socialismo peruano (y latinoamericano), como afirmó, no podía ser “ni calco, ni copia, sino creación heroica”. Este es un rasgo distintivo de su pensamiento que a menudo han repetido los círculos de las izquierdas tradicionales, aunque no siempre lo supieron asimilar. La posición de Mariátegui le ocasionó conflictos teóricos y políticos con los sectores comunistas; y, de hecho, el Partido Comunista Peruano (PCP, 1930), fundado después de la muerte de Mariátegui, pasó a sujetarse a las directrices de la III Internacional.

Mariátegui no fue un marxista “cerrado”. Era convencido de la necesidad de unión con los sectores democráticos y progresistas, para lograr una vanguardia cultural, en lo cual es visible la influencia de Antonio Gramsci (1891-1937), uno de los fundadores del Partido Comunista Italiano (1921), quien teorizó sobre la hegemonía cultural. Por eso, desde la editorial Minerva, pasando por la revista “Claridad” y, sobre todo, a través de “Amauta” (1926), la revista más importante que fundó, Mariátegui incorporó a la más variada intelectualidad del momento, incluyendo artistas, obreros, maestros y mujeres escritoras, de las diversas regiones peruanas, además de mantener contacto con intelectuales latinoamericanos y escribir sobre múltiples tópicos de la literatura, el acontecer cotidiano o la vida política, social y económica del Perú y del mundo.

Sin duda su más valiosa obra es “Siete Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana” (1928 – https://bit.ly/3hpojFd), un estudio profundo de la historia del país desde la metodología marxista, acompañado por otras reflexiones teóricas. Aquí se concentra la esencia de su pensamiento sobre el socialismo indo-americano. Ante todo, exige la investigación más rigurosa sobre la realidad; y por ello comprende que lo indígena ha sido excluido en la observación del país, siendo el problema fundamental, porque dos terceras partes de la sociedad son indios. No puede haber un proyecto político nacional que los excluya, como hasta hoy ha sucedido. En Perú es imposible pensar en una revolución proletaria que deje a un lado lo indígena. Además, en la tradición cultural y la vida comunitaria de los indios se encuentran las bases para edificar el socialismo. La reforma agraria a su favor, además de superar el “feudalismo”, sostenido por el gamonalismo interno y el sistema del yanaconazgo, tendrá que basarse en esa propiedad agraria comunitaria, base de la nueva sociedad, que se libra así del paso por el capitalismo, una tesis que Marx había desarrollado, para el contexto de las comunidades rusas, en sus cartas a Vera Zasúlich (publicadas por Riazánov en 1924) y que al tiempo de Mariátegui no eran conocidas en los ambientes latinoamericanos.

Las tesis “indigenistas” de Mariátegui, pioneras en la perspectiva del marxismo latinoamericano, le valieron críticas y ataques de los marxistas ortodoxos, que consideraban el tema indígena simplemente como parte de la lucha de clases e incluso un tema racial, todo lo cual Mariátegui permanentemente cuestionó, pues consideraba que ese “marxismo” no comprendía las realidades del Perú ni de América Latina.

Jamás alentó Mariátegui la violencia ni la lucha armada. Convencido marxista, confiaba en el partido y en la organización de los trabajadores, junto a los indígenas, las capas populares y los intelectuales. Sin embargo, el célebre peruano no alcanzó a formular una concepción sobre el Estado plurinacional, que es un planteamiento contemporáneo perfectamente válido y, además, originado en las mismas poblaciones y organizaciones indígenas. Bolivia, primero con el presidente Evo Morales (2006-2019) y ahora con la presidencia de Luis Arce Catacora (2020) es el país latinoamericano más adelantado en la construcción del Estado plurinacional y el que ha dado muestras del avance social e institucional indudable y hasta ejemplar para beneficio de su más amplia población.

Como en Bolivia, las poblaciones indígenas de Perú y Ecuador formulan planteamientos para una nueva sociedad. El pensamiento de Mariátegui también puede aportar a sus posiciones sociales y políticas porque el mariateguismo se fundamenta en la opción por la democracia, la paz, la libertad y, sin duda, el socialismo, que son propuestas a favor de las clases oprimidas, un asunto que ni entienden ni quieren aceptar las elites del poder económico y político del capitalismo latinoamericano. El problema de la CONAIE y de Pachakutik, en el caso ecuatoriano, es el de sus capacidades para generar un proyecto político de alcance nacional, que no se concentre en las aspiraciones exclusivamente indígenas, sino que se integre y conecte con los amplios intereses de todas las izquierdas progresistas y democráticas.

 

Fuente: Blog del autor

Por REDH-Cuba

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