Nunca he presenciado una campaña política como la desplegada actualmente contra Cuba. En ella, se emplean redes, gobiernos, organismos internacionales, medios de comunicación, personajes públicos, presidentes de gobierno, creadores de opinión, forjadores de relatos y manipuladores de la información. En esta operación, las demandas del pueblo cubano se envuelven en una sola bandera. Sus gentes, salen a la calle a pedir libertad. Sus gritos claman contra una dictadura que les oprime. Piden su liberación, y una intervención directa de Estados Unidos y Europa. Llegó la hora, hay que acudir al rescate. El pueblo cubano, se dice, ha perdido el miedo. La salvación está a las puertas y si la invasión es una opción, debe contemplarse. Las vidas humanas no son un problema.
Un montaje sincronizado de tal envergadura, requiere destinar cientos de millones de dólares. La operación cuenta con donantes excepcionales, fundaciones de partidos políticos, mecenas, empresas trasnacionales y agencias gubernamentales. Desde George Soros, pasando por la Fundación FAES del Partido Popular en España, o la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID). Los agraciados son ONGs, cuyos rótulos de proteger los derechos humanos, las libertades públicas o la información independiente, no levantan sospechas y son fuente segura para divulgar las noticias producidas en los centros de poder, posteriormente citadas en los medios de comunicación para dar veracidad a sus comentarios. Solo en Estados Unidos podemos nombrar una veintena: Cubanet, Cuba en Miami, Swing Completo, ADN Cuba, Antena Cubana, Periodismo de Barrio, Te Amo Cuba, Yucabyte, Cuba Plus, Diario de Cuba, Tremenda Nota, CiberCuba, Dime Cuba, Cubanos por el Mundo, Isla Local, periódico Cubano, Cubita Now, Martí Noticias, El estornudo, Cuba Cute Noticias, El Toque. Asimismo, influencer y Youtubers, se suman a esta labor de intoxicación. En su conjunto, todos son mensajeros de una estrategia destinada a movilizar emociones. La batalla se da en el campo de la psicopolítica para bloquear el estado de conciencia y clausurar cualquier respuesta fundada en el juicio crítico, hechos y explicación de los mismos. Reemplazar la conciencia por emociones presupone concebir la realidad desde la saturación de informaciones no contrastadas. En este caso, cuando hablamos de Cuba, convertir el dolor, la frustración y las consecuencias psicológicas de la pandemia en un arma desestabilizadora. No son las dificultades o las necesidades, consecuencias del bloqueo y el embargo que dura sesenta y dos años, lo que se arguye para movilizar el descontento.
En esta guerra neocortical contra Cuba, se trata de justificar las movilizaciones y el descontento arguyendo que son producto de un hartazgo donde el resultado se expresa bajo la dicotomía dictadura o libertad. Así, la movilización toma un aire de lucha por la democracia en el cual se logra producir una conexión emocional con, los ya no manifestantes, sino luchadores por la democracia. Se ha producido lo deseado. Así, desde Europa y Estados Unidos quienes observan, mientras le pasan imágenes de no se sabe dónde, pero se dice ancladas en Cuba, acaban rechazando el régimen, así denominando, que pasara a ser directamente considerado una dictadura que oprime salvajemente a su población, la reprime, tortura, detiene a corresponsales de prensa, por lo tanto, debe ser combatida, rechazada y despreciada. Los manifestantes se trasforman en libertadores, hombres y mujeres valientes que sin temor se enfrentan al poder despótico que les oprime. Las imágenes se suceden en las televisiones y redes, pocos tratarán de averiguar si se trata de secuencias filmadas en Cuba o por el contrario, pertenecen a hechos que han tenido lugar en otros países. Emocionalmente, la reflexión se bloquea.
El resultado, periodistas de todo el mundo se dan a la labor de interrogan a dirigentes con la misma cantinela: ¿Es Cuba es una democracia? responda. El nerviosismo aflora, la incomodidad es palpable y se contesta también emocionalmente. El mejor ejemplo, el presidente de gobierno de España, Pedro Sánchez quien afirma: “Cuba no es una democracia”, y a reglón seguido, los medios ponen el dedo en la herida: pero evita calificarla de dictadura… Esta pregunta se repite durante todo el día. No importa si es pertinente, se está hablando de futbol, sanidad, corrupción o Covid19. La pregunta es recurrente y saturan los medios: ¿Cuba dictadura o democracia? Lo preocupante es el tenor de las respuestas, cuando se trata de dirigentes de la izquierda con cargos públicos, el temor a perder votos les hace ser dubitativos. Aunque siempre hay excepciones. Pero les atenaza el miedo y perder votos.
