El fracaso del «modelo soviético» nos presentó a las y los revolucionarios el problema teóricopráctico de hacer un replanteamiento a fondo y una redefinición integral de nuestros objetivos y programas estratégicos, y de los medios y métodos para cumplirlos.


En fecha reciente escribí un artículo titulado «A la Revolución Cubana hay que defenderla sin condicionamiento ni vacilación alguna»,1 donde colocaba en primer término, tal como corresponde, a la defensa de Cuba frente a la desestabilización de espectro completo que contra ella intensifican el imperialismo norteamericano y sus acólitos externos e internos. Acto seguido, pegadito, pegadito, pegadito, el artículo situaba a la necesaria refundación del socialismo cubano. En las reacciones recibidas de lectoras y lectores de otros países noté, por una parte, la angustia de que la palabra refundación pudiese haber sido utilizada en un sentido de debilitamiento, reblandecimiento y/o desmontaje del socialismo y, por la otra, la suspicacia de que fuese una variante del manido recurso gatopardista de «cambiarlo todo para que nada cambie».

La defensa inclaudicable y la refundación revolucionaria del socialismo cubano son dos conceptos, dos necesidades, dos deberes, dos obligaciones y dos tareas, inseparables entre sí. Ninguna de las dos, por sí sola, cumpliría el objetivo estratégico de salvar la patria, la revolución y el socialismo. Al socialismo cubano hay que defenderlo de manera inclaudicable porque quienes lo atacan —no necesariamente quienes lo critican—, digan lo que digan, sitúense en el lugar que se sitúen dentro del espectro político de sus enemigos y detractores, no quieren que se resuelvan los problemas, las insuficiencias, los errores y/o las contradicciones que, sean verdaderos o falsos, enarbolan contra la Revolución, sino imponer en Cuba el capitalismo real de nuestros días: el neoliberalismo.

Al mismo tiempo, al socialismo cubano es necesario refundar con un contenido y en un sentido revolucionarios, porque llega al cierre de su primer gran período histórico con un lacerante déficit en el desarrollo económico y social originalmente concebido, y sin que los ejercicios de prueba y error realizados en estos terrenos hayan dado, ni estén dando, resultados positivos, lo que constituye un problema mayúsculo.

El concepto de gran período histórico alude a los 68 años transcurridos desde el Asalto al Cuartel Moncada, el 26 de julio de 1953, que dio inicio a la lucha por la conquista del poder, y a los 62 años de ejercicio del poder conquistado el 1 de enero de 1959, durante los cuales la Revolución cubana fue liderada por su generación fundadora, que concluyó en el 8vo. Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC), efectuado entre el 16 y el 21 de abril de 2021, mediante el traspaso de todos los poderes del partido y el Estado a una nueva dirección, integrada por hombres y mujeres nacidos, educados y formados dentro del propio proceso revolucionario.

Es imprescindible e impostergable que la actual dirección del partido y el Estado cubanos encabece y facilite la búsqueda de soluciones al mayúsculo problema del deficitario desarrollo económico y social, lo cual implica identificar, reconocer, asumir y erradicar las insuficiencias, los errores y las contradicciones que la Revolución viene arrastrando, que, entre otras consecuencias, merman la efectividad de los esfuerzos realizados para reducir los daños ocasionados por el bloqueo imperialista. Este ejercicio de introspección es necesario, ante todo, porque la sociedad cubana merece que se erradique todo lo negativo en que se haya incurrido en el proceso de edificación socialista y, además, porque todo lo negativo es combustible para la desestabilización imperialista de espectro completo, en particular, para su guerra mediática.

Como la agudización del conflicto y del bloqueo versus la normalización de las relaciones bilaterales entre los Estados Unidos y Cuba fue uno de los contenidos fundamentales de la serie de artículos titulada «El “Triángulo de las Bermudas” por el que navega Cuba. Acumulación de problemas propios, doble filo del bloqueo y reflujo de la izquierda latinoamericana»,2 el presente texto se dedica a la refundación revolucionaria. La premisa esencial para resolver con éxito la ecuación defensa/refundación del socialismo cubano es la relación dialéctica entre continuidad y cambio.

