Transcripción no oficial de las palabras del Primer Secretario del Partido y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, en el acto de reafirmación revolucionaria ocurrido este sábado en La Habana.

¡Viva Cuba libre! Libre de injerencias extranjeras y libre del odio que han azuzado quienes llevan 60 años apretando el cuello de la nación para hacerla estallar y ahora quieren presentarse como nuestros salvadores.

Cesen la mentira, la infamia y el odio. Cuba es profundamente alérgica al odio y jamás será tierra de odio. No se construye nada bueno desde el odio. El odio nos roba tiempo para amar y frente al amor mismo, y si lo dejamos entrar como reacción frente al odio que nos adversa.

Lo hemos experimentado en estos días de odio desbordado en las redes no tan sociales, que han sido la compañía permanente de padres e hijos en estos largos meses de pandemia, al punto de que muchos pasan más tiempo conectados a la red que conectados a la familia. Esa familia que con unidad puede ser invulnerable ante los odios y lo que la amenaza.

Una madre me preguntaba ayer que su hija adolescente le preguntó con lágrimas en los ojos si eso era Cuba, al ver lo compartido por algunos de sus amigos en Facebook. Los dueños de esas redes, los dictadores de sus algoritmos, como bien denuncia un reciente documental, han abierto al odio, sin el más mínimo control ético, las compuertas de sus poderosas plataformas. Es un odio que fractura a la familia, a los amigos, a la sociedad, y que amenaza con llevarse muchos de nuestros valores al rincón de lo inservible.

El bombardeo de imágenes de violencia, sangre, protestas, alaridos, vandalismo, amenazas, acoso y represión no ha conocido pausa en los últimos seis días.

En las semanas previas se desarrolló una intenta operación político comunicacional financiada por el Gobierno de Estados Unidos y la maquinaria política de la Florida. Su objetivo era alentar disturbios en el país, aprovechando las difíciles condiciones generadas por la pandemia, el bloqueo y las 243 medidas de la administración Trump.

Realizaron en esos días actos de guerras no convencional que incluyeron llamados al estallido social, la violencia, la agresión a agentes policiales, el vandalismo y el sabotaje. Utilizaron para ello, sistemas de inteligencia artificial y big data, cibertropas y actos de ciberterrorismo, para promover la fabricación artesanal y uso de armas o elementos incendiarios, acciones integradas de acoso, chantaje o financiamiento a líderes digitales o influencers internacionales.

Contaron con la complicidad con una poderosa transnacional quien les permitió violar impunemente sus propias regulaciones y desatendió las legítimas denuncias de usuarios y algunos medios de prensa.

La televisión cubana ha puesto en evidencia objetivos de esta campaña al reconstruir en secuencia los acontecimientos del pasado domingo. Primero se convocaron las protestas, después se construyó el relato falso de los hechos para generar respuestas emotivas de solidaridad con los manifestantes y luego se desataron las acciones vandálicas que ocurrieron horas antes de nuestra improvisada comparecencia en televisión al regreso de San Antonio de los Baños. Está clara la ruta de la infamia.

A posteriori, todos los hechos se han presentado desordenadamente, como si fueran fruto de nuestro legítimo llamado a los revolucionarios a defender la Revolución. La historia se pretende contar al revés. No cuentan los llamados a la solidaridad, la paz y la unidad entre todos.

La interpretación mal intencionada es que se convocó a una guerra civil. Podemos desmontar las llamadas fake news, montar cómo se fabricó toda la falsa realidad de Cuba, pero ya han causado un daño inconmensurable al alma nacional, que tiene entre sus valores más sagrados la tranquilidad ciudadana, la convivencia, la solidaridad y la unidad. Estamos bajo el fuego sofisticado de una ciberguerra, que incluye el ciberterrorismo y el terrorismo mediático en su instrumentar agresivo.

Fuente: JR

Por REDH-Cuba

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