La construcción de una guerra donde los sentimientos y emociones se entrecruzan, potencia el control de la población, desarmándolas a la hora de contrarrestar su estado emocional. Pasiones, odios, rechazos, insultos, descalificaciones ocupan el lugar y así, como ha sucedido en Cuba, la quema de vehículos, el asalto a las tiendas, el ataque a centros de salud o el sabotaje callejero son avalados como una respuesta al hartazgo con el régimen. El mundo las aplaude, luchan contra una dictadura comunista.
Hoy, Cuba sufre restricciones, déficit de medicamentos, cortes de luz que han derivado en descontento, desánimo y protestas. Las primeras personas en reconocerlo han sido las autoridades cubanas. Su presidente Miguel Díaz Canel, las califica de legítimas y ha salido a la calle para dialogar con los manifestantes, explicando la actual coyuntura política y económica y sus causas. Ha señalado la dificultad de superarlas bajo un bloqueo inhumano. Bloqueo que ha sido rechazado por Naciones Unidas, salvo los votos en contra de Israel y Estados Unidos y alguna que otra abstención como Colombia. Los daños causados por sesenta años de embargo, sabotajes. En 2020, por señalar cuatro rublos destacados. Educación: 21 millones de dólares, Sanidad: 180 millones de dólares, Alimentación y Agricultura: 428 millones de dólares y Cultura 22 millones de dólares. Y hablamos de un año, sumen 59 años a lo apuntado. En este sentido aconsejo ver la Rueda de prensa del Ministro de relaciones exteriores de Cuba, Bruno Rodriguez Parilla en https://youtu.be/75Ty7IZQgD0 . Pero seguramente sus palabras no serán reproducidas por algunos de los medios internacionales, incluso de los presentes. Las prioridades son otras en esta guerra donde las emociones son el arma más destacable.
¿Qué irrita de Cuba a los establishment del llamado mundo libre? La respuesta no tiene pérdida: su dignidad y la defensa de la soberanía política. De allí el odio del establishment internacional contra Cuba y su revolución. Bajo el mantra de atribuirse poderes que no tienen, para juzgar, condenar o absolver a Estados, los gobiernos de los países de capitalismo avanzado y sus socios menores, fomentan, desarrollan y avalan las políticas de hambre, desestabilización, bloqueo e injerencia hacia Cuba. Su objetivo, cercar, ahogar y destruir un proyecto donde lo importante es la persona humana, su dignidad. Eso no les gusta. No les parece bien la lucha antiimperialista, los logros, que aunque se oculten o se minimicen son muchos, empezando por la vacuna anti Covid 19, creada por los médicos, epidemiólogos y bioquímicos que han trabajado para dar cobertura a sus ciudadanos y cuya puesta en práctica está limitada a causa del bloqueo para comprar jeringuillas. ¡Ah pero eso no está en la agenda para debatir! ¡No constituye una violación de los derechos humanos! Hoy occidente se hunde en la impudicia al combatir a Cuba y no a los agresores. Claro que en Cuba hay cosas que se hacen mal, otras peor, otras rematadamente mal y otras muy bien, tanto que sorprenden y suscitan admiración. Por ello, mientras dure el bloqueo no hay dialogo posible. Como juzgar un país al cual se le estrangula y acaso continuamente.
Para entendernos, podemos recurrir a un símil, para ver como actúa occidente, sus gobiernos y su establishment. Así, pensemos que estamos viendo una manada de individuos que acosan y luego violan a una joven. ¿Cuál es nuestra actitud? La más lógica, sería defender a la joven, intervenir, denunciarlos y llevarlos a la justicia para que sean juzgados y condenados. Pero, curiosamente, nos comportamos como si la violación no fuese con nosotros. Además, en una sociedad machista y patriarcal, tal conducta no supone extrañeza. Como en el capitalismo, preparar golpes de Estado, realizar bloqueos, asesinar presidentes, es normal, consideramos que dichos actos forman parte de la vida social. En este caso, aconsejamos a los violadores a ser prudentes, a usar preservativos, no vaya a ser que la chica tenga alguna enfermedad de trasmisión sexual y nos contagie. Además, la violación tiene causa justificada, léase bloqueo. La mujer vestía minifalda, tacones, se pintaba los labios con carmín rojo y provocaba, ¡cómo no violarla! Así se comportan los gobiernos, los organismos, los presidentes de gobiernos, los periodistas a la hora de evaluar la realidad cubana. No denuncian el bloqueo, protegen a quien lo estimula y mantiene. Les duele que en Cuba se erradicase el analfabetismo, la sanidad sea un derecho garantizado, la vivienda una obligación del Estado, sus universidades reconocidas en América latina. En definitiva les duele que Cuba levante un proyecto soberano que resiste gracias a su dignidad, el antiimperialismo martiano y el compromiso de su revolución con los pueblos que luchan contra el neoliberalismo y en defensa de la humanidad.
Fuente: El Clarín Chile