La clave para actuar como revolucionarias y revolucionarios — escribía yo el 12 de abril del presente año — está en cómo entender, asumir y ser consecuentes con la relación dialéctica entre continuidad y cambio. Cuando se está produciendo el cierre del primer gran período histórico de la Revolución cubana y el inicio del segundo: ¿qué debe continuar y qué no debe continuar? ¿Qué debe cambiar y qué no debe cambiar? Sobre esta base, lo que yo espero del 8vo. Congreso [del Partido Comunista de Cuba] es que:

la continuidad sea en el plano general, en el plano de la continuidad histórica de la Revolución cubana, de la continuidad histórica de un proceso revolucionario que está en constante e indetenible movimiento, que de modo permanente tiene que crecer y superarse, que siempre necesita crecer y superarse a sí mismo; y, el cambio sea en el plano concreto, en el plano planteado en las dos ideas iniciales del concepto de Revolución de Fidel: «Revolución es sentido del momento histórico; es cambiar todo lo que debe ser cambiado […]».3

Cuba 2021: 30 años sin analizar el derrumbe del «modelo soviético»

En 1917, Lenin escribió:

En el socialismo resucitarán de manera inevitable muchas cosas de la democracia «primitiva», pues la masa de la población se elevará y llegará, por primera vez en la historia de las sociedades civilizadas, a intervenir por cuenta propia no solo en votaciones y elecciones, sino también en la labor diaria de administración. En el socialismo, todos intervendrán por turno en la dirección y se habituarán rápidamente a que nadie dirija.4

En 1918, Lenin escribió:

Dictadura [del proletariado] no significa por la fuerza supresión de la democracia para la clase que la ejerce sobre las otras clases, pero sí significa necesariamente supresión (o una restricción esencialísima, que es también una forma de supresión) de la democracia para la clase sobre la cual se ejerce la dictadura.5

En 1926, dos años después de la muerte de Lenin, Stalin escribió:

Ni una sola decisión importante de las organizaciones de masas del proletariado se adopta sin las directivas del partido. Esto es muy cierto. Pero ¿significa esto, acaso, que la dictadura del proletariado se reduzca a las directivas del Partido? ¡Naturalmente que no! La dictadura del proletariado consiste en las directivas del Partido, más el cumplimiento de estas directivas por las organizaciones de masas del proletariado, más su puesta en práctica por la población. (Sic!).6

En 1953, año de la muerte de Stalin, Isaac Deutscher escribió:

Cuando uno piensa cuántas generaciones de rusos se han consolado con la idea de que su existencia nacional era un «edificio inconcluso», uno puede, en ciertos momentos, sentir con estremecimiento que sobre los esfuerzos de Rusia se cierne una maldición de Sísifo.7

En 2005, a 14 años de la disolución y el desmembramiento de la Unión Soviética, Schafik Hándal escribió:

¿Por qué la gente no salió a defender el socialismo? […] porque no se le escuchaba y ya estaba acostumbrada a eso.8

En 2016, un comunicador social de izquierda, amigo de la Revolución cubana, en un país latinoamericano entonces gobernado por fuerzas de izquierda y progresistas solidarias con Cuba, en una entrevista para la radio me preguntó:

Compañero: La Revolución cubana lleva ya 57 años en la etapa de resistencia: ¿cuándo va a pasar a la etapa de desarrollo?

En 2021 se cumplieron 36 años de la elección de Mijaíl Gorbachov como secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética (10 de marzo de 1985), cuya perestroika, glasnost y «nueva mentalidad» fueron catalizadoras del estallido de contradicciones políticas, económicas y sociales largamente acumuladas y agudizadas en el bloque euroasiático de la segunda posguerra mundial, incluido su núcleo fundamental: la propia URSS. También se cumplen 32 años del inicio de la restauración capitalista en ese bloque, con la elección en Polonia de una coalición gubernamental liderada por el sindicato Solidaridad (21 de agosto de 1989), seguida por hechos similares en Hungría (23 de octubre) y Checoeslovaquia (10 de diciembre), y por la caída del Muro de Berlín (9 de noviembre), desencadenante de la desaparición de la República Democrática Alemana. Hace más de 31 años que Rusia — ¡nada menos que Rusia! — y Ucrania se desafiliaron unilateralmente de la URSS (12 de junio y 16 de julio de 1990, respectivamente). Además, en 1991 se reconoció la independencia de Estonia, Letonia y Lituania. ​

