Cuba apoyó a México en el inicio de la pandemia por Covid-19. Cuba es el país más solidario no solo con México sino con el resto del continente. Cuba es el país que más ha soportado un bloqueo, resistido la guerra ideológica, aguantado el hambre o la serie de carencias de todo por el citado “embargo”.


Desde luego que la solidaridad con Cuba resulta clave cuando de la unidad latinoamericana se trata. De igual manera con los pueblos de Venezuela, de Nicaragua, de Bolivia, de Colombia, de Perú, todos hermanos de América Latina.

Si es que se tiene la visión de avanzar, en pleno siglo XXI, a contrapelo de los planes de invasión imperialistas de los Estados Unidos (EE.UU.), luego de décadas de sometimiento colonial/neocolonial e imperial, desde principios del siglo XIX.

Porque la influencia y el control ha sido tal, que las relaciones a todos los niveles de EE.UU. con la región, derivan en rechazo permanente a la autonomía y desarrollo independiente de los países; qué decir de la solidaridad para impulsar la unidad de la región —tan soñadora como utópica—: sanmartiana, bolivariana, martiana, castrista y chavista también.

Porque los lazos comerciales, diplomáticos, consulares y políticos, han apuntado a nexos económicos impositivos en materia de inversión, de apropiación de los recursos y de control territorial, al viejo estilo colonial.

La historia de las relaciones del país de Norteamérica con la región, de sometimiento y dominación, debe terminar. Es la hora de la autonomía de los pueblos, de la independencia para un desarrollo gradual donde el fin sea salir de la miseria, del subdesarrollo y la extrapolaridad riqueza/pobreza.

De igual manera, sacudirse el control político de las amplias capas poblacionales por una pequeña elite, tan mezquina como entreguista a los intereses foráneos —su modus vivendi y operandi—, donde los partidos y las elecciones internas solo son el esperpento de una falsa democracia. O solo electorera para “legitimar” políticos irresponsables.

Siquiera los procesos independentistas derivaron en vía libre para un crecimiento autónomo. No ocurrió durante el siglo XIX, menos el XX de consolidación como país dominante, ni como país de contrapeso geopolítico en tiempos de la Guerra Fría, ni tras la declaración reciente de la guerra generalizada contra el mundo —la “legítima defensa”—, a partir de los autoatentados “terroristas” del 11/S.

El “terror”, tan perjudicial como el control ideológico de los medios de comunicación dominantes y las “guerras bacteriológicas” recientes (SARS, Covid-19), que amenazan la vida de las personas de todos los países, ahora bajo la tesis del control poblacional propuesto desde los años 90 con la intentona criminal de reducir la “masa” poblacional mundial, la tesis del Nuevo Orden Mundial imperial.

Los bloques geopolíticos

Ahora, cuando lo que el mundo necesita es un Nuevo Orden Multilateral, en razón de la paulatina pérdida de hegemonía y control en el mundo (con una economía decadente, un dólar que pierde terreno frente al yuan, sin dinamismo en materia de inversión ni crecimiento, etc.), y al retirarse de las guerras —Afganistán primero—, lo que los países de la alternancia multilateral deben y tienen que hacer es asociarse entre sí y con las potencias que representan dicha multipolaridad. Sobre todo, porque ahora la “unidad” no es solo de bloques territoriales como de bloques geopolíticos.

Es la hora, ciertamente lo ha sido siempre desde los sueños bolivarianos, de sacudirse paulatinamente, pero en solidaria unidad, los lazos de fuerza, de control de un imperio hoy en declive como el estadounidense, del desarrollo independiente; como dice Obrador, presidente de México, como países libres y autónomos.

¿Qué eso no quiere el decadente imperio gringo? Ciertamente, pero eso no es benéfico para los países latinoamericanos; como tampoco para los asiáticos y principalmente los africanos. Para nadie que ose el desarrollo para beneficio de sus pueblos.

Recién EE.UU. sale de sus “eternas” guerras del Oriente Medio, luego que ya tiene el dominio de los energéticos, pero persiste las amenazas en la periferia rusa desde la Europa Occidental, encabezadas por la OTAN bajo la égida del Pentágono. Utilizando y presionando, eso sí, a los países europeos para que inviertan en guerras ajenas. Con China el cuento es otro, pero igualmente EE.UU. lo tiene perdido.

Al retiro de las fuerzas militares desde Afganistán, el Pentágono se volcó contra la región latinoamericana. Por eso crecieron las amenazas en contra de Venezuela y su gobierno legítimo de Nicolás Maduro, de Cuba y su gobierno moralmente relevante pese al “embargo”, de Haití —ensayo para derribar gobiernos incomodos bajo el mercenariato o los ejércitos privados— con el asesinato de su presidente y las amenazas en contra de otros países: Bolivia, Nicaragua, Honduras, El Salvador, etcétera.

Es por lo anterior —los mencionados escenarios mínimos señalados—, que más que nunca es urgente la solidaridad, como de presidente de México, Andrés Manuel López Obrador con Cuba.

La Cuba solidaria

Cuba apoyó a México en el inicio de la pandemia por Covid-19. Cuba es el país más solidario no solo con México sino con el resto del continente. Cuba es el país que más ha soportado un bloqueo, resistido la guerra ideológica, aguantado el hambre o la serie de carencias de todo por el citado “embargo”.

Cuba es ejemplo de contención pacífica al imperio estadounidense, para América Latina y para el mundo. Sobre todo, a partir del triunfo de la revolución “socialista” de 1959; no obstante, la estaca del pasado, clavada desde finales del siglo XIX, tras la guerra hispano-estadounidense y la independencia de Cuba de los propios Estados Unidos.

Es decir, lo fue durante el periodo correspondiente a la Guerra Fría, lo sigue siendo ahora que el mundo ha cambiado, le geopolítica de la unipolaridad hacia la multipolaridad. El bloqueo más prolongado en la historia en contra de un país, y en su caso por declararse “socialista”. En pleno “patio trasero”, o en pleno trasero gringo.

Por ello, la solidaridad con Cuba, y con el resto de pueblos de la región y por la unidad latinoamericana y en pro de la multipolaridad, bajo directrices de las potencias geopolíticas, China y Rusia. También iraní, venezolana y mexicana, por qué no. Apoyo total al presidente mexicano, como el repudio a la OEA —ariete del imperio—, con su nefasto Almagro, su malogrado secretario general enemigo de los pueblos (Bolivia desnudó sus negras intenciones, apoyando el golpismo contra Evo Morales).

Dicha postura de Obrador puede acelerar las amenazas desde los EE.UU., como la del “golpe blando” interno, desde la cúpula empresarial y la servidumbre de la derecha partidista —financiada desde el exterior—, más entreguista que por la defensa de los intereses propios, llámense nacionales o como se quiera. Amenazas de otro tipo: guerras como la bacteriológica, la cibernética, la psicológica, etc.

Fuente: ALAI

Por REDH-Cuba

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