El derrumbe del socialismo real fue un proceso de dos años, cuatro meses y 10 días de duración, en el que el «modelo soviético» de «construcción del socialismo y avance hacia el comunismo» colapsó en nueve de los 13 países donde imperaba, ocho de ellos europeos — en orden alfabético: Albania, Alemania Democrática, Bulgaria, Checoeslovaquia, Hungría, Polonia, Rumanía, URSS (federación euroasiática de repúblicas) — y uno asiático (Mongolia). Ese proceso concluyó con la disolución y el desmembramiento de la URSS, un hecho ya consumado desde antes, que se oficializó el 25 de diciembre de 1991. En ese contexto, en junio de 1991 se produjo el primer episodio de las «guerras de Yugoslavia», cuyo «efecto dominó», extendido a lo largo de una década, destruyó y fragmentó al único país socialista europeo que no formaba parte del bloque soviético.

En total desaparecieron 10 países socialistas. Por una parte, nueve del bloque nucleado en torno a la URSS y, por la otra, Yugoslavia, fundadora del Movimiento de Países No Alineados. Además, en 2021 hace 43 años y 35 años, respectivamente, del comienzo de las reformas económicas en China (1978) y Vietnam (1986), países que mantuvieron el sistema político de matriz soviética, es decir, el sistema de partido único fundido con el Estado, al tiempo que emprendían una desestatización y apertura crecientes de sus economías al capital nacional e internacional. Esto implica que China empezó a hacer los cambios a la «matriz soviética» que entendió necesarios para su país, con siete años de antelación a la perestroika, la glasnost y la «nueva mentalidad», y que Vietnam los hizo en paralelo y en sentido opuesto al desmontaje del bloque euroasiático de la posguerra.

Es notable que a 36 años del inicio de la crisis terminal del socialismo real, y a 30 años del colapso definitivo de la URSS, cuya «matriz» Cuba asumió como propia en la década de 1970, su partido y gobierno no hayan realizado un análisis crítico (conocido, público) de aquellos acontecimientos, con el propósito de identificar cuáles de los problemas conceptuales, estructurales y funcionales, con otras palabras, cuáles de los problemas políticos, económicos, sociales y culturales de ese «paradigma», que provocaron su fracaso en nueve de los 13 países donde imperaba, y que llevaron a otros dos a tomar oportuna distancia de él, son también causas de la inhabilidad del socialismo cubano de avanzar, con estabilidad y a paso firme, por la senda del desarrollo político, económico y social. ¿No merece esto una reflexión?

La Resolución sobre Política exterior aprobada por el 4to. Congreso del PCC, efectuado del 10 al 14 de octubre de 1991, dos meses antes del colapso de la URSS, dice:

Desde el anterior III Congreso de nuestro Partido, el acontecimiento internacional de mayor importancia histórica y de más profunda significación para todo el movimiento revolucionario mundial fue el proceso que condujo a la desaparición de los estados socialistas en el este de Europa y al debilitamiento y creciente peligro de desintegración de la Unión Soviética.

Este desastre político ha provocado un proceso en el curso del cual viene produciéndose el mayor realineamiento global de fuerzas económicas, políticas y militares desde el fin de la Segunda Guerra Mundial y entraña, sin duda, el más duro revés para los comunistas, los revolucionarios y todos los pueblos de la Tierra en el presente siglo.

Nuestro Congreso, por razones obvias, no ha realizado el análisis exhaustivo que estos hechos requieren, y que nuestro Partido y nuestro pueblo necesitan, para extraer las enseñanzas que de él se derivan. Ello constituye una responsabilidad histórica, aún «por cumplir», del movimiento revolucionario llamado a impedir que se imponga una lectura de derecha de estos amargos acontecimientos.

En el discurso en la clausura del 6to. Congreso de la Unión de Jóvenes Comunistas, el 4 de abril de 1992, tres meses y 10 días después de la disolución y el desmembramiento de la URSS, Fidel dijo:

Podíamos estar de acuerdo con cualquier idea de perfeccionar el socialismo. Con lo que no podíamos estar de acuerdo jamás es con la idea de destruirlo, mucho menos con la idea de asesinarlo. Y hay que decir que mucha gente trabajó de manera consciente para asesinar el socialismo, y a esa gente se le crearon las condiciones ideales para asesinar el socialismo. Fue una conspiración, una gran conjura del imperialismo, con el apoyo interno; la conspiración imperialista tuvo apoyo interno para asesinar el socialismo. Es decir, el socialismo no muere a consecuencia de sus errores, muere a consecuencia de que lo asesinaron. Hay que estar muy claro en eso. Asesinaron el socialismo, muere a consecuencia de no haber sido capaz de defenderse, muere a consecuencia de la falta de visión de los líderes y de los políticos, faltó visión. Solo la historia dirá la última palabra.

Fidel concluyó esas ideas, de manera impecable, con la afirmación: «muere a consecuencia de no haber sido capaz de defenderse, muere a consecuencia de la falta de visión de los líderes y de los políticos, faltó visión. Solo la historia dirá la última palabra». En términos similares a estos, es decir, con ese mismo contenido fundamental, Fidel se refirió al derrumbe en sus innumerables pronunciamientos públicos de aquella etapa. Sobre este tema, realizó un nuevo planteamiento, 13 años y siete meses después, en su discurso en el Aula Magna de la Universidad de La Habana del 17 de noviembre del 2005:

Una conclusión que he sacado al cabo de muchos años: entre los muchos errores que hemos cometido todos, el más importante error era creer que alguien sabía de socialismo, o que alguien sabía de cómo se construye el socialismo.

Y la interrogante siguió planteada: ¿cuál será la última palabra que dirá la historia?

A 30 años de aprobada la Resolución de Política exterior del 4to. Congreso del PCC, y de la disolución y el desmembramiento oficial de la URSS, a 29 años del discurso de clausura de Fidel en el 6to. Congreso de la UJC, y a 16 años de sus palabras en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, la Revolución cubana no ha hecho, ni muestra intención alguna de hacer, «el análisis exhaustivo que estos hechos requieren, y que nuestro Partido y nuestro pueblo necesitan, para extraer las enseñanzas que de él se derivan». El PCC está «aún “por cumplir”» la parte que le corresponde de la «responsabilidad histórica […] del movimiento revolucionario» destinada a «impedir que se imponga una lectura de derecha de estos amargos acontecimientos».

Las y los historiadores y analistas políticos no han dirigido el foco de atención a la actuación individual o de grupo de Mijaíl Gorbachov y demás dirigentes soviéticos que impusieron la perestroika, la glasnost y la «nueva mentalidad». Quienes abordan el tema dentro del espectro que abarca desde la socialdemocracia hacia el resto de la derecha, ensalzan, con distintas gradaciones de beneplácito, que aquella dirigencia facilitara la destrucción de un sistema social que, para ellos, nunca tuvo el derecho de nacer. Quienes lo hacen dentro del espectro de la izquierda, centran sus análisis en el abismo existente entre el objetivo proclamado de la «construcción del socialismo y el avance hacia el comunismo», y la realidad de que el sistema soviético engendró una burocracia conservadora y opresora que, llegado a un punto de la crisis conceptual, estructural y funcional del socialismo real, decidió restaurar el capitalismo y apropiarse de la mayor parte posible de los medios de producción y de la riqueza social acumulada. El papel de los individuos fue secundario: las condiciones para «asesinar al socialismo» estaban maduras.

Sin duda alguna, hubo una conspiración imperialista contra la URSS. Papeles destacados en ella desempeñaron los gobiernos de Ronald Reagan en los Estados Unidos — con una intensificación de la carrera armamentista dirigida a desgastar la economía y la sociedad soviéticas — y de Margaret Thatcher en Gran Bretaña — con el «cortejo» y la «seducción» política de Gorbachov. Sin embargo, por muy efectiva que haya sido la política imperialista contra la URSS y demás Estados socialistas que se derrumbaron, es imposible concebir que esa fuese la causa fundamental de su destrucción. En sentido análogo, por muy sofisticada que haya sido la «conspiración palaciega» de Gorbachov, también es imposible que ella bastara para destruir a un sistema social llamado a superar históricamente al capitalismo. Es evidente que Reagan y Thatcher actuaron con Gorbachov para acelerar un proceso de autodestrucción, resultante de las contradicciones inherentes al «modelo soviético» de «construcción del socialismo y avance hacia el comunismo», y de las contradicciones aún mayores existentes en los demás países del bloque euroasiático de la segunda posguerra, donde ese sistema social no fue producto de revoluciones autóctonas, sino de la ocupación militar soviética posterior a la derrota de la maquinaria bélica nazifascista.

La conspiración imperialista es inherente a la lucha de vida o muerte entre el capitalismo y el socialismo, cada uno de los cuales busca derrotar y aniquilar al otro, para imponerse él. No se puede «culpar» al capitalismo de tratar de derrotar y destruir al socialismo. La búsqueda de la aniquilación mutua es un dato de la realidad que tenemos que dar por sentado. Lo que sí podemos hacer es constatar que la batalla librada en el siglo XX entre el capitalismo y el socialismo real, la ganó el primero y la perdió el segundo, y hacer todo lo que esté a nuestro alcance para que la siguiente batalla entre el capitalismo y el socialismo — esta vez, sin el apellido «real» — tenga el resultado opuesto. En cuanto a las traiciones y culpas de los dirigentes, estas no son, ni en primera ni en última instancia, cuestiones personales, sino sistémicas.

¿Cómo explicar que la existencia del sistema socialista, valga la redundancia, concebido para socializar la toma de decisiones y su cumplimiento, dependiera de la voluntad de un «máximo dirigente» y/o un grupo de «altos dirigentes», no solo de un país socialista, sino en 10 de los 14 países socialistas entonces existentes? ¿Cómo explicar que esa persona o grupo de personas, primero, escalara a los máximos cargos del partido y el Estado de un país socialista y, segundo, llegará a acumular el poder que le permitiera asesinar a ese sistema social? ¿Acaso fue un «error» de la «política de cuadros»? ¿Era esa una matriz de democracia socialista? Si existiese democracia socialista, los traidores no hubieran llegado a ejercer la dirección del partido y el gobierno; en el caso extremo de que llegasen a ocuparlo, no hubieran podido ni siquiera intentar lo que hicieron; y, en el caso más extremo de que intentarán hacerlo, el pueblo no lo hubiese permitido. Pero, tal como dijo Schafik Hándal: la gente no salió a defender el socialismo, porque no se le escuchaba y ya estaba acostumbrada a eso.

El «modelo soviético» se basó en el ejercicio monopólico del poder por una cofradía de «guardianes de la fe», una cofradía de avezados conocedores, practicantes y ejecutores certificados del marxismoleninismo y sus «leyes generales que rigen el desarrollo social», que usurpó el poder, no solo del pueblo, no solo de las y los obreros y campesinos de los cuales se autoproclamaba vanguardia organizada, sino incluso de la propia militancia del partido, con el supuesto fin de protegerlos a ellos mismos de las confusiones y desviaciones en que pudieran incurrir. El resultado fue que, con el paso del tiempo, las sucesivas generaciones de «guardianes de la fe» perdieron crecientemente la fe. La propiedad estatal sobre los medios de producción, llamada a ser la encarnación suprema de la propiedad socialista, carente de verdadero control social, se convirtió en botín de diversas formas de propiedad privada indirecta de dirigentes y funcionarios a todos los niveles, y el andamiaje concentrador del poder construido por sus predecesores y heredado por ellos, les posibilitó y facilitó derrumbar al socialismo y restaurar el capitalismo cuando se dieron las condiciones propicias para ello. Esta experiencia demuestra que socialismo no es concentración, sino socialización del poder.

El fracaso del «modelo soviético» nos presentó a las y los revolucionarios el problema teóricopráctico de hacer un replanteamiento a fondo y una redefinición integral de nuestros objetivos y programas estratégicos, y de los medios y métodos para cumplirlos. Hasta el momento, el PCC no ha participado en esa labor. Es hora de que empiece, porque más vale tarde que nunca. Autoras y autores cubanos sí lo han hecho, pero sus resultados de investigación no han sido suficientemente divulgados.9 Por fortuna, amigos de Cuba y de Fidel a toda prueba, como Schafik Hándal, Nils Castro, Frei Betto y muchos otros, sí se han pronunciado al respecto.

En el período transcurrido entre el inicio de la restauración capitalista en Europa oriental y el derrumbe de la URSS, Schafik, buen conocedor de la política soviética y uno de los más lúcidos analistas del impacto del derrumbe del socialismo real en la izquierda latinoamericana, afirmó:

El gran problema del socialismo en crisis es que es un modelo sin democracia. Así se construyó y ese es su gran defecto. Si ese socialismo hubiera tenido el grado de democracia que los fundadores de la teoría del socialismo científico le atribuían, si eso se hubiera cumplido, seguramente no tendría este problema.

La rigidez de las estructuras económicas provocó el retraso económico e impidió ir a tono con el desarrollo de los tiempos y las fuerzas productivas. No les permitió a los países socialistas asimilar los avances científicos y tecnológicos de la segunda mitad de este siglo [se refiere al siglo XX]. Todo eso se hubiera podido corregir de haber existido democracia, que se hubiera desarrollado y enriquecido con el avance mismo de la historia. Pero eso no ocurrió y es la causa de la crisis actual, tanto política como económica y social.

Desde luego, ese socialismo no es alternativa para nosotros ni para nadie. Pero el capitalismo no es la opción para el Tercer Mundo y, en gran medida, no lo es para inmensas masas de los mismos países capitalistas desarrollados.10

Y años más tarde, en 2005, cuando ya el paso del tiempo empezaba a colocar las causas y consecuencias del colapso del socialismo real en perspectiva histórica, Schafik añadió:

Al socialismo se le puede defender solo renovándolo, lo cual implica compartir esta tarea con el pueblo, abriéndole la posibilidad de participar en su crítica y reestructuración. La renovación del socialismo real implica un tránsito tenso, preñado de contradicciones que pueden sumergirlo en una crisis de debilitación, facilitar su aprovechamiento por los imperialistas y toda clase de fuerzas antisocialistas, generar una gran confusión en las masas y perder el rumbo. Así el socialismo puede liquidarse. Superar esa contradicción es un gran reto: renovar el socialismo y defenderlo son compromisos revolucionarios irrenunciables e inseparables. Nosotros sabemos que la clave está en el trabajo de los revolucionarios con el pueblo.

En su renovación, el partido en un país socialista debe desembocar en un partido que conciba la respuesta al reto de un descomunal esfuerzo por incorporar a las fuerzas populares y sociales, tanto a la rectificación renovadora del sistema económico y político del socialismo, como a la depuración y reconstrucción del mismo partido […].11

Tan sintético como contundente, es el análisis de Nils Castro sobre el sistema soviético:

[…] el sistema soviético desconoció la tesis que Carlos Marx dejó resumida en su célebre cuarto párrafo del Prólogo a su Contribución a la Crítica de la Economía Política. Por efecto de la rigidez estalinista y de la frustración del deshielo propuesto por el XX y el XXII Congresos del PCUS, las prioridades del control políticoburocrático y la perpetuación del régimen resultante de la dictadura del proletariado prevalecieron sobre las de la revolución científica y tecnológica. En creciente grado esto mermó la eficiencia, la competitividad y sostenibilidad del sistema soviético y, al cabo, las relaciones de producción creadas en la URSS dejaron de ser «formas de desarrollo de las fuerzas productivas», y se tornaron en trabas a ese desarrollo, una contradicción que, al dejarse de resolver, finalmente estremeció toda la «inmensa superestructura» erigida sobre ella.

[…]

[…] lo que sucedió en la Rusia soviética y su enorme periferia demostró, por si faltara, que ninguna revolución es irreversible, y que el régimen revolucionario incluso puede morir sin haber perdido el gobierno — como los árboles que también mueren de pie —, si se degradan las motivaciones humanas indispensables para realimentar la revolución y renovarle soluciones de readaptación, reproducción, cambio y continuidad a sus bases y expectativas socioculturales, económicas y políticas.

[…]

De esa reversibilidad se desprenden varias observaciones. Una de ellas, que al completar cada realización o etapa del acontecer práctico o de la historia, la realidad queda modificada y comienzan a abrirse, a su vez, nuevos abanicos de demandas, alternativas y oportunidades. En consecuencia, en sus respectivas circunstancias y conforme a sus propios niveles de conciencia, son las personas y pueblos involucrados quienes disciernen entre el inmovilismo o las nuevas opciones, y quienes deciden cursar una u otra de las distintas alternativas, eligiendo según sus propias creencias, expectativas y posibilidades […]. Y, finalmente, que los propios cambios y revoluciones sociales, al realizarse, modifican a las personas y pueblos que los moldearon, así como a las circunstancias nacionales y las condiciones externas en que los acontecimientos han tenido lugar. Si el programa se ha cumplido, la realidad que lo pedía y justificaba ha dejado de ser la que era, iniciando otra realidad. Lo que en el siguiente período dará pie al reclamo ciudadano de rehacer objetivos, programa y estilo de trabajo para emprender una nueva generación de cambios adicionales.12

En un intercambio con estudiantes y trabajadores de la Universidad de las Ciencias Informáticas de Cuba (UCI), el 13 de febrero de 2014, con sus siempre poéticas palabras, Frei Betto emitió esta opinión sobre las causas del derrumbe del socialismo soviético:

El capitalismo […] privatizó los bienes materiales, y socializó los sueños.

El socialismo ha sido exactamente al revés. Socializó los bienes materiales, y ha cometido el error de privatizar los sueños. […] Todos en el socialismo de Europa tenían, asegurado, por la estructura del país, los tres derechos fundamentales del ser humano. Por orden: alimentación, salud y educación. […] Pero solamente los políticos podían soñar. El sentido de buscar siempre caminos, alternativas, eso no era compartido con el pueblo. Al punto de que un solo hombre, Gorbachov, tenía el poder de poner en peligro 70 años de Revolución. O sea, un hombre pudo producir situaciones que llevaron al desplome de la Unión Soviética y a la entrada del capitalismo en el este de Europa. ¿Por qué? Porque hubo una privatización de los sueños. Y si hay una cosa sin la que el ser humano no puede vivir, es sin sueños.

[…]

El socialismo, el proyecto de futuro del socialismo no puede ser un secreto del buró político. Tiene que ser un anhelo de toda la población del país.

Notas:

1 En alainet, 15/7/2021 (https://www.alainet.org/es/articulo/213090).

2 En revista digital La Tizza, La Habana, Cuba: 1- (https://medium.com/la-tiza/el-tri%C3%A1ngulo-de-las-bermudas-por-el-que-navega-); 2- (https://medium.com/la-tiza/doble-filo-del-bloqueo-i-cc941c630d7e); 3-(https://medium.com/la-tiza/doble-filo-del-bloqueo-ii-e0703350e198?source=); 4- (https://medium.com/la-tiza/reflujo-de-la-izquierda-latinoamericana-i-f11c7e416918); 5- (https://medium.com/la-tiza/reflujo-de-la-izquierda-latinoamericana-ii-15e9bfad0426?source=); y, 6- (https://medium.com/la-tiza/el-socialismo-cubano-necesita-un-debate-y-un-nuevo-consenso-program%C3%A1tico-fadee2eaf3de?source=collection_home).

3 Ibíd. Se refiere al concepto de Revolución planteado por el Fidel, en la Plaza de la Revolución «José Martí» de La Habana, el 1 de mayo de 2000.

4 Vladimir Ilich Lenin: «El Estado y la Revolución», en Obras Completas, Editorial Progreso, Moscú, 1981, t.33, p. 119.

5 Vladimir Ilich Lenin: «La revolución proletaria y el renegado Kautsky», en Obras Completas, Editorial Progreso, Moscú, 1981, t.37, p. 252.

6 José Stalin: «Cuestiones del leninismo», en Bolcheviques en el poder, Sonia Almazán y Jacinto ValdésDapena, Ocean Sur, México, pp. 120121.

7 Isaac Deutscher: «El final de la era de Stalin», en Filosofía y revolución en los años sesenta, María del Carmen Ariet y Jacinto ValdésDapena (compiladores), Ocean Sur, México, 2010, p. 301.

8 Schafik Hándal: Legado de un revolucionario: Del FMLN tras los acuerdos de paz al FMLN que hoy necesitamos, capítulo «socialismo en crisis», t.3, Ocean Sur, México, 2014, p. 43.

9 Ver a Ariel Dacal y Francisco Brown: Rusia. Del socialismo real al capitalismo real, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2005, p. 10. Para conocer las opiniones otros especialistas cubanos en esta temática consúltese a Rafael Hernández (moderador): Mesa Redonda «¿Por qué cayó el socialismo en Europa Oriental?», Temas no. 39 40, La Habana, octubre diciembre 2004.

10 Schafik Hándal: «Solo el socialismo puede sacar al Tercer Mundo de su problemática», entrevista realizada por la periodista Enmanuel Verhoeven, Ediciones Liberación, 1990 (no especifica lugar de publicación). En archivo en el Instituto Schafik Hándal, San Salvador. En la web puede ubicarse mediante el sitio World Cat Identities.

11 Schafik Hándal: Legado de un revolucionario. Del rescate de la historia a la construcción del futuro, t.3: «Del FMLN tras los Acuerdos de Paz al FMLN que hoy necesitamos», Ocean Sur, México, pp. 5455.

12 Nils Castro: Las izquierdas latinoamericanas: observaciones sobre una trayectoria, Fundación Friedrich Ebert-Panamá, 2005, pp. 8688.

Fuente: ALAI

Por REDH-Cuba

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